Un gobierno que no funciona en la Argentina de los cortes de luz y los récords de subsidios a la energía

El presente nos enfrenta al dilema de los “idiotas de las Cataratas” o 335% de inflación en 10 años

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Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Alberto Fernández y Cristina Kirchner

Barak Obama, presidente de los Estados Unidos de América desde el 20 de enero de 2009 hasta el 20 de enero de 2017, en su libro Una tierra prometida (capítulo 22) expresa que “las rachas están en la naturaleza de la política y sin duda de la presidencia: hay momentos en que debido a un error estúpido o a circunstancias imprevistas, a una decisión sensata pero impopular o a un fallo de comunicación, la prensa se vuelve hostil y la gente te percibe incompetente”. El problema se agrava cuando se juntan la impericia, la estupidez y las malas rachas, conformando un combo muy difícil de superar, tanto que el propio Obama agrega: “… como los temerarios o los idiotas de antaño en las cataratas del Niágara, te ves atrapado en el proverbial barril, tambaleándose entre aguas turbulentas, golpeado y desorientado, sin tener muy claro adónde vas, incapaz de frenar el descenso, esperando el golpe contra el fondo y con la esperanza de sobrevivir al impacto”.

Los argentinos no estamos exentos a ese tipo de sentimientos. Con bastante frecuencia padecemos la sensación que nos meten en el “barril” y nos tiran a las Cataratas del Iguazú. Tenemos la responsabilidad de haber votado en el pasado como lo hicimos, lo que nos deja un presente complejo. No es sólo Alberto, ni Mauricio, ni Cristina. Es la suma de lo que hizo cada uno. Todos tienen su parte de responsabilidad en el problema -alguno más que otro- que hoy nos atrapa en el “barril” rumbo al precipicio. La política argentina se encuentra inmersa en la búsqueda de la derrota del otro, donde importa más la defensa del relato de lo propio y el descrédito de lo ajeno. ¿Las soluciones para los problemas del “pueblo”? Deberán esperar a que nuestra clase dirigente madure y deje de gobernar para ganar la siguiente elección y lo haga para solucionar los problemas para los que fue votada. Cristina en sus últimos cuatro años de gobierno nos dejó con 73% de inflación (con el INDEC “intervenido”), Mauricio con 160% y Alberto en los dos primeros ya supera el 100%. Es demasiado claro que venimos haciendo muy mal los deberes (en la última década superamos el 335% de inflación), lo que nos convierte en un país invivible.

Alberto Fernández, Mauricio Macri y
Alberto Fernández, Mauricio Macri y Cristina Kirchner

Miremos por un instante a 8.857 kilómetros de distancia: en 2008 Islandia cayó en una crisis financiera, colapsaron los tres principales bancos comerciales del país. Comparado con el tamaño de su economía, la debacle bancaria de Islandia es de las mayores a nivel mundial. Al final del segundo trimestre de 2008, la deuda externa de Islandia era de 50.000 millones de euros, más del 80% producida por el sector bancario. La crisis financiera tuvo gravísimas consecuencias para la economía islandesa. La moneda nacional sufrió una grave devaluación, las transacciones en divisa extranjera se suspendieron virtualmente (CEPO en criollo), y la capitalización bursátil de la Bolsa islandesa se redujo en más del 90%. Como resultado de la crisis padeció una severa recesión económica. Islandia consiguió recuperar su nivel de producción en el año 2017. En “todo 2021″ la inflación de Islandia fue del 5,1% . Solo en marzo de 2021 en Argentina llegamos a 4,8%.

Es posible salir de las crisis pagando los costos, asumiendo las responsabilidades y haciendo los deberes cómo se deben hacer, donde no tienen lugar el déficit fiscal y la emisión descontrolada. Las políticas económicas deben tener un sentido y una duración -que excede los cuatro años de un mandato- para que sean efectivas. Lo que está pasando con la energía eléctrica, los apagones y las tarifas subsidiadas es un claro síntoma de la impericia con que se gobierna. No es posible ir cuatro años para un lado y a los cuatro siguientes para el otro. Es tan absurdo como irresponsable. Perdemos coherencia. Creo que de hecho hace rato carecemos de ella. Mientras nos dejan atrapados en un barril a la deriva, en las Cataratas del Iguazú, la “política” ya se está ocupando de las elecciones de 2023, solo nos dejan discursos vacíos, para lo cual deben necesariamente manipular la realidad. Populismo y demagogia en su máxima expresión. En el medio los problemas de los argentinos siguen esperando una solución, mientras nuestro presidente se dedica a manejar su auto particular impostando una foto de lo que no es: un hombre común. Viaja en el avión de Messi, hace fiestas que rompen su propia cuarentena y goza de innumerables privilegios que no tiene el ciudadano común.

En la política modelo comida de avión (pollo o pasta), tanto el Frente de Todos como Juntos por el Cambio, son los “rejuntados” (coaliciones) que en teoría tienen chances de acceder a la Presidencia de la Nación en 2023, cuya carrera anticipada ya arrancó Alberto Fernández al postularse como candidato presidencial en internas abiertas de su propio Frente (la foto paseando en su auto no es casual). Queda claro que no les interesa encontrar soluciones a los problemas de la gente común, ni corregir sus propios errores o buscar los consensos que nos permitan empezar, de una buena vez por todas, el camino de salida de la crisis eterna que padecemos. No hay visión de largo plazo porque la política se sostiene en el “cortoplacismo”. La política argentina está en deuda con la sociedad, por caso durante 2021, año electoral, se gastó más en subsidios a la energía que en el presupuesto de salud en una proporción superior de $5 a $1, dato revelador que indica dónde están los intereses del “poder”.

