Obispo de San Pablo, Brasil
El cardenal Arns fue obispo y Arzobispo de San Pablo durante más de treinta años (1966-1998), en una de las urbes más pobladas del planeta. Puso a la iglesia junto a los pobres, dio especial asistencia a la periferia física y existencial del pueblo, fue defensor de los movimientos populares, promovió la creación de “las comunidades de base”, formuló la denuncia y el acompañamiento de los perseguidos por la dictadura militar de 1964-1989, impulsó el diálogo interreligioso y asumió como una misión la visita a las prisiones y en forma personal la comprobación y denuncia de las torturas y la violación de los derechos humanos. Participó de la creación de organizaciones destinadas a erradicar para siempre la tortura.
“De esperanza en esperanza”
Fue su lema episcopal y con la espera de una larga vida la jugó muchas veces en especial durante el largo período de la dictadura, soportó amenazas y atentados con una admirable fortaleza y templanza con la seguridad de estar en las manos de Dios. Hijo de inmigrantes alemanes además de haber sido alumno de los más notables teólogos y filósofos europeos, en la Sorbona estudió letras y en ejercicio sacerdotal se consideraba discípulo de Helder Cámara y de Paulo Freire. Fue también autor literario, periodista y teólogo.
Arns fue un gran promotor de la necesidad de una renovación de la Iglesia más próxima a los fieles, en especial a los más pobres, el asumir una perspectiva de la realidad desde las periferias, más participativa dándole más responsabilidades a los laicos, más abierta, más comunitaria y en camino. Estuvo siempre en contra de la violencia a la que condenó asumiendo que “la violencia engendra más violencia”, combatió la indiferencia de los católicos ante el caído y su prédica en favor de la democracia.
Sencillez franciscana
En el ejercicio de su ministerio siendo el máximo jerarca de la Iglesia con la mayor población católica del mundo, fue portador de una sencillez franciscana. Con la firme voluntad de eludir las pompas y vanidades, en la coherencia entre lo que piensa desde el Evangelio, lo que predica y lo que vive, como si vivir el Evangelio fuera la forma de transformar el mundo en la dirección del bien, la verdad y la belleza. No dudó en poner en venta la sede de la residencia episcopal para reducir gastos y destinar fondos a las “comunidades eclesiales de base”.
Virtudes personales que, felizmente para la Iglesia, compartió con el entonces casi desconocido Jorge Mario Bergoglio quien a su vez se impuso no abandonarlas cuando le tocó asumir la más alta jerarquía de la Iglesia
El profeta
Su talante profético lo alejó de los conciliábulos ubicándose junto a los pobres. Impulsor de la reforma del Concilio Vaticano II vivió a lo largo de esas décadas intensas experiencias eclesiales. Su talante profético se alimentaba del espíritu franciscano al que -reiteramos -nunca renunció como pudiera esperarse que lo hiciera al llegar a la cúpula de Iglesia católica brasileña.
Puede decirse que el “no te olvides de los pobres” de su sucesor en el arzobispado de San Pablo Cardenal Hummes puesto en el oído de Bergoglio en momentos de consagrarse la voluntad mayoritaria del Cónclave del 13 de marzo del 2013, hubiera sido dicho por el propio Arns desde su retiro. E imaginamos cómo desde ese convento de monjas en las afueras de San Pablo, ese mismo día Pablo Evaristo oyó al nuevo Papa decirle al mundo: “Cómo me gustaría una Iglesia pobre para los pobres”. Su esperanza de un Evangelio vivido proclamado a toda la Iglesia católica del universo.
Un arzobispo comprometido
El cardenal Arns fue testigo privilegiado y protagonista de la vida religiosa y política de Brasil de la segunda mitad del siglo. En sus sermones, escritos y declaraciones públicas denunció sin atenuantes los crímenes y las torturas cualquiera fuere la víctima. Un alto mando militar increpó al Arzobispo por celebrar un acto religioso-ecuménico en la catedral de Sao Paulo el 31 de octubre de 1975 en recuerdo del periodista y dramaturgo judío Vladimir Herzog quien, crítico de la dictadura y de filiación comunista había sido detenido en el Comando del Ejército en São Paulo y apareció muerto en su celda el 25 de ese mes y año después de ser sometido a torturas. El alto mando increpó al Arzobispo por la ceremonia para recordar a “un judío” y este públicamente lo amonestó diciéndole: “…parece que olvida usted que Jesucristo era judío!”
Teología de la liberación y la violencia
El Arzobispo apoyo públicamente a dominicos que adherían a la teología de la liberación que fueron presos y torturados, entre ellos el escritor y teólogo Frei Betto.
Denunció la represión contra los sindicatos y los trabajadores y se pronunció a favor de sus luchas y reivindicaciones. La prensa adicta a la dictadura no le hizo bajar los brazos ni el tono de sus críticas.
De él decía su amigo Fernando Henrique
El presidente de Brasil (1995-2002) Fernando Henrique Cardoso, decía que las respuestas del Arzobispo de San Pablo cardenal Arns a los problemas fundamentales de Brasil hicieron de él “una de las figuras más importantes de la vida de nuestro país”. Cardoso y Arns fueron amigos y discrepaban y el cardenal no dejó de criticar al entonces presidente. No obstante lo cual, en una celebración en octubre de 1995, Cardoso dijo:
“El nombre de don Pablo quedará asociado para siempre al pensamiento y la ejecución de programas sociales destinados a alimentar la fe y a aliviar el sufrimiento de los más necesitados. Pero la importancia de don Pablo trasciende los límites de su misión dentro de la Iglesia. En él reconocemos también al luchador infatigable en favor de los derechos humanos y de los principios democráticos en Brasil. En los momentos más difíciles de gobiernos autoritarios don Pablo siempre fue una luz para confortar a los perseguidos y para denunciar los abusos de los opresores. Dichosa la comunidad que lo tiene en medio de ella. Don Pablo nunca perderá la esperanza de que la vida puede ser siempre mejor”.
Producida su muerte el 16 de diciembre de 2016 sus restos fueron acompañados por una multitud de fieles y sepultado en una cripta en la Catedral metropolitana de San Pablo. El ascenso de su alma fue acompañada por una emotiva e interminable ovación.
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