Las revoluciones industriales han sabido marcar cambios tecnológicos que inexorablemente han puesto en jaque todos los sistemas políticos, sociales, económicos, demográficos y existenciales de la humanidad en determinados momentos de la historia contemporánea.
Desde la máquina de vapor de James Watt del siglo XVIII hasta la inteligencia artificial de la actualidad, pasando por la utilización del petróleo, del acero, de las telecomunicaciones, de las energías renovables, de la aparición de internet y muchas tecnologías de vanguardia, son herramientas que han dejado una enorme y misma moraleja: la sociedad que más rápido se adapte a estos cambios, mejor productividad y calidad de vida tendrá, y contará a su vez con mejores herramientas de cara al futuro y a la innovación.
Ahora bien, entendemos que la política es la materia humana que es transversal a todas las áreas que componen una sociedad y determina el futuro de la misma. El único área que insoslayablemente le coloca restricciones a la política es la economía y este es un hecho que todavía le cuesta comprender a la dirigencia política latinoamericana.
Cuando la política acompañó rápido los cambios tecnológicos y supo utilizar los mismos a su favor y en pos de la sociedad, obtuvo grandes resultados económicos, de gestión, de popularidad y electorales.
La dirigencia política tradicional y conservadora latinoamericana parece no entender el contexto actual que estamos viviendo, en el que las revoluciones tecnológicas se aceleran y se producen minuto a minuto. La política tiene hoy una oportunidad histórica de aplicar en el Estado todas las tecnologías de vanguardia presentes en la actualidad como el blockchain, las finanzas descentralizadas, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, el Metaverso, la realidad virtual, la web 3.0 y especialmente a los datos que son el petróleo del siglo XXI para mejorar su funcionamiento, su comunicación y accionar para con la sociedad a la cual representa.
Esta aplicación debe ser una señal de transparencia y a su vez de buen funcionamiento para demostrar de que las cosas realmente están cambiando y se abandone el gatopardismo que tanto daño nos hace como sociedad.
Un caso reconocido y a destacar fuertemente de Estado y Política 3.0 es el de Estonia con e-Estonia. Estonia (ex URSS) es hoy, luego de su independencia en 1990, uno de los 27 estados soberanos que forman la Unión Europea. Este país cuenta con una población de 1,3 millones de personas, adoptó el euro el 1º de enero del 2011 y está dividido en 15 condados, siendo su capital política Talinn. Su sistema de gobierno es republicano, con un presidente que se elige cada cinco años por un parlamento unicameral y su voto es electrónico.
E-Estonia lo cual es Estonia electrónica es un movimiento iniciado desde su independencia y reforzado a partir del 2000 por su clase política a fin de hacer más productivas y eficientes las interacciones de los ciudadanos con el Estado, sosteniendo la relación sociedad-estado por cuatro pilares de suma importancia: la digitalización, la innovación, la educación y la creatividad.
A través de su programa e-Estonia, se convirtió en la sociedad digital más moderna y de más altas calificaciones a nivel mundial. Su programa está centrado en el ciudadano, permitiéndole al mismo el control de sus datos personales y un acceso universal a internet.
Por su parte, el Estado es electrónico, ya que el 99 por ciento de los servicios que provee están online y hasta la identidad de las personas es digital, dado que la identificación electrónica en Estonia es obligatoria. También cuenta con más de 70.000 residentes electrónicos y una capa de intercambio de datos que es de código abierto.
La digitalización en Estonia llega a tal punto que barre todos los campos de la sociedad, porque abarca desde el sistema de policía electrónico, el sistema tributario electrónico, pasando por la firma digital y la justicia electrónica para terminar con las recetas electrónicas y la utilización de inteligencia artificial y tecnología blockchain en servicios públicos.
Cabe destacar a su vez que en Estonia se prioriza fuertemente la educación digital, la ciberseguridad y el cuidado de los datos personales del ciudadano.
Así como hoy ya se habla de web 3.0 que es la web como la conocemos, pero totalmente descentralizada, la sociedad está exigiendo el mismo cambio a la política. La sociedad reclama dejar de interpelar a los políticos cada dos años o cada cuatro en las urnas, sino que quiere interpelarlos minuto a minuto.
La sociedad no quiere más fotos, en redes sociales o medios de comunicación, de políticos reunidos ad hoc en pos de generar algo, sino que la sociedad exige resultados concretos. La sociedad pide un Estado transparente y digital como lo es Estonia, el cual desde mi perspectiva es un caso a imitar.
Estoy totalmente convencido que el sistema político actual debe mutar para que las listas se llenen de liderazgos nuevos y jóvenes que no tengan los sesgos actuales sean protagonistas, permitiéndole así a nuestro país y a nuestra región desarrollarse.
Un liderazgo político sano es aquel que permite la generación de nuevos liderazgos jóvenes que lo reemplacen. Por eso no me llama para nada la atención que el nuevo presidente de Chile sea un joven de 35 años, es parte de las señales que da la sociedad.
Por mi parte, tengo claro que en Argentina todavía tenemos mucho por trabajar y llevar adelante para llegar a la política 3.0, pero el camino ya está muy claro para los jóvenes y su primer paso es la digitalización y la transparencia total del Estado. La digitalización de la democracia.
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