Una estrategia de inserción internacional es más que un conjunto de fotos. Es una película que requiere de planificación, de definir el lugar donde queremos estar, de la búsqueda de consensos y una hoja de ruta que nos lleve hacia allá. Tener una estrategia nos convierte en un actor confiable y predecible para la comunidad internacional. Pero obviamente para que eso suceda con éxito, esa estrategia tiene que estar conectada con nuestra identidad, con quiénes somos como país, qué valores defendemos, cuáles son nuestros intereses nacionales y nuestros aliados y por qué causas luchamos.
Democracia, Derechos Humanos, plena vigencia de las libertades individuales parecieran ser valores que se han convertido en una parte central de nuestra identidad nacional, el modo de vida que los argentinos elegimos llevar adelante y también lo que proyectamos a nivel global. Estos pilares constituyen la base del desarrollo sostenible en el tiempo, nos muestran coherentes y predecibles, impactando en la condiciones de crecimiento de nuestro país. Una construcción de confianza que resulta fundamental para la tan ansiada agenda de desarrollo que Argentina necesita, que nos aleje de la pobreza y nos acerque al trabajo, la inversión y el crecimiento sostenido.
La reciente designación de nuestro país como presidente Pro Tempore de la CELAC pareciera encontrarse en contradicción con esta voluntad popular y generar confusión en torno al lugar que Argentina ocupa a nivel regional y global. Las concesiones que el Gobierno Nacional ha hecho o pueda realizar en pos de los votos obtenidos y/o el evitar vetos frente a regímenes que violan sistemáticamente los derechos humanos en nuestra región pareciera responder más a una necesidad de política doméstica que a una acción internacional que genere beneficios para nuestros ciudadanos. Los resultados de la cumbre omitieron condenar las violaciones a los derechos humanos en países que atraviesa una situación compleja como sucede principalmente en Nicaragua y Cuba, así como también en Venezuela que suma el hecho de contar con un gobierno no reconocido por la mayoría de los países que defienden estos valores.
Una foto no vale más que la estrategia de un país y menos aún que su dignidad, poniendo en juego la defensa de los valores que hacen a nuestra identidad. Es la foto de un gobierno que pondera sus intereses coyunturales por sobre los de la voluntad del pueblo. Los costos de estas políticas los veremos en el futuro.
Asociarse con dictadores, violadores de los derechos humanos y autócratas no representa las aspiraciones de los millones de argentinos que queremos un futuro próspero y en democracia, por el contrario nos suma al dolor del fracaso de un modelo donde unos pocos deciden por todos, a pesar de unas recientes elecciones donde el pueblo le ha dicho que no convalida el rumbo de la gestión de gobierno.
Una Argentina integrada al mundo, con una estrategia de inserción internacional moderna, inteligente, que dialogue con todos, pero que sea firme en los valores que defiende y los límites que eso impone, adaptada a las realidades de un entorno internacional complejo, dinámico e incierto resulta clave para el desarrollo de nuestro país.
Nuestro inquebrantable compromiso con la defensa de instituciones democráticas y la plena vigencia de los Derechos Humanos, así como también de un diálogo regional sustentado sobre estos valores resulta clave para poder alcanzar el desarrollo de nuestro país y garantizar un futuro promisorio para los argentinos.
En el mundo globalizado en el que vivimos las fotos no pasan inadvertidas, vale preguntarnos: ¿cuánto confiarán en nosotros aquellos que esperamos aprueben un programa de facilidades extendidas, cuando miran confundidos quiénes son los socios de este gobierno?
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