Máxima tensión: un nuevo terremoto sacude al oficialismo

La renuncia del líder de La Cámpora a la jefatura del bloque de diputados complica al Gobierno cuando debe encarar la discusión parlamentaria del arreglo con el FMI. En el entorno del Presidente hay quienes ven en esta crisis una nueva oportunidad

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Máximo Kirchner y Alberto Fernández
Máximo Kirchner y Alberto Fernández

A pocos días de anunciarse el trabajoso y largamente esperado principio de entendimiento con el FMI, y cuando el presidente Alberto Fernández, casi con un pie en el avión que finalmente lo llevaría a Rusia y China, respiraba aliviado por los nuevos bríos que parecían alumbrar su futuro inmediato, un nuevo terremoto sacude al oficialismo y pone en duda -una vez más- la tan mentada unidad del peronismo, el acuerdo con el organismo crediticio internacional y, de paso, la propia gobernabilidad.

La renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura de la bancada oficialista en la Cámara de Diputados de la Nación por “no compartir la estrategia utilizada y mucho menos los resultados obtenidos en la negociación con el FMI”, junto al posterior accionar mediático de varios referentes del kirchnerismo duro, complican al gobierno en momentos en que no sólo deberá encarar la discusión parlamentaria del arreglo con el Fondo, sino también cuando necesita generar confianza y mostrar capacidad para generar los consensos para abordar algunos de los tópicos que se derivarán del preacuerdo anunciado.

El silencio de Cristina Fernández de Kirchner, de quién sólo se conoce lo que dijo el presidente Alberto Fernández -”tiene diferencias”-, agrava el cuadro de situación, que se completa con una oposición que entiende que mantenerse al margen de estas disputas oficialistas implica eludir la responsabilidad de la discusión del acuerdo con el FMI.

Maximalismos e incongruencias

Quién haya escuchado el discurso de Cristina Fernández de Kirchner en Tegucigalpa, durante la asunción de Xiomara Castro como nueva presidenta de Honduras, no debería haberse sorprendido por la postura del jefe de La Cámpora. La Vicepresidenta, en una ceremonia de investidura que escenificó una suerte de revival nostálgico y a la vez decadente del movimiento bolivariano, había dejado en claro que rechaza el acuerdo con organismos multilaterales de crédito, a los que tildó de ser ajustadores que repliegan al Estado para que irrumpan narcotraficantes, donde ya no hay escuelas.

La postura esgrimida por Máximo es, en esencia, la misma. Lo que no queda claro es, en todo caso, si la ex mandataria comparte la táctica elegida por su primogénito, que al priorizar su rol como referente de una facción -por cierto, minoritaria tanto en el Congreso como en la política real-, pone -una vez más- al borde de la ruptura al Frente de Todos.

Habrá que ver si esta supuesta “coherencia” ideológica que esgrime el ahora ex jefe de la bancada oficialista se queda solo en la enunciación y el relato, o se materializa en la salida del gobierno de alguno de los principales cuadros de la organización que lidera, y que en algunos casos -como el PAMI o la Anses- ostentan cuantiosos recursos estatales que les permiten sostener su presencia territorial y apostar a un proceso de acumulación política que los haga crecer de cara al 2023.

El difícil escenario legislativo

Esta vez, la tríada Fernández-Manzur-Massa, que ya había sido determinante para lograr el entendimiento con el FMI y evitar un nuevo y peligroso default, evidenció una mejor prestancia en el manejo de crisis, procurando transmitir tranquilidad, mostrando algunos gestos simbólicos de unidad (como la reunión entre Wado de Pedro y el Ministro Zabaleta) y, sobre todo, nombrando con gran rapidez al reemplazante de Kirchner: el rosarino Germán Martínez, hombre cercano a Agustín Rossi.

Martínez ya tuvo algunos gestos en la búsqueda de contener a parte de su bloque, una tarea que se vislumbra como altamente compleja. En las últimas horas, Leopoldo Moreau dijo -y luego se desdijo- que existía la posibilidad de que una parte del bloque planteara modificaciones al entendimiento; y su hija Cecilia -vice del bloque- sumó nuevas críticas a Guzmán y el acuerdo e insinuó libertad de acción para actuar “a conciencia”.

En el Senado de la Nación la situación no es mucho más propicia. No tanto porque allí es donde más talla Cristina, sino porque a los condicionamientos “ideológicos” en relación al acuerdo se suma la preocupación de los gobernadores, que esperan conocer los detalles del compromiso para ver si queda margen para realizar obras e inversiones, y si afectará la coparticipación. Claro está, los gobernadores están preocupados no sólo por la gobernabilidad durante estos dos años, sino por las perspectivas sombrías que un escenario de ajuste podría plantearles electoralmente.

Y, ¿la oposición? Por ahora, hay final abierto. Juntos por el Cambio sigue enfrascado en una puja interna por los liderazgos, lo que dificulta la adopción de una postura clara y homogénea. Algunas declaraciones de los sectores que representan a los “halcones” de la coalición insinuaron una línea estratégica que consistiría en esperar que el oficialismo se ponga de acuerdo para recién comenzar a hablar, exigiendo incluso -como si hiciese falta- un pronunciamiento de la vicepresidenta. Patricia Bullrich y Alfredo Cornejo afirmaron: “No votaremos un acuerdo que el oficialismo no avale en su totalidad”. Sin embargo, en las últimas horas, se conocieron declaraciones mucho más moderadas de Morales y Lousteau, quiénes aun con sus diferencias, plantean un rol más activo y autónomo del centenario partido.

Por último, ya comenzó a escucharse en algunos pasillos del palacio legislativo una idea para destrabar el conflicto legislativo, y que consistiría en derogar la obligación de que el acuerdo con el Fondo requiera de la aprobación legislativa. Aunque parece difícil que ello prospere, ya que simbólicamente implicaría reconocer la falta de consensos que reclama el Fondo y esperan los mercados, es un indicio más de lo complejo del panorama legislativo por estas horas.

¿La hora del albertismo?

En el entorno del Presidente hay quienes ven en esta crisis una nueva oportunidad. Tras episodios que se vienen repitiendo desde la derrota electoral de noviembre, como la “renuncia” masiva de ministros que no fue tal, el discurso de Máximo que boicoteó la sanción del Presupuesto 2022, o el viaje de la titular del PAMI y su segundo al caribe mexicano-, no son pocos quienes entienden que llegó el tiempo de un proceso de transformación del gobierno. Ello implicaría recortar la influencia K al máximo posible, y gobernar recostado en el poder de los gobernadores, la mayoría de los intendentes del conurbano y la CGT, apostando a que ello le permita no sólo sostener la gestión sino también impulsar una candidatura para 2023

Lo cierto es que Máximo Kirchner y La Cámpora ya eligieron, privilegiaron preservar su “identidad” y la construcción de un “relato” en el que ellos serían los herederos y guardianas de la herencia de Néstor y Cristina, ahora la pelota está en la cancha del Presidente. Por ahora, se mantuvo firme al ratificar a Martín Guzmán como negociador ante el FMI y reiteró que no cambiará una sola coma del entendimiento anunciado en Buenos Aires y Washington. Habrá que ver si esta vez se anima a dar un paso más para comenzar, de una vez por todas, a escribir la historia de su propio gobierno.

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