La historia es una ciencia que se halla en permanente revisión, si no lo hiciera perdería su condición científica, además de su encanto. Los hechos son los hechos, sin embargo pueden variar sus interpretaciones.
El presente, con sus luces, ilumina rincones del pasado que en su momento quedaron en tinieblas o fueron comprendidos con los saberes de su época, que no tienen vigencia eterna. De modo que pensar de nuevo es una necesidad ineludible e inquietante, especialmente al producirse cambios gigantescos como fueron la Revolución Francesa, la Primera Guerra Mundial o la caída del Muro de Berlín, como hitos divisorios de aguas.
Con el ocaso del comunismo y el final de la dictadura del proletariado, el pensamiento de izquierda se adecuó camaleónicamente al triunfo del capitalismo. La revolución obrera ingresó a los museos y a las bibliotecas para ser estudiadas por los millennials, como los arqueólogos lo hacen con raspadores o puntas de flechas.
Ciertos principios caducaron, por ejemplo la idea imperialismo-antiimperialismo leninista o centro y periferia de la Cepal, de alguna manera, asociadas al marxismo, esto es que los países ricos impiden el desarrollo de los pobres.
La China Comunista al insertarse en el mundo capitalista vino a demostrar que el desarrollo industrial y tecnológico puede hacerse con el apoyo del ¨imperialismo¨. ¡Si lo sabrá Trump! De modo que podríamos rever, a la luz de las novedades, viejos paradigmas. Pero antes y para ir al grano observemos algunas modernidades. La derecha de los países centrales apoya y alienta a la derecha de los países no centrales por ejemplo Trump a Bolsonaro o a Iván Duque y viceversa, así mismo Vox intenta crear en Sudamérica un frente de derechas, y la izquierda con Biden y sus camaradas como Kamala Harris, Sanders o Alexandria Ocasio Cortez, respecto de Boric, Castillo, Lula o el kirchnerismo. El Grupo Puebla, también, con fluidos vínculos con la internacional progresista cuya cabeza visible es Noam Chomsky, militante marxista y demócrata, amigo de Sanders y defensor del kirchnerismo.
Pero esto no es nuevo, pasa que en la argentina del nacionalismo de los años 40, 50 y 60 no le interesó el asunto pues todo se pensaba en términos de “Patria sí, Colonia no”, imperialismo-antiimperialismo. La influencia de Lenín con su libro El Imperialismo, etapa superior del capitalismo, fue tan fuerte, tan primordial, que un hombre insospechado de marxismo como Raúl Scalabrini Ortiz en su prólogo a Historia de los Ferrocarriles Argentinos, copia textual párrafos de ese libro. A pesar de que sus herederos nieguen hasta nuestros días la influencia marxista en el pensamiento de Scalabrini.
En Estados Unidos el enfrentamiento ideológico fue importante y lo sigue siendo hoy. La llamada Escuela de Francfort, de sobrada inclinación marxista, escapó de Alemania en 1933, perseguida por el nazismo, yendo a recalar, Horkheimer y Adorno, a los EE. UU. Allí se vincularon al gobierno de Roosevelt y tiempo más tarde Erich From al gobierno de John Kennedy.
¿A qué viene todo este preámbulo? A reinterpretar el conflicto que a partir del golpe de 1943 -y su culminación en la consigna Braden o Perón- mantuvimos con los EE. UU. leída hasta nuestros días en pentagrama antiimperialista.
El Golpe de 1943, (no corresponde a este artículo desarrollar sus razones) encontró a la Argentina enfrentada con la nación del Norte. Los militares que se hicieron del gobierno, entre los cuales estaba el coronel Juan Perón, intentaron un acercamiento con los Estados Unidos. En el GOU había preocupación por el aislamiento de la Argentina con el resto de América.
El Canciller, almirante Segundo Storni, liberal clásico y amigo de las potencias occidentales elaboró una carta, con la ayuda de Perón, en la cual solicitaba a los EE.UU. el aprovisionamiento de armamento militar para equilibrar la fuerza con las naciones vecinas. El Canciller norteamericano Cordell Hull hombre del equipo del Vicepresidente Wallace, de marcada inclinación izquierdista hizo pública la carta, en un claro error político para golpear al gobierno militar catalogado por la izquierda norteamericana, aliada a Stalin, como nazi-fascista.
Cordell Hull se identificaba con la izquierda liberal del Partido Demócrata representada por el Vicepresidente Wallace, quien al dejar la vicepresidencia se inclinó más hacia la izquierda recibiendo el apoyo del Partido Comunista Norteamericano cuando se presentó como candidato del Partido Progresista a las presidenciales de 1948. Se opuso también al enfrentamiento con la URSS a partir de 1947 rechazando la idea del Manifiesto Truman que dio inició a la Guerra Fría. Wallace y su grupo consideraban central continuar la alianza con la URSS y que los EE. UU. no tenían derecho moral de oponerse al comunismo.(Kissinger. La Diplomacia)
Rodolfo Araoz Alfaro militante del Partido Comunista y allegado a su Secretario General, Arnedo Álvarez, cuenta en su libro El Recuerdo y las Cárceles el vínculo excelente que mantenía con la Embajada Norteamericana, especialmente con su agregado cultural Griffith de quien decía: ¨Era un hombre simpático que proclamaba ideas progresistas, se decía partidario de Wallace, el vicepresidente”.
Esta conducta la repetiría años después el embajador Braden cuyo principal asesor Gustavo Durán era un ex oficial del ejército republicano y miembro del Partido Comunista español. Para decirlo claramente Perón fue identificado en la Argentina y en el mundo como la manifestación personal y política de la derecha. Lo cual era acertado. Puesto que la Unión Democrática era la izquierda de aquellos años.
Los que intelectuales y políticos argentinos entendieron como una postura antiimperialista de Perón no fue otra cosa que una clara política de derecha que se defendía del ataque de la izquierda demócrata norteamericana.
Traído estos hechos hasta nuestros días, es equiparable a la hostilidad que la izquierda demócrata representada por Sanders y sus camaradas, practica sobre Bolsonaro o Kast. Lo ocurrido por aquellos años puede también ser interpretado como un enfrentamiento ideológico en los términos planteados por el historiador Ernest Nolte en su libro: La guerra civil europea, 1917-1945. El enfrentamiento entre el fascismo y el comunismo. Ante esta situación las democracias liberales se unieron al comunismo para enfrentar al novedoso monstruo. Quedará para otra nota desarmar el equívoco de la izquierda mundial acerca de la orientación política del peronismo, pero no dejaremos de adelantar el disparate de Cristina y Alberto de felicitar el triunfo de Boric en Chile, fundamentalmente por su condición de progresista. Tumor extraño y ajeno al peronismo.
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