El largo y sinuoso camino al futuro es el diálogo

Para transitar hacia un país normal, debemos construir legitimidad. Para que esa legitimidad sea sostenible en el tiempo, y así construir un futuro, debe hacerse con diálogo transversal

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El Congreso está formado, mayoritariamente, por dos interbloques, dos coaliciones que en sus diferencias traen estabilidad al sistema político. Donde esta paridad falla, hace tiempo, es en el diálogo (EFE/ Juan Ignacio Roncoroni)
El Congreso está formado, mayoritariamente, por dos interbloques, dos coaliciones que en sus diferencias traen estabilidad al sistema político. Donde esta paridad falla, hace tiempo, es en el diálogo (EFE/ Juan Ignacio Roncoroni)

“¿Camino? Adonde vamos no necesitamos... Caminos”. En la Argentina del eterno retorno resuena la frase que cierra Volver al Futuro, pero no hay Delorean que cree líneas de tiempo alternativas. El camino al futuro es uno y, si nos involucra a todos, no puede querer construirse ignorando a quienes no piensan igual. Hoy el Congreso está formado, mayoritariamente, por dos interbloques, dos coaliciones que en sus diferencias traen estabilidad al sistema político. Donde esta paridad falla, hace tiempo, es en el diálogo. Hay fuerzas que pugnan por hacer de la ausencia de diálogo su bandera. Otros no pensamos así. Sin embargo, ¿cómo romper con la circularidad que impulsa la polarización y nos mantiene estancados?

Sin oírnos, no hay futuro posible. Hay quienes pese a la resistencia somos resilientes. Para las próximas elecciones hay dos largos años y toda una serie de problemas graves que trabajar. Nuestro horizonte como legisladores no puede ser la próxima contienda electoral, sino las trabas que imperan para emprender, para exportar, para producir ingresos genuinos a una economía que ha visto reducir su tamaño. No es cierto que no hay posibilidad de diálogo y hasta los más duros se ponen de acuerdo cuando hace falta. Por más que en redes sociales o en el debate la voz se engole o se temple, cuando fue tiempo de consensos para un protocolo de funcionamiento de la Cámara de Diputados durante el COVID-19, allí todos fuimos parte del debate con resultados concretos y satisfactorios.

De estos dos años particulares, más que nunca sabemos que no podemos seguir trabajando sin datos públicos confiables, actualizados, funcionales. Conseguir datos en la Argentina no puede ser un trabajo, debe ser un servicio. Con más acceso hay más control y mayores posibilidades de crear políticas públicas eficientes.

Esas políticas deben ser ejecutadas por Ministros que al asumir hagan un balance de su área y los objetivos que tienen para su cartera. Es lo mínimo. Pueden hacerlo en alguna de las 46 comisiones del Congreso que trabajan distintos temas, de cara a la sociedad. De esta forma puede evaluarse públicamente la idoneidad y los alcances de los distintos sectores en los que se divide el poder ejecutivo.

Y si de trabajar hablamos, es inobjetable que hay un déficit en la formación laboral. Para adaptarse a los nuevos mercados, la educación en nuevas herramientas debe ser continua y acorde a la habilidades que hoy hacen falta para lograr trabajos de calidad y que generen valor económico y social. Hoy el debate debe ser cómo sancionar las leyes que logren incluir a más personas en el mercado de trabajo y no sólo legislar para el universo sindicalizado, que es cada vez más chico.

Estos tres puntos que señalo son proyectos que he presentado durante el 2021. Los cito por ser propios, pero podría hacer la lista con otro grupo de los cientos de proyectos que se presentan y no alcanzan un destino. A veces es imposible hasta consensuar una reunión de comisión para no ponernos de acuerdo. Este es un punto institucionalmente clave. No solo debemos abordar los grandes temas como impuestos, deuda, etc., y por supuesto el presupuesto no puede ser discutido en 3 días, cuando deberían ser varias jornadas para evaluar cabalmente la ley de leyes. Pero hay otros miles de temas que influyen el día a día de los argentinos que deberían poder ser abordados y no lo son por esta dinámica del silencio, intransigencia y tramites exprés. No podemos contar en la imposición de temas por parte de un sector para que las agendas avancen. Ya sean las SAS, la ley de alquileres o la de humedales, son muchos los temas que no avanzan por este control férreo de la agenda del silencio.

Para transitar hacia un país normal, debemos construir legitimidad. Para que esa legitimidad sea sostenible en el tiempo, y así construir un futuro, debe hacerse con diálogo transversal. Martín Lousteau incluso propone un trabajo colectivo para alcanzar ese horizonte y usa la palabra conversar “porque es girar con el otro una conversación para entender las restricciones que existen, pero también las alternativas concretas que tiene la Argentina para salir de donde está”. Y entiende que eso no está iniciado aún. Encerrados en espacios endogámicos, que se apoyan en el número por sobre la calidad de la propuesta, no vamos a encontrar el consenso necesario para avanzar ni vamos a desarrollar las herramientas acordes al nudo que pretendemos desenredar. Primero habrá disenso, y no está mal, porque significa que el diálogo está en marcha. Pero ese diálogo debe derivar en puntos de coincidencia y construcción colectiva. La legitimidad no es solo sobre la agenda a tratar o las propuesta a realizar, sino también las dinámicas para alcanzar una solución conjunta. Si no las soluciones no vendrán y los electores, más temprano que tarde, irán en su búsqueda a otra parte.

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