Acuerdo con el FMI: la oposición en su laberinto

Lo que está en discusión dentro de Juntos por el Cambio es nada más y nada menos que el liderazgo de la coalición de cara al 2023

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Mauricio Macri junto a Rodríguez
Mauricio Macri junto a Rodríguez Larreta, Alfredo Cornejo y Gerardo Morales

El presidencialismo fuerte establecido en nuestra Constitución histórica, con las mutaciones del “hiperpresidencialismo” que fue consolidándose en la práctica política desde 1983 y que sería normativamente convalidado en la reforma constitucional de 1994, profundizó el patrón de confrontación cuyos orígenes ya se encontraban en los albores de la organización nacional. Si bien hoy se habla con cierta naturalidad de la “grieta”, la historia institucional de nuestro país da cuentas de que las antinomias, enfrentamientos y la polarización han sido una constante en la cultura política argentina.

Una de las características fundamentales del diseño presidencialista, que ha sido señalada por la profusa literatura que desde la ciencia política ha estudiado este tipo de régimen político, es que entraña un “juego de suma cero”, en la medida en que todo el poder se concentra en una estructura que por su propio carácter unipersonal no es susceptible de repartirse ni compartirse entre diversos partidos o actores políticos. Y, una de las consecuencias de ello, es que acaba promoviendo una dinámica de confrontación –muchas veces cruenta- entre los partidos y fuerzas políticas, que desincentiva cualquier atisbo de cooperación.

El gran jurista argentino Carlos Nino solía decir ya en la década de 1980 que, en el presidencialismo, “los beneficios de la cooperación política unilateral son mucho menores que los de confrontación”. Más cerca en el tiempo, uno de sus discípulos, Roberto Gargarella, era aún más explícito al señalar que en el marco de un diseño presidencialista “actuar racionalmente (…) se convierte en sinónimo de destruir al contrario”.

La situación actual, especialmente tras el debut de la nueva composición del Congreso Nacional que emergió de las elecciones legislativas de noviembre pasado, pareciera desnudar con particular crudeza este aspecto de la arquitectura institucional de nuestra democracia. Además, con una oposición envalentonada de cara a las presidenciales de 2023, pero al mismo tiempo envuelta en pujas internas por el liderazgo, y con un oficialismo relanzando su gestión en la búsqueda de una posible reelección, pero al mismo tiempo con la urgencia de encarar una situación económica muy complicada, el escenario parece ser aun más dramático para el país.

Si, como reza el refrán, para “muestra basta un botón”, allí están aun frescas las imágenes de las últimas sesiones legislativas del 2021. El resultado de las votaciones del Presupuesto Nacional y de la modificación del impuesto a los bienes personales dejaron muy en claro tanto al oficialismo como a la oposición que el diálogo está roto y que los consensos son casi una quimera.

Asoman los radicales

Esta semana, la particular dinámica entre oficialismo y oposición volvió a ocupar el centro de la escena, ésta vez con un tema tan sensible y urgente como la negociación que el Ministro de Economía Martín Guzmán lleva adelante con el FMI.

Tras la negativa de Horacio Rodríguez Larreta -respaldada por el PRO in totum- de asistir a la reunión con los gobernadores convocada esta semana por Alberto Fernández a fin de que el Ministro informara del avance y las perspectivas de la negociación, apareció en escena el gobernador jujeño Gerardo Morales para intentar romper la inercia confrontativa heredada de la campaña electoral.

Tras dejar sentada su posición en relación a que no hay que “jugar a las escondidas con este tema”, se despachó contra la gestión de Mauricio Macri al señalar que “esta deuda la contrajimos nosotros”, y que “lo menos que tenemos que hacer es ir a escuchar”. Una frase que, al hacerse eco del relato comunicacional del gobierno en torno a la asignación de responsabilidades en el tema de la deuda, generó gran revuelo al interior de la principal coalición opositora, sobre todo entre los denominados “halcones”.

