Cotidianamente, cuando camino por la calle o cuando voy en el auto, alguien me dice eso, que es lo que me hace pensar que muchos alguienes jamás creyeron que Nisman se suicidó. Afortunadamente, creo que nadie tiene que pedir permiso para pensar diferente, por lo tanto, un montón de alguienes y yo pensamos convencidos que a Nisman lo mataron para que no entregue lo que comprometía al gobierno de Cristina, y más lo pienso cuando veo los esfuerzos por demostrar lo contrario que hacen los que podrían llegar a estar involucrados en semejante magnicidio.
Claro que tengo miedo que me pase lo de Nisman, como un montón de argentinos que tratamos de luchar por la verdad o, por lo menos, por lo que se parece mucho a la verdad y cuando vemos la cobardía del pueblo argentino que no reacciona, que no pide la verdad que se conforma en encontrar la respuesta en el libro de Pablo Duggan y no en los tribunales, cuando observo que la comunidad judía lejos de movilizarse enérgicamente pidiendo la verdad, se calla la boca y solo se expresa con escuetos comunicados tratando de ser escuchada sin pensar que después de la AMIA, de la Embajada de Israel y la muerte de Nisman se termina la diplomacia y comienzan las medidas taxativas e inmediatas para tener respuesta de semejante papelón de la Justicia en ir dejando las causas enfriándose en los vetustos cajones de inoperantes tribunales.
Vergüenza, humillación y cobardía son 3 palabras que sintetizan la actitud de un pueblo dormido y cobarde que se conforma con la inocencia de Diego Lagomarsino o el sobreseimiento de Juan José Ribelli. Vergüenza, cuando vemos que las atrocidades ocurridas en la Argentina con el tiempo parecen convertirse en infracciones de tránsito. Vergüenza, cuando los amigos y sicarios de los extremistas se abrazan y festejan los pactos espurios del poder y la violencia. Asco y vergüenza, al ver la vista gorda de la ciudadanía 24 horas después de que pasó lo que pasó, votando nuevamente a los corruptos que propiciaron que pase lo que pase. Sinvergüenzas los que repitieron las afrentas a Nisman, los que hicieron la vista gorda, los cómplices de la impunidad y la mentira.
Bronca a los que hoy recuerdan a Nisman y se rasgan las vestiduras rumiando “en este país no hay justicia”, por eso por esa molécula de sangre judía que corre por mis venas que me da la dignidad para tener esta bronca y me da esta bronca para poder escribir esta nota. Esta nota en la que pido que terminen de una vez por todas de tenernos engañados, de hacer sociedades de silencio, de mentirnos con falsas verdades y operetas truchas, buscar silenciar y entréguennos la verdad, a los culpables -si los hay- de la muerte de Nisman y, de lo contrario, de no ser así, detalladamente lo que ocurrió esa noche. No podemos seguir sintiéndonos idiotas ni ser tomados de idiotas por los corruptos protagonistas de esta historia.
Que se haga justicia
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