En el espejo de la codicia se esfuman las diferencias

Política era la de antes, la de ahora es tan solo una guerra de operadores e intermediarios por la apropiación de las riquezas del Estado

Alberto Fernández

Cuando los burócratas se arriman al espejo de la codicia se les esfuman las diferencias. Grietas en ideas y acusaciones, denuncias graves que no lastiman lo esencial de sus profundas coincidencias que siempre dejan intacta la esencia que los une, la desesperación por permanecer en el cargo. Ese sentimiento egoísta y pequeño posee la fortaleza que, en otros tiempos, dignos y fundacionales, sostuvo el patriotismo. Sin reflexión ni sabiduría, grises personajes lucen su soberbia a la par que desnudan su mediocridad. Un frívolo e irresponsable ministro de Justicia enfrenta a la Corte Suprema como si nadie lo hubiera prevenido sobre los riesgos de su proceder patético. Derrota electoral mediante, los funcionarios del oficialismo ¿ignoran las limitaciones de su poder? Los otros, los vencedores electorales corrieron a diluir su prestigio y se dividieron por causas personales mientras se encontraban con sus “supuestos enemigos” por razones esenciales. Política era la de antes, la de ahora es tan solo una guerra de operadores e intermediarios de todo tipo por la apropiación de las riquezas del Estado.

Leyendo a un periodista español de esos que con Franco fueron felices, era grotesca su idea sobre Chile, donde expresaba su certeza y su dolor, seguro de que estaban ya cerca de ingresar al primer mundo y justo cometieron el error atroz de elegir el comunismo. El franquista con su comentario me hizo recordar la fábula del burro de Buridan que había aprendido a vivir sin comer por no saber elegir entre dos opciones con tanta mala suerte que obviamente se les murió. Años utilizando a Chile como ejemplo de liberalismo, como modelo a imitar, todo tal cual los enemigos del populismo ordenaban, todo al pie de la letra, hasta el hambre y la miseria que nunca dejaron de abundar.

Es absurdo imaginar que el pueblo vote en contra de sus intereses, claro que a veces los ricos crecen mucho y los pobres un poquito y se les pide paciencia. El modelo es así, cuando los de arriba se saturen de ganar dinero van a iniciar el derrame, van a permitirnos compartir sus sobras. Salud y educación para todos, ¿será demasiado? El gran país del norte derrotó el sueño de Obama de incluir a los pobres en la salud. Se puede llegar a la Luna y a Marte pero no al pobre que tengo al lado que eso es mala palabra, comunismo, populismo, izquierdismo, pobrismo. En fin, el país más rico del mundo no puede hacerse cargo de la salud de sus caídos. Más claro, echarle agua. Europa es otra cosa, en la postguerra generaban exilio y sufrían pobreza, cómo olvidar a De Sica en “Ladrones de bicicletas” o a Curzio Malaparte en su magistral “La piel”. Visité Roma cuando era una ciudad mucho más pobre que Buenos Aires y hoy son un lujo, un ejemplo de desarrollo armónico e integración social. Hay democracia y libertad tanto en Estados Unidos como en Europa pero la diferencia es enorme. Sabemos que hasta el último golpe fuimos parte del modelo europeo, luego, la dictadura y la mayoría de la democracia -por no decir toda ella- se ocuparon de imitar al imperio, claro que sustituyendo a los ricos industriales productivos por intermediarios que se ocupaban de revertir el proceso de sustitución de importaciones.

El periodista español, un cretino importante, interrogaba a los chilenos sobre su experiencia con Allende, dejando en claro que a él le caía en gracia mucho más Pinochet. Lo cierto es que Bolivia tuvo con Evo Morales un desarrollo digno y una integración social que, con sus defectos, favoreció a su nación. Lula integró a millones de personas con sus políticas que luego intentarían corregir con este personaje que se agota en su desmesura. Cuando vemos al Pepe Mujica acompañando a nuestro gobierno nos cuesta entender su significado, alguno imagina que esto define un rumbo mientras en rigor termina siendo la patética expresión de nuestra impotencia. No es lo mismo invitar que imitar, respetamos a quien ni siquiera llegamos a comprender. Pepe Mujica, Lula, Evo, expresan una conciencia nacional que entre nosotros hace tiempo desapareció. Del otro lado están Cuba y Venezuela, ni hablar de Nicaragua, todos ejemplos del fracaso autoritario con disfraz de revolución. Lo de Bolivia es transparente, con errores difíciles de aceptar mientras que, en esencia, es un gobierno popular. Cuidado, no digo populista, con la degradación de la virtud que impone hoy la interpretación de este término. Chile es el testimonio del fracaso de los Chicago Boys, de esos que vinieron a contarnos que solo los grandes ricos definían grandes países. Una gran mentira que nos llenó de miseria.

Nacimos en una sociedad integrada, luego vino el saqueo del Estado a la par que los barrios privados y la inseguridad, amargos frutos de la miseria edificada sobre estos basamentos. Primero fue la dictadura, luego la traición del peronismo con Menem que dejó expuesta a toda nuestra historia en esa entrega. “Roma no paga traidores”, el peronismo se degrado y de allí surgen estos que intentan arrastrar nuestro nombre como banderín de barrios privados. Algunos son auténticos, entraron al partido de los pobres, se hicieron ricos y luego se pasaron al de sus pares. En Chile la izquierda y la derecha eran de verdad, nosotros no tenemos izquierda, solo una gama de derechas mezcladas con elementos absurdos, deformaciones de derechos humanos y de género para ocultar la creciente miseria social.

Somos parte de dos frentes que no logran una síntesis, no hay dos proyectos de país sino variadas formas de enriquecer burócratas, una dirigencia, política, económica y sindical tan rica en dinero como pobre en propuestas. Muchos se esfuerzan en decir “ya no hay ideologías”, no necesitan aclararlo, ellos no las usan y en consecuencia creen que no existen. En lo esencial cada quien se define por su relación con el otro. Los individualistas, los cultores del egoísmo, los consumidores, para ellos el otro no importa, es que se sienten superiores porque en alguna medida el derrotado es necesario para su disfrute de lo que conciben como logro, triunfo, mérito. El “gorila” es eso, alguien que se siente superior y no concibe la solidaridad como un rasgo humano fundamental. Como decía Manzi de Discépolo, “le duele como propia la cicatriz ajena”. Ellos, los egoístas soberbios y mediocres, ellos están seguros de ser mejores que el resto, merecedores de sus logros. Inventan un sistema selvático donde el débil termina prisionero de sus redes. Son financistas, ricos en peso y pobres en virtudes. El humanismo tuvo su tiempo, hoy el peor materialismo nos degrada en lo económico y como sociedad. Es el triunfo del “hombrecito económico” al que se refería el maestro Marechal en “Autopsia de Creso”. Vencieron los peores, como describía Tejada Gómez a la figura del vencedor, “tiene un perro, una amante y un psicoanalista que le amansa la muerte dos veces por semana”.

La política es aquello que nace cuando se acaban ellos, por ahora no parece estar gestándose pero ya vendrán tiempos mejores. La moral protestante de “Dios premia en la Tierra” les calma sus oscuras conciencias a la par que los enoja con el Santo Padre. Pero Chile define un rumbo, lo demás es pasajero.

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