Basta de memes de Aranguren

A los que ahora, ante otra previsible crisis energética, le piden perdón al ex ministro y revalorizan su gestión, con humor y con buena fe seguramente, les digo que ya es tarde. El momento para respaldar fuerte era en 2016

Juan José Aranguren, ex ministro de Energía

Un hilo que escribí ayer en mi cuenta de Twitter (@alejandrobianch) con muchos comentarios y RT, generó la invitación a escribir esta columna ante otra ola de cortes del servicio eléctrico.

Fui vocero, encargado de la prensa y la comunicación del ministerio de Energía y Minería durante casi toda la gestión de Juanjo Aranguren, desde marzo de 2016 hasta que lo echaron en junio de 2018 luego de una reunión de ministros de Energía del G20 en Bariloche, muy exitosa y elogiada internacionalmente.

En esos dos años y medio las viví todas, con los periodistas, los políticos mentirosos, etc. Una experiencia única y tal vez termine siendo la mejor en toda mi carrera laboral.

Ante una nueva ola de cortes en pleno verano, con tarifas pisadas por el Gobierno y sin rumbo ni referentes en la política energética oficial, muchos revalorizan la figura y calidad técnica del castigado Aranguren y su equipo de gestión.

A los que hoy se preguntan por qué no fuimos más a fondo con las tarifas, les digo que la política y más el fuego amigo también pesaba. Cambiemos tenía enfrente al peronismo que iba a las manifestaciones con aviones, anticipando el mismo final que al gobierno de De la Rúa. En la primera audiencia pública para el ajuste de tarifas, por fines de 2016, en la Usina del Arte, por la presión política y de los medios de comunicación, sentíamos que se jugaba la continuidad de todo el gobierno. Y no tenía por qué ser así.

Recuerdo también los reclamos de ese momento que todavía persisten: mala comunicación, presentaciones en Power Point muy largas, con muchos números. Y la más famosa fue la identificación de Aranguren con el programa Excel que utilizó el ex ministro para explicarle a un grupo de intendentes bonaerenses el desaguisado de los subsidios al consumo energético heredado del kirchnerismo y los objetivos del gobierno de Macri para rebajarlos.

Del otro lado están los que se quejan del aumento desmedido de las tarifas en ese tiempo. Les recuerdo que veníamos de valores muy bajos que hicieron perder consciencia y distorsionaron lo que vale producir electricidad y gas en Argentina.

En definitiva, creo que perdimos la batalla cultural con las tarifas. No se quiso pagar más por los servicios de gas y electricidad. Era no al aumento porque no quiero, especialmente de muchos que lo podían pagar pero que prefirieron el camino más cómodo: callar en su momento y que se posicionara el “tarifazo” a pesar de habernos cansado de explicar por qué y para qué se aumentaban las tarifas, que el plan era a cinco años y que también se apuntaba con esto a equilibrar las cuentas públicas, a bajar la inflación. Querían seguir disfrutando sin límites de un aire acondicionado por ambiente de la casa o climatizarse la pileta en invierno con tarifas irrisorias. Para los que realmente tenían dificultad para pagar más, creamos la tarifa social, algo que ni el kirchnerismo se animó a hacer. Pero tampoco se valoró lo suficiente.

Los resultados de la gestión Aranguren son públicos. A propósito, no voy a dar números porque dar números no alcanzó. Gran parte de la opinión pública no los quiso escuchar o tratar de entender. Pero todos nos dimos cuenta que bajaron los cortes de electricidad porque hubo inversión privada inédita en plantas de generación eléctrica a gas y con fuentes renovables y las distribuidoras comenzaron a reparar los nodos de la red en los barrios con peor servicio. Simplemente porque había un horizonte de tarifas que justificaba semejante inversión. Nadie invierte para perder plata o por lo menos con algo de certeza de que recuperará lo invertido. Así funciona el capitalismo.

Y que las Edesur, Edenor, volvieran a ser rentables era necesario para que pudieran volver a invertir en la red. Cabe recordar que en 2015 el ex Ministerio de Planificación pagaba parte de los sueldos de los empleados de Edenor y Edesur porque las empresas no contaban con los ingresos suficientes. Este otro parche insólito era para mantener el capricho necio de no aumentar tarifas en CABA y GBA que le terminó costando carísimo a las cuentas públicas, a la estabilidad del sistema energético y al servicio que reciben los usuarios.

Por eso a los que ahora, ante otra previsible crisis energética, le piden perdón a Aranguren y revalorizan su gestión con memes, con humor y con buena fe seguramente, les digo que ya es tarde. El momento para respaldar fuerte era en 2016, cuando teníamos que animarnos a empezar un cambio con resultados a mediano plazo, pagando más caro los servicios, que a nadie le gusta pero no había otro camino.

¿Hubo errores? Sin duda que los hubo y muchas decisiones eran mejorables pero las tarifas populistas no funcionan en ningún lugar del mundo. Porque no hay recetas mágicas con la energía. Todo es inversión y paciencia hasta ver los resultados, más aún en un sistema eléctrico quebrado y con un servicio al usuario muy malo desde hace años como en Argentina. ¿O acaso creen que pagando una tarifa que aumenta muy por debajo de la inflación, el servicio va a mejorar?

*El autor es ex jefe de prensa del Ministerio de Energía y Minería de la Nación y autor del libro Argentina Saudita