Los tabúes del atraso

Hoy hablamos de lo “políticamente correcto”. Pero de no adoptar cambios, serán derrumbados los límites de la sociedad republicana y democrática

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Hay términos que permiten explicar situaciones sociales de manera clara, aunque en determinados momentos históricos son cambiados por otros que, en realidad, plantean los mismos dilemas. En esa línea, hoy hablamos de lo “políticamente correcto” y su correlato con la idea de “cancelación” ante su transgresión. La “cancelación”, esto es borrar al transgresor de las redes sociales e ignorar su persona, que pasa a ser despreciada, importa tanto como antes separar al hereje del medio social aunque sin llegar a quemarlo materialmente en la hoguera.

El concepto de lo “políticamente correcto” es el mismo con el que no mucho tiempo atrás hacíamos referencia al TABÚ, como aquello que no podía ser transgredido sin consecuencias. Se lo ha definido como ‘Prohibición de tocar, mencionar o hacer algo por motivos religiosos, supersticiosos o sociales’ y ‘cosa sobre la que recae un tabú’ (Diccionario panhispánico de dudas 2005, Real Academia Española).

Mereció alguna explicación en la línea de “los castigos sociales, morales, de seres superiores demoniacos o divinos y propios del tabú (individuales) que acarrea la violación de su frontera (FREUD, 2000: 29), por el hecho de que se considera una categoría de construcción cultural, la cual, se contextualiza de acuerdo al espacio en el que se desarrolle, y tal como lo afirma Pedro Chamizo, en todas las sociedades hay objetos tabú, lo que cambia es lo que es tabú (CHAMIZO, 2008: 35) y Freud “habremos de reconocer que no existe un solo pueblo ni una sola fase de la civilización en los que no se haya dado una tal circunstancia” (FREUD, 2000: 33)” - Citados en TABÚ: “Lo que no debes ver, escuchar, decir… Lo PROHIBIDO” de Isabel Cristina Calvette Cormane para la Pontificia Universidad Javeriana. -

Creo que la figura del TABÚ permite entender algunos de los dilemas sobre los que tanto se habla y escribe hoy por hoy en nuestro país, referidos a las causas de nuestra prolongada detención en los procesos de desarrollo. Resulta muy difícil a los extranjeros entender los motivos por los cuales un país con los recursos naturales, materiales en general y humanos de la República Argentina, tiene un estancamiento permanente en su crecimiento económico, una inflación endémica, un marcado deterioro en sus niveles de educación escolar y un crecimiento sostenido de la pobreza, generando actualmente increíbles porcentajes de exclusión social y un asentamiento de la violencia organizada.

Percibo que una de las causas que nos impiden salir de semejante proceso de deterioro está en el tabú impuesto por determinados discursos aceptados por las clases dirigentes como “políticamente correctos”, cuya transgresión se presenta como el preámbulo de la caída del hereje en el infierno y amenaza a quienes lo planteen con una “cancelación” en los medios sociales y/o un repudio generalizado de los estamentos políticos. Son temas que han adquirido la categoría de “sagrados” y que los “profanos” no pueden siquiera evaluar sin grandes costos personales para una vía de escape a la referida decadencia sostenida. Veamos algunos:

1.- La protección del empleo. No hay empleador privado que esté tranquilo contratando trabajadores, porque sabe que asume enormes costos colaterales, como

las elevadas cargas sociales por aportes jubilatorios, y si por cualquier circunstancia tiene que romper el contrato de trabajo deberá pagar encima altos costos indemnizatorios, sin contar las reiteradas “prohibiciones de despido” o dobles indemnizaciones. Por ello, las normas creadas para “proteger al trabajador” terminan siendo un impedimento para la movilidad y crecimiento del empleo; que, como consecuencia de ello se contrata al margen del sistema legal -en negro - y ello deriva finalmente en la industria del juicio abonada por altas penalidades en favor del empleado. Lo cierto es que en el mundo occidental existen formas más ágiles y convenientes para todas las partes de contratación de empleo y seguros de desempleo y jubilación, pero en la Argentina es imposible siquiera plantear las opciones que podrían simplificar los convenios de trabajo, dar transparencia a las contrataciones y generar mayores opciones laborales.

2.- El sistema sindical. Pese a que la opinión general del sindicalismo es muy mala y se lo considera altamente corrupto, violento, enquistado en el sistema político, patotero e inoperante, cuando no una seria traba para el progreso económico de la sociedad al imponer monopolios, no existe hoy por hoy la opción de cambiar la estructura sindical establecida desde mitad del siglo XX. Se puede afirmar que en el inconsciente colectivo existe la idea que, aún con todos esos defectos, constituye un sistema de protección del trabajador que sin tal estructura estaría desamparado frente al maléfico “capital”, pese a que los resultados prácticos son evidentemente negativos y en general las obras sociales vinculadas a los sindicatos prestan servicios deficientes. La libertad de opción sindical, que garantiza el art. 14 bis de la Constitución Nacional, sería el camino para mejorar el sistema rápidamente, a través de la libre elección de donde afiliarse, está restringida por una ley intocable pese a ser inconstitucional.

