Los padres de Fernando Báez Sosa, el joven de 18 años que fue asesinado de una manera brutal por ocho jóvenes de su misma edad, realizaron el 18 de enero pasado una oración interreligiosa en memoria de su hijo. Junto a la Asociación “18 de diciembre por el migrante” y la Comunidad Musulmana Ahmadía Argentina, ellos organizaron un acto en Villa Gesell, en el mismo lugar donde ocurrió el homicidio de su hijo hace dos años, con el fin de pedir justicia y transmitir un mensaje.
Eligieron el mismo lugar y el mismo día del crimen para responder al hecho de violencia y de odio con palabras de paz y de amor. Invitaron para ello a representantes del judaísmo, del islam y de diferentes iglesias cristianas en pos de simbolizar la unificación de la sociedad contra cualquier expresión de violencia.
Conozco personalmente a Graciela Sosa y a Silvino Báez, los padres de Fernando, desde hace ya un año, y he tenido la posibilidad de acompañarlos en diferentes actividades solidarias e interreligiosas. Nuestra amistad es también un lindo ejemplo de la fraternidad interreligiosa: ellos son devotos católicos y yo soy musulmán.
No obstante, considero que es nuestro deber como sociedad solidarizarnos, tanto con ellos como con todos los familiares de cualquier víctima de violencia. El islam enseña que uno debe desear para el otro lo mismo que uno desea para sí. Esta pauta incluye sentir el dolor del otro como si fuera el propio sufrimiento. La pérdida de un hijo es una herida en la vida que nunca cesa de sangrar. Por eso, dijo el fundador del islam, el profeta Muhammad (la paz sea con él), que cuando fallece un hijo de alguien es como si tal persona hubiera perdido una parte de su corazón. Sin embargo, después de estas palabras, el profeta también dijo que si los padres, a pesar de una desgracia tan enorme, siguen manteniendo fuerza y fe en Dios, los esperará un estado muy elevado en el más allá. Esto significa que por su mérito de perseverancia recibirán el amor y la piedad de Dios en esta vida y en la vida venidera.
Como expresión de amor al prójimo, debemos entregar todo nuestro apoyo y empatía hacia todos aquellos padres que han perdido una parte de su corazón para que mantengan la fe y la fuerza en los momentos más dolorosos de su vida.
Al mismo tiempo, debe ser nuestra obligación establecer la dignidad y la santidad de cada vida humana. El Sagrado Corán enseña que quien mata a una vida es como si hubiera matado a toda la humanidad. Por otro lado, señala también que quien salva a una vida es como si hubiera salvado a toda la humanidad.
Lamentablemente, no pudimos salvar la vida de Fernando, pero lo que todavía podemos hacer es evitar que haya más víctimas de violencia en nuestra sociedad. Por ello, es necesario que condenemos todas las formas de violencia y respetemos la vida de cada ser humano, sin distinción de religión, de etnia y de bandera política.
Tristemente, no podemos devolverles su único hijo a Graciela y a Silvino, pero podemos mantener vivo el recuerdo Fernando a través de marcar un antes y un después de su asesinato.
En conclusión, es nuestro deber apoyar a todos aquellos que son víctimas de la violencia y también es nuestro deber hoy pedir justicia con el fin de construir una sociedad cuyo lema principal sea “Amor para todos. Odio para nadie.”
*Marwan Sarwar Gill es teólogo islámico y presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Argentina
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