Entre perros y gatos: la lección del papa Francisco

Es fácil advertir que el Papa nos dice: “Tengan mascotas, pero primero los niños”

El papa Francisco junto a una pareja de jóvenes

Aclaración previa: Dos palabras acerca de quienes critican las manifestaciones del Santo Padre sobre la decisión de sustituir la crianza de hijos por mascotas. Quienes formulan objeciones a la palabra del pontífice demuestran estar ciegos frente a la catástrofe que vive el mundo en relación con las altas tasas de mortandad infantil por un lado y por otro las bajas tasas de nacimientos. Estas últimas alentadas por las campañas de legalizar la muerte temprana de los niños mediante el aborto y por las campañas a favor de no tener hijos y en su lugar tener otra cosa.

El Papa y la Iglesia ven, al igual que quienes son miembros o colaboradores de UNICEF e integran millones de voluntarios de potentes ONG inspiradas en el amor, sin cuya lucha la magnitud de esos males serían mucho mayores todavía. 5.300.000 niños menores de 5 años mueren al año en el mundo por desnutrición y otras causas evitables. El decrecimiento de la población por disminución de los nacimientos es abrupto y todos los expertos coinciden en que esto traerá consecuencias muy negativas para la vida en el planeta.

Las críticas a Francisco se formulan desde la filosofía del ensimismamiento traducida en la vulgar tilinguería del “y a mí qué me importa!”, o más concretamente, de “ver al caído y mirar para otro lado”.

En la humanidad de los primeros tiempos de nuestra era ya estaban instaladas estas actitudes primitivas y egoístas en el ser humano de excluir al pobre, al pequeño y al indefenso, matar a los niños con defectos, recurrir a otras formas de matanzas indiscriminadas y barbaridades por el estilo.

Yendo a lo esencial de esta cuestión y sin debatir con la maledicencia es fácil advertir que Francisco nos dice: “Tengan perros, gatos o tortugas pero ¡primero los niños!”. Y esto es lo que está en discusión.

¡Llegaron los Reyes!

“Habla Señor, que tu siervo escucha” (1 Samuel, 3, 9)

La fiesta del Día de Reyes es llamada Epifanía que en griego significa manifestación. En este caso, “Manifestación de Dios” ¿Reyes, magos, pastores o sabios? En aquella época, a estos personajes que venían de Oriente a anunciar al Niño, Rey de los judíos, queriendo visitarlo, verlo y adorarlo, algunos los identificaron como nobles persas y otros como reyes de Arabia. Los términos “magos” y “sabios” se encuentran aplicados en forma indiferente a astrólogos, filósofos, religiosos y hasta pastores de rebaños.

Los Reyes Magos en los Evangelios

Algo adelantamos en nuestra nota anterior del relato que según el apóstol Mateo, dice “… Jesús nació en Judea cuando gobernaba el rey Herodes (momentos después de su nacimiento -prosigue el Evangelio de San Mateo -llegaron a Jerusalén unos sabios de Oriente, y preguntaron: —¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Pues vimos su estrella cuando salió y venimos a adorarle. Enterado de esto Herodes reunió a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley, y les preguntó dónde nacería el Mesías. Ellos le dijeron: —Según lo anunciado por el profeta Miquéas, será en Belén... Entonces Herodes llamó a los sabios y les dijo: —Vayan y averigüen todo lo que puedan acerca de ese niño y, cuando lo sepan, avísenme para que yo también pueda ir a adorarle. Oyeron al rey y se fueron. La estrella iba delante de ellos hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el Niño. Entraron al pesebre y lo vieron con María, su mamá, se postraron y lo adoraron, abrieron sus cofres y sacaron regalos para él: oro, incienso y mirra. Esa noche el ángel les dijo en sueños que no volvieran a ver a Herodes y ellos regresaron a su país por otro camino. Al mismo tiempo, un ángel del Señor se le apareció a José en sueño y le dijo: «Levántate y huye a Egipto…porque Herodes va a buscarlo para matarlo».

