De desafíos a grandes lecciones

Algunos chicos están mejor predispuestos a aprender de los errores y a ver las críticas como algo útil, en lugar de verlas como un motivo para rendirse. Pero hay otros niños que creen que los errores son fracasos. Necesitamos transmitirles a los chicos lo mucho que valen

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La infancia es el momento
La infancia es el momento de la vida en el que los chicos deben aprender a equivocarse y a aprender de los errores (EFE/Peter Foley)

Desde siempre hemos percibido los errores como fracasos. El miedo a que nos critiquen, a que nos culpen, a que piensen que no somos demasiado inteligentes. Si les pasó, es muy probable que también les pase a sus hijos.

Mucha gente tiene miedo a fracasar. Mucha gente ha dejado de intentar cosas -hacer un deporte, aprender un idioma nuevo, pedir una oportunidad, un ascenso o hablar con alguien que les gusta- por miedo. Algunos chicos están mejor predispuestos a enfrentar desafíos, a aprender de los errores y a ver las críticas como algo útil, en lugar de verlas como un motivo para rendirse. Este es el tipo de pensamiento que mantiene motivados a los niños, incluso cuando el aprendizaje significa esforzarse. Sin embargo, hay otros niños que creen que los errores son fracasos.

No creen en la habilidad de esforzarse para mejorar y, cuando se frustran, por lo general, abandonan. La infancia es el momento de la vida en el que los chicos deben aprender a equivocarse y a aprender de los errores. De lo contrario, serán adultos sin perseverancia y no creerán en sus habilidades y sus capacidades para tener éxito. Los niños necesitan tener la confianza necesaria en sus posibilidades. Y esa confianza viene de la percepción que tienen de sí mismos. Necesitamos transmitirles a los chicos lo mucho que valen. Que sepan, sientan y crean que son valiosos.

Como adultos, somos guardianes de su autoestima. Es importante que los niños tengan bien en claro que siempre estaremos con ellos, que siempre los amaremos y nos preocuparemos por ellos, aunque a veces no nos guste lo que estén haciendo. Eso es la base de una personalidad segura, independiente y con una autoestima capaz de soportar obstáculos y adversidades. Los niños, cuando se equivocan, no lo hacen para nosotros. Sus errores son de ellos, no nuestros. La mejor manera de acompañarlos es saber que cuando se equivocan es una oportunidad de aprendizaje para ellos. No debemos los adultos frustrarnos a la par de sus errores, sino acompañarlos a salir de sus equivocaciones.

La creencia construye la realidad, y la realidad refuerza la creencia; es decir, la profecía autocumplida. Si un padre le dice a su hijo que es tonto, es muy posible que se comporte como tonto y termine creyendo que es tonto.

Por eso, es muy importante que, como padres, estemos conscientes de la percepción que tienen nuestros hijos sobre ellos mismos. Para ellos debemos:

- Hablar, percibir, identificar y comprender qué percepciones tienen sobre ellos mismos.

- Comprender cómo esas percepciones afectan su auto-confianza.

- Desarrollar estrategias para lograr que tengan una buena percepción acerca de sí mismos, lo que refuerza la autoconfianza.

Si como papás nos enojamos con nuestros hijos por cometer errores, ¿cómo harán para no tener miedo de arriesgarse más adelante y tomar riesgos? Debemos enseñarles a nuestros niños a amar los desafíos y a sentirse cómodos con el esfuerzo.

Como adultos, debemos comprender la importancia de dignificar, naturalizar y capitalizar los errores. Cuando lo hacemos, les estamos enseñando a los niños que, a través de los errores y los fracasos, podemos aprender, mejorar y ser cada vez más inteligentes.

Nuestros hijos pueden aprender a convertir los desafíos en grandes lecciones, pero para eso deben aprender que cometer errores es parte del aprendizaje y que deben caerse para aprender a levantarse. Ayudarlos a desarrollar la resiliencia emocional es el regalo más importante que podemos darles. Un fracaso puede ser el comienzo de algo maravilloso.

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