En lo que va del año, los portales de varios diarios de EEUU y Europa registraron la violencia narco en Rosario como noticia internacional relevante. Puede ser útil recordar lo que sucedió entonces con el crimen organizado en esa misma ciudad.
La Mafia se desarrolló en Argentina desde fines el siglo XIX y los años treinta del XX. Como sucediera en los EEUU, el surgimiento de este fenómeno estuvo vinculado a la inmigración italiana y en particular a la del sur del país.
La que adquirió mayor desarrollo en nuestro país fue la proveniente de Sicilia. Cabe recordar que 40% de los inmigrantes vinieron de dicho país y una amplia mayoría del sur, donde las condiciones socio-económicas eran más severas. Dicho porcentaje es más del doble del registrado en los EEUU.
La Mafia hoy sigue siendo un problema de seguridad importante para el Estado italiano y en el país del norte del continente, sigue dominando “negocios” importantes como el juego y el lavado de dinero.
¿Por qué Argentina pudo resolver este problema que EEUU e Italia no lo logró controlar?
Un libro de Osvaldo Aguirre permite constatar que ello fue consecuencia de una firme decisión política, articulada con un fuerte y generalizado reclamo en lo que hoy denominamos “sociedad civil”.
La noche del 23 de febrero de 1933 llegaron a la estación Retiro de Buenos Aires los restos del joven estudiante de medicina Abel Ayerza, perteneciente a una adinerada familia tradicional porteña.
Había sido secuestrado semanas antes por la Mafia que tenía como epicentro el sur de la provincia de Santa Fe. Ya el diario más popular de la época, que era “Crítica”, había recogido la caracterización de Rosario, como “La Chicago argentina” en alusión a las actividades de esta organización criminal en la ciudad.
Ayerza había sido secuestrado junto con su amigo, Santiago Hueyo, cuyo padre, Alberto, era Ministro de Hacienda del gobierno nacional. Posiblemente fue incluido en el secuestro por error. Es decir, sin que los mafiosos supieran de quién se trataba.
Ante el riesgo de que ello provocara que todo el poder del Estado se centrara sobre el secuestro y pusiera en riesgo a los delincuentes y a la organización a la cual pertenecían, Hueyo fue liberado.
El padre de Ayerza paga el rescate. Pero ya fuera para no dejar rastros o por un error en la transmisión de órdenes, el joven es asesinado. Encontrado su cadáver, es trasladado a Buenos Aires para ser enterrado.
El hecho precipitó la decisión del Presidente el General Agustín P. Justo,- electo catorce meses antes,- de llevar la lucha contra la Mafia hasta las últimas consecuencias. Los discursos en el entierro de Ayerza lo reclamaban, los diarios también y la opinión pública lo pedía.
El Ministro del Interior, Manuel Iriondo- nacido en Santa Fe-, públicamente exigió una acción enérgica del gobierno y toda la sociedad. La infiltración de la Mafia en la Policía de Santa Fe, planteaba dudas sobre la posibilidad de avanzar en el esclarecimiento del hecho.
El Presidente decidió que la Policía de la Capital -se transforma en Federal recién doce años después- se haga cargo de la investigación. Su Jefe, el Coronel Luis Jorge García, anunció una “campaña de limpieza” de la Mafia.
El líder de la siciliana en Argentina era Juan Galiffi, alias “Chicho Grande”. Se presentaba como un próspero hombre de negocios del sur de Santa Fe, con intereses empresarios múltiples, incluidos los caballos de carrera.
Al irse complicando el secuestro de Ayerza, se había traslado a Montevideo, a donde se extendían sus “negocios”. Al comenzar a circular su nombre y asumiendo que no había pruebas que lo vincularan al hecho, el 26 de febrero se presentó en Buenos Aires ante la policía para ser investigado y negó cualquier vinculación con el secuestro y asesinato.
Dos meses después, en un reportaje en el diario Crítica, rechazó la existencia de la Mafia. Pero la presión policial hace que el secuestro del hijo de un rico empresario de Rosario, Marcelo Martin, por el que se había pagado rescate y fuera liberado, y la detención del cuñado de Galiffi, Salvador Alfano quien dirigía un “negocio” de extorsiones, lo ponen en situación comprometida.
Pese a ello, es liberado por falta de pruebas el 11 de junio. Pero el gobierno lo expulsa recurriendo a la vieja ley de Residencia. En Italia se acerca al fascismo y muere de un ataque al corazón durante un bombardeo en 1943.
Previamente a este hecho, había asesinado a un rival, Francisco Marrone, apodado “Chicho Chico”, a quien dieron muerte cuatro “ahijados” de Galiffi, estrangulándolo con alambres.
Pero la hija de “Chicho Grande”, Agatha, que tenía 23 años cuando su padre fue expulsado del país, intentó reagrupar la organización. Tras fracasar en un golpe al tesoro del Banco de Tucumán cavando un túnel, el cerco policial se fue cerrando sobre ella y fue detenida el 23 de mayo de 1939, en las afueras de Rosario donde se había refugiado, al contar todavía con algunas solidaridades. Quedará presa nueve años en el Hospital de Alienados de Tucumán. No había cárcel de mujeres.
Murió en 1987. Quince años antes, su vida había sido filmada por Torres Nilsson y Telma Biral la interpretó. En esa oportunidad, realizó diversas notas y reportajes sobre su vida.
Cuando la inseguridad parece un problema sin solución y el narcotráfico una amenaza creciente frente a la cual no hay respuesta eficaz, cabe recordar que ocho décadas atrás, Argentina pudo resolver el problema de crimen organizado, que otros países no lo pudieron hacer.
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