El Santo Padre resalta tres aspectos de los sabios de Oriente: su fe en Dios; el hacerse prójimo del Niño y su humildad.

A.- Los primeros sabios creyentes de la Palabra

“Los Reyes Magos o Sabios de Oriente oyen el mensaje de Dios por medio del ángel y proceden como creyentes de la Palabra cuando el ángel dijo: “Os ha nacido, hoy, un Salvador, que es Cristo Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontraréis al Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre…”

Dice Francisco “Levanta la vista en torno, mira: el Señor nos invita sobre todo a confiar en Él, porque cuida realmente de todos…”.

Ellos reciben el mensaje del nacimiento del Señor sin dudar “elevaron sus ojos al cielo, “levantaron la vista”, que es el primer paso que los disponía a la adoración y como creyentes en Dios…y “se pusieron en camino”.

B.- Ponerse en camino

“Antes de poder adorar al Niño nacido en Belén, -prosigue diciendo el Papa Francisco -los magos tuvieron que hacer un largo viaje al cabo del cual, según escribe Mateo: «…se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”» (Mt 2,1-2).

Dice Francisco: “Como los magos, también nosotros debemos dejarnos instruir por el camino de la vida, marcado por las inevitables dificultades del viaje… La vida es un viaje hacia Aquel que nos ama. No tenemos que andar enseñando en cada momento de la vida nuestra credencial de virtudes. Con humildad… mirando al Señor, encontraremos la fuerza para seguir adelante con alegría renovada…”

C.- Ver la realidad más allá de las apariencias

Dice el Santo Padre que el evangelista escribe: “Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron” (Mt 2,11)… Los magos, en efecto, adoraron a Aquel que sabían que era el rey de los judíos (cf. Mt 2,2). Pero, de hecho, ¿qué fue lo que vieron? Vieron a un niño pobre con su madre… y lo adoraron”

“Para adorar al Señor es necesario “ver” más allá del velo de lo visible…El Señor está en la humildad, el Señor es como aquel niño humilde, que huye de la ostentación, que es el resultado de la mundanidad. Este modo de “ver” que trasciende lo visible, hace que nosotros adoremos al Señor, a menudo escondido en las situaciones sencillas, en las personas humildes y marginales. Se trata pues de una mirada que, sin dejarse deslumbrar por los fuegos artificiales del exhibicionismo, busca en cada ocasión lo que no es fugaz, busca al Señor.”

La humildad y projimidad regia de los sabios de Oriente

Los Reyes Magos, demostraron una humildad ejemplar. Oyeron la Palabra condescendiente del Señor y en lugar de “seguir de largo” se dejaron guiar por la estrella, se hicieron prójimos del Niño “caído” o “refugiado” en el pesebre, comprobaron que estaba bien, lo adoraron y le hicieron ofrendas y regalos. Los Reyes Magos se “abajaron” de sus monturas, prestigio y privilegios, de su ropaje suntuoso, de su solvencia, tras anunciar al pueblo de Judea que había llegado el Salvador. Y luego -como el Buen Samaritano haría años después en los senderos de Jerusalén a Jericó tras ayudar al caído y ponerle a buen resguardo (Lc 10 -25-37) siguieron su camino en dirección a Oriente eludiendo a los soldados de Herodes el Grande.

¡Alerta, pero ten calma!

“Son seguidores de Herodes sobresaltado (Cf Mt 2,3) y de los Sumos Sacerdotes y los Fariseos, inquietos, que pretenden poner coto a la fuerza de Dios…Solucionan todo temor con la ilusión omnipotente de su propio control, y no saben de la dulzura del Señor que relativiza el poder de los enemigos convirtiéndolos en tizones humeantes: “Y se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del bosque por el viento…y Yahvé le dijo: “Alerta, pero ten calma, ni desmaye tu corazón por ese par de tizones humeantes… (Is 7, 2-4)” (Card. Jorge Mario Bergoglio, sj, Sobre la acusación de sí mismo, Ed. Claretiana, 2005).

SEGUIR LEYENDO: