Sobre gestos y sutilezas

El momento elegido por Alberto Fernández de visitar Rusia dista de ser el ideal e impostar la retórica antiimperialista en vísperas de una ardua negociación con el Fondo no pareciera ser la estrategia más inteligente

Alberto Fernández y Vladimir Putin

En el mundo globalizado en el que vivimos, la diplomacia presidencial resulta una manifestación fundamental de la política exterior de un país, y cada visita a otro Estado representa una señal que los actores internacionales interpretan de distintas maneras. Las llamadas “giras presidenciales” son importantes para el crecimiento del país y el desarrollo de los lineamientos de política internacional; mucho más cuando hay negociaciones tan complejas con organismos internacionales y sus Estados miembros.

Las visitas de los máximos mandatarios son programadas con meses de antelación, pero la realidad es que el momento elegido por Alberto Fernández de visitar Rusia dista de ser el ideal, ya que se encuentra ensimismada en un conflicto de larga data con Ucrania, de repercusiones aún impredecibles. El reciente lunes, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debió reunirse de manera urgente por la crisis en Kiev. Los potenciales desenlaces de esta historia tienen en vilo a los máximos referentes de las relaciones internacionales.

Es en este marco que el Presidente de Argentina decide visitar Moscú, pero no con la crisis del Donbas, zona al Este de Ucrania, en la cabeza, sino con la renuncia del Presidente de la bancada del Frente de Todos en la Cámara de Diputados tras un entendimiento con el Fondo Monetario Internacional.

En la reunión entre Fernández y Putin, el mandatario argentino manifestó la necesidad de “dejar la dependencia grande de Argentina con los Estados Unidos y el FMI’' y la oportunidad de que Argentina se transforme en “la puerta de entrada de Rusia en América Latina”. Exagerar e impostar la retórica antiimperialista en vísperas de una ardua negociación con el Fondo no pareciera ser la estrategia más inteligente en estos momentos y más después de pedir al Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden que interceda a nuestro favor.

La desmesura del oficialismo termina exagerando la importancia estratégica de Rusia para Argentina. Rusia tiene una economía menor que la de países como Italia, Corea del Sur e inclusive Brasil. En un mundo en el cual las energías renovables adquieren cada vez mayor relevancia, la economía rusa se sigue basando en la producción de hidrocarburos, en la venta de carbón y gas. Hoy, Rusia se coloca lejos de los principales destinos comerciales de nuestro país: según datos del INDEC del 2021, se ubica en la posición 31 en el orden de los máximos consumidores de productos argentinos. Y si bien, siempre es loable la idea de diversificar la política exterior, se debe realizar con asidero en nuestras necesidades, con coherencia y tacto.

El camino de la diplomacia argentina debe basarse en la equidistancia de las potencias y comerciar con ellas para poder conseguir el mayor rédito posible. Rusia se encuentra 124 en el ranking de The Economist de calidad democrática, su presidente, tras más de dos décadas en el poder, podrá ser electo de manera consecutiva hasta 2036, y su respeto a los derechos humanos ha sido criticado por organismos como Amnistía o Humans Right Watch.

En las relaciones internacionales la sutileza en las expresiones se recompensa porque incide en el resultado final de los objetivos perseguidos. Lamentablemente, pareciera que el Presidente no entendió esto y sus declaraciones desafortunadas destinadas a su grupo interno terminan generando más inseguridades en un contexto que necesita de certezas.

Con estas actitudes y expresiones, realmente desconcierta la actitud del oficialismo, porque pareciera que hacen todo lo posible para boicotear el acuerdo alcanzado por ellos mismos. Necesitamos responsabilidad y templanza en el decir y en el actuar para garantizar el mejor acuerdo posible para Argentina.

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