Argentina y FMI: en la previa a un nuevo default

El país fue grande exportando al mundo y 80 años después ya no comercia ni con sus vecinos. No es casualidad, el populismo sólo sobrevive en economías cerradas

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La directora gerente del FMI
La directora gerente del FMI Kristalina Georgieva y ministro de Economía Martín Guzmán (REUTERS/Remo Casilli)

El acuerdo entre el Gobierno y el FMI está empantanado, si es que alguna vez arrancó, por lo que Argentina se encamina a un nuevo default. Será el número 10 en toda su historia: 1827, 1890, 1951, 1956, 1982, 1989, 2002, 2014, 2020 y en breve 2022. La mitad declarados por el PJ.

Las diferencias de opinión entre Argentina y el FMI no son por detalles, son diferencias de fondo. Son de modelo económico.

Al FMI no le interesa discutir si el déficit fiscal será medio punto más o medio punto menos porque no lo piensa financiar. Lo que propone el FMI es que Argentina salga del actual modelo económico para que su economía se torne viable. Que se actualice, que ponga reglas y leyes similares al resto del mundo como plataforma para salir a buscar su espacio en el comercio internacional. Para que el aumento de sus exportaciones permita crecer y claro, pagar sus deudas.

La globalización también globalizó la forma de hacer macroeconomía. Es que para poder comerciar con el mundo y atraer inversiones, se necesita un piso mínimo de economía de mercado que Argentina ya no cumple.

Las restricciones en el mercado de cambio hacen a la Argentina una trampera de dólares, donde podés ingresar... pero no salir

Se necesita un pack básico de leyes comerciales, laborales, tributarias y cambiarias que Argentina ya no tiene. Se quedó en el tiempo, o más bien, la llevaron al pasado. Argentina habla un idioma que imposibilita la interacción con el resto del mundo. “Cepo”, “brecha”, “control de precios”, son algunas palabras de esta lengua perdida en el sur del continente americano que no le permite interactuar con el resto del mundo. Idioma que sólo habilita negociados con un puñado de dictaduras como Cuba, Venezuela o Angola, quedando afuera del mundo civilizado.

Las restricciones en el mercado de cambio hacen a la Argentina una trampera de dólares, donde podés ingresar... pero no salir. Todas las regulaciones sobre el comercio exterior son anacrónicas e incluso inadmisibles en el marco de cualquier acuerdo de comercio internacional.

Desde el vamos el que exporta pierde piso el 50% por la brecha y luego los impuestos. Para el que importa, la suerte del negocio dependerá de cómo se despierte el burócrata de turno. Prendiendo una vela para que autorice los dólares, las importaciones, o ambas. Si el negocio se dedica al mercado interno, igualmente se tendrá que rezar para que el control de precios no toque la puerta o el sindicalista no quiera parte de la empresa. Que todo esto sea inconstitucional por no respetar el derecho a comerciar y el derecho a la propiedad privada, son detalles que la justicia dormida deja pasar.

Para poder comerciar con el mundo y atraer inversiones, se necesita un piso mínimo de economía de mercado que Argentina ya no cumple

La maraña de impuestos y regulaciones, además de asfixiantes, no lo entienden ni los argentinos, menos un extranjero. Walmart hace plata en todo el mundo, pero el año pasado se fue de Argentina tras acumular pérdidas en sus balances. A la empresa aerocomercial LAN con presencia en toda Latinoamérica, el propio gobierno la echó del país para que Aerolíneas Argentinas se quede con el negocio fronteras adentro. Las leyes laborales son copia del fascismo italiano, tan sesgadas que la mayor parte del mercado laboral ya es en negro. El único objetivo de estas leyes laborales es asegurar una sustancial caja a los sindicatos. Único país del mundo donde el sindicalismo maneja obras sociales y con sistema de unicato, para que la caja se la repartan entre cuatro o cinco.

Capitalismo de casta.

Las diferencias son de modelo económico, no de detalles. El corporativismo estatal emblema del capitalismo de amigos y de la patria contratista. Con este modelo económico Argentina no crece ni crecerá. Es anacrónico y obsoleto, nunca funcionó y los rebotes fueron gracias al precio de la soja. El resto se financió expropiando capital privado, tal como las AFJP, las reservas del BCRA, depósitos y varios defaults de la deuda pública.

Hay una realidad, el gobierno y su modelo económico tiene el respaldo del voto democrático. Quizás eso es lo más llamativo de Argentina. Que al ciudadano no le hace ruido tener en democracia, un modelo económico que solo imponen dictaduras. Es tan evidente que este modelo no genera futuro, que arrancó otro éxodo de jóvenes al exterior. Simple, si la globalización no entra en Argentina, no serán pocos los argentinos que se irán a buscar la globalización al exterior.

Las diferencias son de modelo económico, no de detalles. El corporativismo estatal emblema del capitalismo de amigos y de la patria contratista. Con este modelo económico Argentina no crece ni crecerá

El FMI sabe que el Gobierno argentino no se quiere ni sentar a la mesa a negociar, por lo que el organismo buscará la forma más elegante posible para tomar distancia de lo que viene. Cobrará más adelante, eso sí son detalles. El FMI no se desespera por firmar cualquier cosa, cobrará igual.

Argentina ya no tiene reservas, no tiene crédito y el saldo comercial no permite afrontar los vencimientos de su deuda. El default con el FMI no generará un nuevo 2002 porque no rompe la cadena de pagos dentro del mercado interno. Pero esfuma toda expectativa que Argentina encarrile su economía y sus cuentas fiscales, lo que alimentará más la brecha ante la oleada de pesos que no parará. En 2022 el déficit fiscal sumando los intereses de las leliqs, corre a un ritmo anual de 8% del PBI (5% Gobierno + 3% BCRA).

Argentina fue grande exportando al mundo y 80 años después ya no comercia ni con sus vecinos. No es casualidad, el populismo sólo sobrevive en economías cerradas. Ahí inventan sus propias reglas y se dividen los pocos negocios a dedo con facilidad.

La mitad del país ya es pobre y vive de la dádiva. La otra mitad subsiste y languidece con salarios que colapsan ante la transición al socialismo. El 90% de la población ya gana menos que el salario mínimo de Chile. Sólo casta política, sindicalistas, empresarios prebendarios, curros varios como derechos humanos y muchos jueces de vista gorda lograron progresar estas décadas. Los verdaderos dueños del modelo que hoy agoniza.

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