Defendemos la firmeza y valentía con la que la Casa Rosada lleva adelante la negociación con un organismo que otorgó un crédito para sostener al gobierno de Macri de manera ilegítima y que hoy pretende que caiga sobre la espalda de nuestro pueblo la responsabilidad de un ajuste que de ninguna manera se puede tolerar.
Hace poco más de dieciocho años Néstor Kirchner dio uno de sus primeros discursos como presidente de la Nación ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. En esa oportunidad, Néstor expresó una gran verdad: “Nunca se supo de nadie que pudiera cobrar deuda alguna de los que están muertos”. Esta certeza es la que debe servirnos de brújula en la negociación de la deuda. Hoy nos encontramos ante un escenario totalmente apremiante por el acuerdo desastroso que hizo Macri en 2018 a espaldas de toda la ciudadanía. Durante todo este año el Estado argentino debe afrontar vencimientos por capital, intereses y sobrecargos que suman un total de USD 19.115 millones y otro monto casi idéntico para 2023. A cualquier persona con dos dedos de frente le resultará evidente que es imposible realizar esos pagos sin que en nuestro país ocurra una hecatombe. Solo los delirios de Macri en su necesidad de ser reelecto con la complicidad del mismo FMI pudieron dar lugar a este préstamo que hoy en día ahoga cualquier posibilidad de resurgimiento. Resulta bastante llamativo leer en el último comunicado de Juntos por el Cambio que solicitan “un acuerdo serio” y piden su tratamiento en el Congreso. Parece que todavía tienen energías para seguir burlándose de la sociedad en su conjunto.
El camino para la solución del problema de la deuda que los argentinos y argentinas heredamos del macrismo debe partir de una posibilidad real de crecimiento y desarrollo sustentable, favoreciendo además el crecimiento de las exportaciones. No puede haber un acuerdo con el FMI que ate a generaciones de compatriotas al ajuste permanente y al sufrimiento que significa una intervención total sobre nuestra economía. Esto va de la mano con lo que declaró Martín Guzmán respecto a que “necesitamos tiempo para poder refinanciar esas deudas y que por ese tiempo no nos cobren una condicionalidad tal que detenga la recuperación y que inhiba la capacidad de desarrollo de Argentina en el mediano y en el largo plazo”. ¿Cómo podemos pensar una recuperación si el FMI nos pide achicar el gasto destinado a la generación de empleo y a dinamizar nuestra economía? Ningún acuerdo puede entenderse sin crear más puestos de trabajo y sin impulsar la producción nacional.
Hace tiempo que venimos planteando que primero está la deuda con el pueblo. Todos los acreedores deberán entender cuáles son las verdaderas urgencias de nuestra patria y que en ningún momento podrán postergarse para honrar este acuerdo criminal. Lo cierto es que la postura del Fondo de alcanzar el equilibrio fiscal en menos de dos años es totalmente ajena a la realidad. No solo por la particularidad de la difícil situación en nuestro país, sino por los efectos devastadores de la pandemia en todo el mundo. Es sabido lo que pasará de seguir esa receta: el ajuste fiscal tan abrupto provocará recesión, impactando en menos empleo, menos producción y más pobreza.
A contramano de ello está el camino que hasta ahora han seguido el presidente Alberto Fernández y el ministro Guzmán y es por ello que los movimientos sociales vamos a movilizarnos y a acompañar al gobierno. Ese camino, que es el correcto, es además bastante simple: primero crecer y después pagar. Y es así como pudimos observar los resultados del 2021 con un crecimiento de diez puntos de la economía, con indicadores que ya están por encima de los guarismos pre-pandémicos. No es un dato menor que estemos viviendo una de las mejores temporadas de verano de la historia del turismo nacional, como tampoco lo es el descenso del desempleo a niveles que no se veían desde hace más de cuatro años. El futuro de cualquier acuerdo deberá avanzar sobre esa base, sin comprometer esta recuperación, permitiéndonos crecer en los próximos años y comprendiendo esa gran verdad con la que Néstor nos supo alumbrar: “Los muertos no pagan”.
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