En su visita a Honduras para asistir a la asunción de la presidente electa Xiomara Castro, Cristina Kirchner volvió a servirnos esas dialécticas a las que nos tiene acostumbrados a los argentinos donde mezcla todo con todo, conecta cosas inconexas, reescribe la historia, manipula hechos. En fin, una Cristina auténtica, mentirosa.
En primer lugar, puso en un pie de igualdad a líderes totalitarios, populistas, demagogos y hasta asesinos como Daniel Ortega de Nicaragua, Nicolás Maduro de Venezuela y los Castro en Cuba, con nuestros padres de la patria, verdaderos estadistas entregados a sus pueblos que encarnaron las luchas independentistas llenas de anhelos de libertad de principios del SXIX. Un delirio que excede los peores calificativos peyorativos.
Pero un poco más adelante su alucinación antiliberal la llevó a decir que el achicamiento del Estado que propone el liberalismo trae como consecuencia, narcotráfico, falta de salud, polución ambiental, falta de trabajo, que los poderosos se hagan más ricos y muchas otras plagas más. La realidad Argentina demuestra que Cristina miente.
La verdad no sé qué será liberalismo para Cristina, pero en los últimos 150 años, Argentina tuvo una etapa liberal de casi 40, desde fines del siglo XIX hasta principios del siglo XX, durante la cual experimentó las tasas de crecimiento económico más altas y sostenidas de su historia, que la transformaron en uno de los países más ricos del mundo. Su motor fue la gloriosa Generación del 80 que hizo realidad el ideario liberal de la Constitución de 1853 de Juan Bautista Alberdi. Fue ella la que protagonizó hitos populares históricos como por ejemplo la ley 1420 de educación escolar obligatoria, gratuita y laica. Sí, lo verdaderamente popular (todo lo contrario al populismo) es el liberalismo porque busca que a través del esfuerzo, el trabajo competitivo, el estudio, la formación, la competencia, el individuo tenga la autoestima alta, la capacidad de discernir y elegir en libertad entre diferentes alternativas.
Luego Argentina tuvo una segunda etapa de profundas reformas promercado después de la caída del Muro, a finales de los 80, durante la Presidencia de Carlos Menem, cuando se desreguló la economía, se privatizó (de manera prebendaría y monopólica) una gran cantidad de empresas públicas y se abrió algo la economía al comercio mundial. Fruto de esas reformas estructurales liberales volvimos a ser un ejemplo para el mundo. Un mundo ya más chiquito y reducido a los emergentes (a diferencia de la Generación del 80) debido a nuestra decadencia, pero ejemplo al fin. Pero lejos de ser una política liberal, el déficit fiscal de esa etapa financiado con deuda externa provocó un atraso cambiario y una acumulación de pasivos que terminó en la hecatombe de 2001-2002. El perverso matrimonio Kirchner y sus fanáticos, la aprovecharon para instalar la idea que la crisis había sido por culpa de la libertad y las reformas promercado que tuvimos durante los ´90 (mentira, fue el déficit fiscal, como siempre) y volvieron todo para atrás con una contrarreforma cavernícola, cosa que todavía sufrimos hoy con una Argentina aislada del mundo, con problemas de abastecimiento de energía, baja productividad, salarios de hambre y una literal explosión de la pobreza, la miseria y la inseguridad.
Así que las etapas con más o menos liberalismo en las cuales se redujo el tamaño del Estado o al menos éste ocupaba el rol que le dan los libros de teoría de las finanzas públicas de las principales universidades del mundo en vez del accionar que le asignan delirios como “Vivir con lo nuestro” (Aldo Ferrer) o “Las venas abiertas de América Latina” (Eduardo Galeano), fueron buenas para el país, buenas para la gente, buenas para el pueblo.
Hasta acá la refutación a la idea que Cristina permanentemente pretende implantar de que el liberalismo -sintetizado (de manera maniquea) como la defensa de un Estado chico- va contra el pueblo y perjudica a la gente. Falso Cristina, la libertad no genera crisis.
