Señales débiles del 2022

A diferencia de lo que muchos creen, los evento imprevisibles llamados “cisnes negros” suelen ser detectables si prestamos atención a algunos indicadores escondidos en el ruido de la dinámica cotidiana

Cisne negro

¿Por qué algunas personas pudieron anticiparse a la burbuja de las puntocom en 2001 mientras la mayoría no lo vio venir? ¿Por qué hay quienes lograron identificar que la crisis de las sub-prime iba a estallar en cualquier momento?

Cuando se dan este tipo de situaciones, lo primero que se atina a decir es que fueron “cisnes negros”. Algo así como un evento impredecible, inesperado e imposible de anticipar. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, estos falsos cisnes negros son detectables si prestamos atención a las señales débiles.

Una señal débil podría definirse como un primer indicador de un cambio, transformación o problema emergente que, si bien no resulta evidente, puede deducirse si miramos con detenimiento. Estas señales suelen estar escondidas en el ruido de la dinámica cotidiana.

¿Cuáles son las señales débiles que tenemos que empezar a mirar en 2022?

Hacia un mundo híbrido: En 2020 nos enamoramos de la virtualidad. En 2021, ya muchos rogábamos por el regreso de la presencialidad, pero al mismo tiempo nos dimos cuenta que algunas de las comodidades que nos traía el mundo de las calls y los zoom no estaban nada mal. Quizás 2022 profundice la tendencia a la hibridez en la que se está moviendo el mundo. Un balance entre lo presencial y lo virtual. Entre el mundo de las redes sociales y “lo real”. El aumento de las mediatizaciones es un hecho.

Más redes, ¿más desinformación?: Si en su origen las redes sociales prometían descentralización informativa y poder ciudadano, hoy están mostrando su otra cara, la de la desinformación, las cámaras de eco algorítmicas y la simplificación del debate público. Todo parece indicar que esta tendencia se profundizará, volviendo el debate social cada vez más complejo en las democracias occidentales.

¿Propiedad digital?: NFT será una de las palabras del año. Y esto es porque representan un debate mucho más profundo, que tiene que ver con el paradigma y la relación entre bienes analógicos y bienes digitales. Pensemos por unos instantes cómo veníamos manejando el paradigma entre bienes analógicos y bienes digitales, por ejemplo la acumulación de libros físico vs. e-books. ¿Qué sucede con esa cantidad de bienes que juntamos y cómo los administramos? Lo que creo va a suceder con esto es el intercambio de bienes digitales de forma registrada. Otra pregunta que se viene a la mente es, ¿por qué en un mundo donde tenemos costo marginal cero de replicar estamos generando escasez digital?

Desigualdad y brecha digital: Según mediciones del Gobierno Nacional, más del 80% de los argentinos están conectados a internet. Este número parecía imposible hace sólo cinco años. Pero, mientras la brecha digital se va reduciendo, la desigualdad entre quienes tienen acceso a tecnología y los que no, se multiplica. ¿Conseguir turno para vacunarse? ¿Ir al banco? ¿Mostrar el pase sanitario? Hoy, no acceder a internet, también es no acceder a muchos otros servicios y bienes.

La importancia del bienestar: El bienestar físico, psíquico y mental es uno de los temas que –silenciosamente– va ganando una importancia trascendental en el siglo XXI. Y la pandemia lo dejó de manifiesto. El esfuerzo de distintos actores del sector público y privado por garantizar el bienestar de la ciudadanía en tiempos críticos fue mayor al realizado en cualquier otra época de la historia. Y eso es un factor con el que no dejaremos de lidiar en el mundo que se viene.

Bienestar digital: Las quejas por las familias cenando con el teléfono en la mano podían sonar exageradas y conservadoras hace unos años. Pero hoy son un síntoma de un problema mucho más profundo. ¿Usamos responsablemente la tecnología? En los últimos años empezó a circular el término de bienestar digital, que busca combinar el bienestar humano con el uso de la tecnología. ¿Cuánto usamos nuestro teléfono? ¿Cuánto deberíamos usarlo? ¿Usamos responsablemente las redes? ¿Estamos volviéndonos dependientes y adictos a la tecnología? Probablemente en el futuro miremos hacia atrás y veamos con horror la forma en que la estamos usando actualmente.

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