Vivimos en un estado de crisis macroeconómica “cuasi” permanente. Cristina dejó su mandato el 10 de diciembre de 2015 con el dólar billete en $15, Macri se fue con $63, y Alberto arrancó su “segundo tiempo” superando los $200. Los argentinos estamos navegando rumbo a la tormenta perfecta. El problema es que lo que Alberto recibió mal, lo empeoró como consecuencia de su torpe administración. Los argentinos estamos viviendo la suma de todos los males. Los últimos catorce años fueron un concierto de desaciertos. El Estado hoy se financia con emisión. Aumentar la formalidad de la economía es una de las claves para salir de la crisis. Los que pagan impuestos no pueden seguir sosteniendo un estado bobo y mal administrado, pagando las gabelas que no pagan los que trabajan en la economía informal. Es como si en un consorcio de departamentos de cada 10 propietarios 4 pagan las expensas y 6 viven a costa de los primeros.

Alberto Fernández
Alberto Fernández

Que la coalición de gobierno haya sufrido la pérdida de cinco millones doscientos mil votantes es una señal clara de que no se está gobernando bien. Los indicadores económicos y los índices de pobreza e indigencia acompañan, desde la lógica, esa fuga masiva de votantes. El plan “platita”, de claro tinte populista, no rindió los frutos deseados. Tampoco el achatamiento de las tarifas que posee en sí mismo un concepto ideológico errado: el cristinismo entiende que si aumentan las tarifas de los servicios se pierden las elecciones. Macri en 2017 las aumentó y ganó. Alberto en 2021 las “aplastó” y perdió. El problema es que los cortes de luz los seguimos sufriendo todos, pese a la dilapidación de recursos del estado en subsidios a ese sector. El alejamiento de los votantes del modelo populista que les dio “platita”, subsidios, tarifas a precios regalados, etc., podría ser explicado con un argumento muy simple: no hicieron bien su trabajo, no resolvieron los problemas para los que fueron votados, es más, los agravaron.

Ínterin hay ciertos hechos que no deben pasar desapercibidos, mientras Alberto pasea en auto durante el verano porteño, el dirigente piquetero Luis D’Elía convocó a una marcha para echar a los miembros de la Corte. Unos días antes se había reunido con el Presidente. Hasta ese punto estamos frente a una idea despistada de una persona extraviada. Luego recogió el guante el viceministro de Justicia de la Nación, Martín Mena. Finalmente, con las declaraciones del propio Presidente, el hecho cobra una gravedad institucional inusitada. No respetar la Constitución Nacional y la división de poderes es otro empujón más hacia el borde del precipicio. Como Presidente de la Nación, si afirma que el Poder Judicial no funciona él también es parte del problema. La embestida de Alberto contra la Corte no hace más que evidenciar que las preocupaciones del Gobierno pasan por un lugar diferente al de la solución de los problemas reales de la gente, como los recurrentes cortes de luz en un verano caliente. Tenemos un país digno del Guinness con récord de temperatura, récord de cortes de luz, a la vez que en 2021 el sector tuvo subsidios por 1 billón de pesos, otro récord nacional y popular, récord de contagios, récord de inflación, récord de pobreza, y récord de cepos, entre los más destacables (no son todos).

Lo segundo que no debemos perder de vista, mientras navegamos a la deriva por el Río Iguazú rumbo al colapso y el titular del Poder Ejecutivo juega a los autitos chocadores con la Corte, es el acuerdo con el FMI. Alberto ya se fue a “marzo”, y nos enfrentamos al riesgo serio de caer, otra vez, en default. Si no se ajusta el gasto fiscal -que es tanto como pegarse un tiro en los pies para el cristinismo- las chances de cerrar un acuerdo se alejan. No tenemos los recursos necesarios para afrontar los USD 2.800 millones que vencen a fin de marzo, con lo cual sin un acuerdo que permita postergar las obligaciones de pago y ordenar una economía ya quebrada, poco o nada quedará de margen de maniobra para la “administración” de Alberto. En lugar de eso, se ocupa de atacar a la Corte, de pensar en Milagros Sala, mudar la Capital o pasear en auto. Parece una joda para Tinelli, pero no lo es.

El Presidente, infringiendo gravemente sus deberes constitucionales, se queja de que la Corte Suprema de Justicia de la Nación no funciona bien. Nada dice de que su gobierno funciona horriblemente mal. Ejemplos sobran. El enorme endeudamiento de este gobierno, los recurrentes cortes de luz, la pobreza, el narcotráfico descontrolado y la inflación que no para. También que “ordene” a sus funcionarios que cumplan el credo cristinista de vacacionar fronteras adentro (luego de que prohibiera la compra de pasajes en cuotas) y aparezcan torpemente Luana Volnovich (titular del PAMI y una de las funcionarias que presentaron su renuncia en septiembre pasado por orden de Cristina), junto a su pareja el segundo de ese organismo, veraneando en el caribe mexicano, a lo que se suma el ministro de Hábitat Jorge Ferraresi vacacionando en Cuba junto a su esposa que es funcionaria pública, expone la hipocresía del relato de la forma más cruda posible. En ambos casos siguieron activos en sus redes sociales fingiendo una actividad que no era tal. ¿Nadie les pidió la renuncia?

Los funcionarios que no funcionan son muchos, incluido el Presidente que no tiene control sobre su propia tropa, y ni qué hablar de las huestes cristinistas. El Gobierno que no funciona nos encerró en un barril, nos tiró en el Río Iguazú y vamos a la deriva, sorteando a los golpes los 275 saltos que tiene el recorrido, y a punto de llegar al último y más alto: el Salto del Diablo. Agárrense fuerte, el golpe va a ser duro.

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