Las febriles y tardías negociaciones con el FMI nos van dejando algunas interesantes enseñanzas para pensar nuestra política exterior de corto, mediano y largo plazo. Comencemos por el supuesto entusiasmo que había en la variopinta coalición gobernante a fines del 2020 con el triunfo de los demócratas de la mano de Joseph Biden.
El argumento era que Trump era de derecha y amigo de Macri y que Biden representaba la socialdemocracia americana. Desde ya quien haya seguido las más de cuatro décadas de carrera política del actual anfitrión de la Casa Blanca, sabrá que nunca estuvo en él ala izquierda del partido.
Asimismo, en 1982 fue quizás uno de los Senadores que más rotundamente apoyaron al Reino Unido durante la guerra en el Atlántico Sur.
En YouTube están inmortalizados sus lapidarias criticas a Reagan y sus funcionarios por no dar un soporte aun mayor a Londres. Siempre es de esperar que cuando los dirigentes argentinos hacen afirmaciones como las del 2020 con respecto a proceso electoral en los EEUU haya mas de picardía que de ignorancia.
Una lectura un poco mas afinada, debería haber incluido recaudos cómo por ejemplo darle una mayor importancia a las violaciones a los DDHH en Nicaragua, Cuba y Venezuela. Agenda siempre presente en los gobiernos Demócratas desde 1977. La época en que la izquierda de nuestro país, excepto la más aferrada a las directivas de la URSS que se abstenía de confrontar el Proceso militar argentino, veía con buenos ojos a Washington, a la OEA, a las comisiones de DDHH de esa misma institución y de la ONU, así cómo la injerencia en los asuntos internos de los Estados. En este caso, él argentino. Gracias a la cual se salvaron numerosas vidas.
El triunfo de Biden debería haber motivado que en Buenos Aires se asumiera que las tensiones con Rusia y aún con China se agudizarían. Pero en especial con Moscú. También reconocer que con los gobiernos Demócratas suelen llegar a funciones políticas destacados personajes del mundo financiero de Wall Street, ya como paso durante Bill Clinton y Barack Obama.
Durante el 2020 y la primera larga mitad del 2021, los gobernantes argentinos, pusieron un marcado énfasis en el rol central de Rusia y China como proveedores de vacunas contra la pandemia iniciada en esa potencia asiática. Los EEUU eran mostrados como un actor secundario en esa carrera para que argentina obtuviese la mayor variedad y cantidad de dosis. Con el correr de los meses, se hizo más evidente la necesidad vacunas americanas.
En especial para los millones de argentinos menores de 18 años. Todo esto acompañado por los retrasos y dificultades que tuvieron los procesos de producción de algunas de las vacunas no estadounidense. Terminaríamos el 2021 con EEUU como el único país que nos regaló masivas dosis contra el COVID.
La realidad se fue imponiendo tarde pero seguro sobre el relato de hacer de éste tema una oportunidad para alejar a la Argentina un poco más del mundo occidental. Llegado a este punto, es inevitable percibir algunos ecos en común con las negociaciones con el FMI.
Más allá de las palabras y viajes a Moscú y Beijing, todos sabemos el peso central de la voluntad política de Washington en darle o no a la Argentina la oportunidad de sacarle la guillotina del cuello o al menos levantarla unos metros y ponerle un tubo de oxígeno al Plan VV23 o “Vamos Viendo hasta las elecciones del 2023″.
Tanto el tema vacunas como ésta cuestión financiera clave para evitar un colapso argentino aun mayor, demuestran la necesidad de una política exterior realistas y equilibrada. Con una pragmática y fluida relación con los EEUU, sin que ello implique deteriorar los vínculos con países claves como China, Rusia, Japón, Brasil, Alemania, Francia, México, etc.
El sector con más peso interno de la coalición gobernante y más apegado al relato, quizás pueda empezar a preguntarse si no es momento ir cambiando de sintonía y reconocer que la crisis socioeconómica Argentina de los últimos años y la pandemia, están generando una frontera temporal como fue el 2001 y 2002. Néstor Kirchner un gobernador centrista, pro privatización de YPF y de fluida relación en los 90 con Menem y Cavallo, supo leer esa realidad y montó un discursos respaldado por un buen manejo de las cuentas fiscales o los famosos y breves superávits gemelos.
Eso ya hace mas de 10 años no existe y por eso la desesperada negociación con el FMI. Ni la tan mencionadas tercera sección electoral en particular ni la inmensa mayoría de los argentinos en general, están interesado en jugar a la geopolítica y su adecuación a relatos.
Como siempre repetía Perón, la única verdad es la realidad y el órgano más sensible del hombre es el bolsillo.
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