3.- La riqueza y el capital son enemigos de los trabajadores. El criterio según el cual existe necesariamente una lucha de clases entre ricos y pobres, heredado de la prédica marxista y adoptado por el denominado progresismo, está instalado en el sentido común argentino. Países con similares condiciones en materia de recursos materiales y humanos a la Argentina, y aún con menos recursos, crecen sistemáticamente mientras nosotros estamos estancados hace seis décadas, aproximadamente. Una diferencia en ese aspecto está constituída por la aspiración de progreso de la gente y el respeto al mérito, que se pierde cuando uno se considera parte de una “clase” inamovible, enfrentada a otra “clase” que se ve como enemiga. Por ejemplo, cuando la pegadiza marcha peronista incorpora de manera subliminal que conquistó al pueblo “combatiendo al capital”, establece un criterio descalificador del ahorro y del progreso al tiempo que marca un límite social. Pero está instalado el criterio que la diferencia de clases demanda privilegiar al pueblo por sobre el “capital”, destruyendo de ese modo las opciones de progreso y aumentando la pobreza.

4.- El Fondo Monetario Internacional y los “fondos buitre” son instrumentos de opresión y “ajuste”. Este criterio instalado, o que se pretende establecer como premisa, es un modo de justificar una fiesta eterna de gasto público, que termina siempre en hiperinflación, aumentando sistemáticamente la pobreza. Se ignora con tales premisas que el Estado se financia de tres maneras: impuestos, crédito y emisión monetaria. Las tres formas tienen límites, pues la presión impositiva lleva a la evasión cuando se hace insoportable, el crédito se agota cuando no se lo puede pagar y la emisión desmedida lleva a la hiperinflación. El problema se plantea, entonces, por el exceso de gasto público y cuando se lo pretende encauzar en los límites de los recursos, se recurre al eufemismo del maldito “ajuste” para impedirlo, considerando que tal ajuste recae sobre los hombros del pueblo. Pero, lo cierto es que es una premisa falsa, porque con la inflación el pueblo termina pagando el gasto de la peor manera. Los organismos de crédito internacional prestan dinero, no para sojuzgar sino para financiar proyectos de crecimiento, el mal uso del dinero, para financiar gasto innecesario, lleva a la imposibilidad de pagarlo y de allí las demandas de los acreedores. Pero, en el sentido común creado en la gente indica que el culpable es el acreedor y no el deudor, lo que quita responsabilidad al gasto desmedido.

5.- Tengo derecho a… El benéfico avance en materia de derechos humanos durante el Siglo XX, ha creado sin embargo una ilusión relativa a que el Estado debe cargar con todas las demandas de felicidad individuales. Ahora, el derecho a la salud implica el derecho a la salud psiquica y esta incluye mi percepción de belleza, por lo que tengo derecho a que me pague alguien las cirugías plásticas; tengo derecho al aborto y que me lo pague el Estado; tengo derecho a la luz, el gas e internet y que los pague el Estado; tengo derecho a la vivienda y que la pague el Estado; tengo derecho a planes sociales sin límite de tiempo y contraprestación útil; tengo derecho a jubilarme sin aportes previos; tengo derecho a que el Estado se haga cargo de los efectos de delitos cometidos por particulares; tengo derecho a internet, salario y aportes jubilatorios si estoy preso por haber cometidos delitos; reclamo que haya un ministerio por cada derecho o que no se lo desarticule si fue demagógicamente creado, etc. etc. Pero, el Estado somos todos y sus recursos limitados, no obstante lo cual es “políticamente incorrecto” poner límites o buscar opciones a esas demandas y por lo tanto generan problemas financieros insolubles y enormes frustraciones, no obstante lo cual se mantienen.

Los ejemplos indicados, entre muchos otros que se podrían citar, muestran como los tabúes instalados en la sociedad generan pobreza, violencia, desempleo, inflación, burocracia inoperante, atraso cultural y material, frustraciones, etc, y sin embargo son ámbitos sagrados, intocables. Es el momento de atreverse a repensar tales tabúes y deconstruirlos, a partir de otros criterios no negociables como corrupción cero, rechazo al enquistamiento político en el poder, defensa de la división de poderes, recuperación del valor del mérito, confianza en el ahorro, privilegio al trabajo productivo y crecimiento a partir de la defensa de los emprendimientos que generan progreso.

De no adoptar ese camino, de voltear los tabúes causantes del atraso, serán derrumbados los límites de la sociedad republicana y democrática, porque de todas maneras la gente buscará emerger y subsistir por otras vías, como está ocurriendo en varios ámbitos de marginalidad económico social, con el enquistamiento del narcotráfico con su cuota de dolor y violencia, según pasa en Rosario y en grandes sectores del conurbano bonaerense.

Por otra parte, las consecuencias geopolíticas de someterse a tales tabúes no son menores. Como llevan a no honrar los compromisos internacionales porque importan un insostenible gasto público y a asumir como endémica la corrupción, en violación a los compromisos internacionales asumidos, el mantenerse en la línea sagrada expuesta significa salir del concierto de las naciones democráticas y eso lleva a virar hacia el apoyo de los países autoritarios, como en eje Rusia, China, Irán, Cuba, Venezuela y Nicaragua, ya que será la única opción de aparente supervivencia con la consecuencia de someterse a sus demandas autoritarias. Será para el país lo mismo que para las personas marginadas someterse a los “beneficios” del narcotráfico, es decir la peor alianza posible y la pérdida total de la libertad.

Los tabúes son creencias y por ello no se puede negociar su validez y vigencia. Entonces, es preciso plantear sistemáticamente en la prédica política en sentido amplio la necesidad de terminar con los tabúes del atraso para volver a la senda del crecimiento y la inclusión social, aunque nos traten de herejes, porque de lo contrario seguiremos en el camino actual que nos lleva al pobrismo, el enquistamiento de las estructuras mafiosas del narcotráfico como única senda de crecimiento y, finalmente, la pérdida de la libertad y la disolución de la estructura social.

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