En diálogo directo con el presidente, Morales acordó realizar un encuentro exclusivo con los gobernadores y los jefes de bloques de Juntos por el Cambio, lo que destrabó por el momento la tensión política que se había generado: el pasado jueves la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio, con la presencia incluso de los sectores más intransigentes, analizó y ratificó lo acordado entre el presidente y el mandatario radical, y todo parecería indicar que habrá reunión entre Guzmán y la oposición.

Más allá del precario acuerdo alcanzado, al interior de Juntos por el Cambio hay quienes ya comienzan a mostrarse cansados y frustrados por las peleas internas, desavenencias que se exteriorizan en redes sociales y, sobre todo, en la batalla de los “egos”. Todas discusiones más propias del “microclima” de la política que cercanas a las demandas y necesidades de amplios sectores de la población (9 millones de argentinos) que los votaron apenas hace unos meses.

Una nueva disputa por el liderazgo

Lo que se discute es nada más ni nada menos que el liderazgo dentro de la principal alternativa de la oposición. Pero quien piense que basta con posicionarse como un claro e intransigente opositor para llegar en mejores condiciones a las presidenciales de 2023 quizás se equivoque. La complejidad de una crisis que es multidimensional y de una profundidad inédita, demanda también de altas dosis de responsabilidad, salvo que se quieran alentar opciones antisistema o dejar el camino despejado para la “política de la antipolítica”. A propósito de esto, no pasó desapercibida esta semana la presentación de un proyecto de reducción de impuestos suscripto por el ala dura del PRO y Milei, que referentes del espacio calificaron públicamente como demagogo e irresponsable.

En este contexto, Rodríguez Larreta se enfrenta a una nueva prueba. Si después del resultado de las legislativas se vio forzado a evitar comportamientos que generen tensiones internas y a mostrarse alineado a la postura más “institucional” del PRO, siempre reacia a sentarse a dialogar con el kirchnerismo, ahora es Gerardo Morales el que le plantea un dilema al jefe de gobierno porteño.

El gobernador radical y flamante titular del radicalismo ya no oculta sus intenciones presidenciales y se anima a desafiar públicamente a sus socios macristas, apropiándose -paradójicamente- del tono más moderado y dialoguista que en algún momento supo capitalizar el alcalde porteño. Por ahora, Rodríguez Larreta, que ya había sido foco de la ira del jujeño -primero cuando la interna Manes-Santilli estaba al rojo vivo y luego cuando se anunciaba una ruptura en el bloque radical en Diputados-, no parece dispuesto a subirse al ring que le propone el gobernador.

Sin embargo, el posicionamiento privilegiado de cara a las presidenciales que supo ostentar se ve a todas luces amenazado, y se lo percibe cada vez más expuesto a contradicciones y vulnerable ante las tensiones internas. Así, parece enfrentarse a una encrucijada que podría afectar sus planes presidenciales, una disyuntiva entre el permanente intento de condicionamiento de parte de los “halcones” del PRO y su estrategia de combate frontal contra el kirchnerismo, y la demanda de mantenerse fiel al estilo moderado, conciliador y enfocado en los temas de gestión que supo capitalizar, y que exige responsabilidad y vocación de diálogo.

Lo cierto es que mientras la oposición dirime sus diferencias internas, el calendario de cara a marzo -el vencimiento que se impuso el gobierno para acordar con el FMI- parece acelerarse, y la negociación aun parece complicada. Está más que claro que no acordar con el FMI sería un drama para el país, pero un acuerdo es sólo un primer paso hacia una negociación que durará años, ya que nuestro país tiene que refinanciar la friolera de 45 mil millones de dólares. Sin dudas, se trata de un tema que interpela a la clase política en su conjunto, y que demanda responsabilidad y madurez para poder acordar pautas mínimas para, de una vez por todas, sentar las bases de una política de Estado en materia de la deuda externa.

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