Pero además, Cristina miente al hacer una apología del tamaño del Estado, porque a pesar que el sector público aumentó la enormidad de 100%, o sea, se duplicó en términos reales en el último medio siglo pasando de 20% del PBI a más de 40% del PBI (el 80% de ese aumento fue durante los 12 años de kirchnerismo 2003-2015) tenemos a la provincia de Santa Fe (una de las más importantes del país) directamente tomada por los narcos; sufrimos la podredumbre del Riachuelo alrededor del cual viven millones de compatriotas con pieles escamadas e infecciones varias; cuatro millones viven en villas miseria; seis millones de trabajadores lo hacen en negro, totalmente precarizados, sin ninguna justicia social, con salarios de hambre; el Estado emite todos los meses más de 20 millones de cheques para beneficiarios de planes sociales que están fuera del sistema; la mitad de la población es pobre; más de 70% de los chicos del conurbano son pobres; la política sanitaria durante el COVID fue un desastre al punto que llegamos a ocupar el cuarto lugar en el mundo en cantidad de muertos por millón de habitantes (además de la infamia del vacunatorio VIP y las fiestitas en Olivos del Presidente y la Primera Dama); la educación pública está destruida; los poderosos son cada vez más poderosos y más truchos (nuestros Bill Gates son Lázaro Baéz, Cristóbal López, por ejemplo); muchos buenos empresarios se van del país; lo mismo que mucho de los jóvenes más calificados, etc.
O sea, tenemos un estado gigantesco como el que quiere Cristina y al mismo tiempo con todas las plagas que Cristina niega que sufriríamos con un estado gigantesco.
¿Por qué?
Por un lado, el Estado en general, ha sido cooptado por mafias, chantas, vagos, ñoquis y tranzas que lo usan para hacer negocios prebendarios y corruptos en vez de prestar bienes públicos para la gente como seguridad, justicia, diplomacia, fuerzas armadas y educación y salud básicas. Por otro, ese tamaño del Estado elefantiásico, al exceder por mucho a la montaña de impuestos que los Argentinos pagan, ha generado tanto déficit fiscal que seis veces, seis planes económicos (todos los que tuvimos en los últimos 50 años), han estallado en crisis inflacionarias (Plan de Inflación 0 de Gelbard en el Rodrigazo, el Plan Austral en la hiperinflación, el de los Kirchner, las devaluaciones de Macri) y/o de deuda (Plan de Martínez de Hoz en las devaluaciones locas de Lorenzo Sigaut, la Convertibilidad en la crisis 2001-2002 y el de Macri en la crisis de 2018) que destruyeron vidas, sueños, esperanzas, empresas, comercios, emprendimientos de millones de Argentinos y han hecho explotar la pobreza y la miseria.
Para finalizar. De nuevo: al revés de lo que dice Cristina, los países donde la gente vive bien, son LIBRES. Libres de impuestos salvajes que le sacan la mitad del año de trabajo contra nada (o sea, le roban seis meses de trabajo), libres de las mafias sindicales que casi toda la clase política apaña, libres de empresarios truchos a los que personajes como Cristina los llenan de negocios turbios, libres de políticos profesionales que destruyen el país, libres de intervenciones totalmente antidemocráticas a la Justicia.
Para tener una idea de la explosión de creatividad que puede provocar en el ser humano, en Eslovaquia (parida por la extinción de Checoslovaquia con la caída del Muro de Berlín en 1989) en poco más de 30 año de vida ya fabrica un auto volador mientras acá el desastroso estado de nuestro caminos, convierte cada pequeño viaje en una odisea que pone en riesgo nuestras vidas.
“Los pueblos siempre vuelven”, repitió Cristina en estos días en Honduras. En realidad “los pueblos siempre están”... para ser ricos o pobres. El camino miserable de Somalia al cual nos llevan las ideas de Cristina y sus ídolos totalitarios de América Latina está disponible, pero el de la pequeña Eslovaquia con seis veces más ingreso per cápita que Argentina también.
La libertad y jugarse por ella, es lo que marca la diferencia.
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