Educación: un balance necesario

Sólo hubo algunas experiencias innovadoras que dependieron de la buena voluntad docente o el uso creativo de la tecnología en algunos sectores medios, pero estuvimos lejos de cambiar la realidad de la escuela

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Hay que plantearse qué se enseña hoy en un mundo tan complejo e incierto y, a su vez, mirar a los jóvenes y a sus vivencias, tan distintas de quienes ejercemos la docencia en las aulas (Foto NA: APN LA PAMPA)
Hay que plantearse qué se enseña hoy en un mundo tan complejo e incierto y, a su vez, mirar a los jóvenes y a sus vivencias, tan distintas de quienes ejercemos la docencia en las aulas (Foto NA: APN LA PAMPA)

Con la premisa de garantizar el derecho a la educación se corre el riesgo de perder calidad educativa. Esto no significa que una sea más importante que la otra, sino que si elegimos una de ambas, caemos en una paradoja.

A mediados de año, los ciudadanos, y mucho más los docentes, nos sorprendimos con una resolución ministerial en la que se establecía que se valoraría el tercer trimestre independientemente de los períodos anteriores. Aquellos estudiantes que tuvieron trayectorias intermitentes (entre el 25% y el 70% de actividades) o de baja intensidad (menos del 25% de actividades) tendrían un seguimiento personalizado por parte de tutores o profesores. A su vez, entre el 6 y el 17 de diciembre las escuelas ofrecieron un dispositivo de cursado con sólo cinco formatos curriculares, los cuales cada uno incluía varias materias. Dichos formatos eran: Lengua y Lenguajes, Ciencias sociales, Ciencias naturales, Matemática y Área contable. Por ejemplo, el primer formato contenía Lengua y Literatura, Idioma extranjero, Educación física y Educación artística y el segundo, Formación ética, geografía, Historia, Economía y Administración.

Las causas que hicieron llegar a esta decisión por parte del Gobierno fueron fundamentalmente el alto grado de deserción en todos los niveles, pero especialmente en el secundario. Sin embargo, el seguimiento a los estudiantes no fue similar en todas las instituciones, algunas sólo entregaban trabajos prácticos que los estudiantes debían hacer solos y consultar dudas si las hubiere.

Y, si bien durante mucho tiempo he sostenido la necesidad de repensar otra estructura del nivel medio, a través de proyectos e interdisciplina, con formatos curriculares que integren saberes y vayan más allá de la conjunción de varias asignaturas, este agrupamiento por decreto no garantiza la interrelación de las áreas o materias. Para lograr un verdadero cambio, se necesita formar a los futuros docentes y capacitar a los que están en las escuelas, planificar y tomar decisiones desde la gestión directiva, pero fundamentalmente evaluar para qué, qué, cómo y a quién enseñamos. En este sentido, implica volver a plantearnos qué se enseña hoy en un mundo tan complejo e incierto y, a su vez, mirar a los jóvenes y a sus vivencias, tan distintas de quienes ejercemos la docencia en las aulas.

Ahora bien, más allá de acordar o no con un decreto ministerial o con los lineamientos de una política educativa de un determinado momento, lo que no podemos ni debemos es abandonar a los niños, niñas ni jóvenes. Si reamente la escuela es el lugar de la construcción de la subjetividad, no podemos quedarnos de brazos cruzados, algo tenemos que hacer para provocar cambios de aquí en más.

El Estado, representado por los gobiernos de turno, tenía la oportunidad histórica de dar el gran salto cualitativo y haber aprovechado los años 2020 y 2021 para adecuar la institución educativa a los tiempos que corren y a los sujetos que la caminan a diario. Sin embargo, sólo hubo algunas experiencias innovadoras que dependieron de la buena voluntad docente o el uso creativo de la tecnología en algunos sectores medios, pero estuvimos lejos de cambiar la realidad de la escuela.

No cabe dudas que la alfabetización es un proceso difícil que debe ser planificada por todos los miembros de la institución educativa, entendiendo a la alfabetización como un proceso que va más allá de la lectoescritura de los primeros grados, incluye nociones y estrategias necesarias para participar activamente en la sociedad.

Por tanto, los representantes del Estado primero y los docentes después, debemos preguntarnos acerca de qué sucede en la escuela hoy. En un primer momento, deberíamos partir de ciertas condiciones que deberían estar resueltas, tales como: la remuneración docente, la cual en muchas provincias están por debajo de la línea de la pobreza, y la capacitación, las herramientas didácticas dentro y fuera del aula, los edificios que aún no tienen satisfechas las necesidades diarias (luz, gas, calefacción, techos, etc.), elementos básicos e imprescindibles para poder aprender y para poder empezar comenzar a discutir la escuela de hoy.

Además, según UNICEF, en Argentina y países de Latinoamérica, repiten los niños pobres. Por consiguiente, son imprescindibles los dispositivos de capacitación para los maestros que transitan las escuelas urbano-marginales y que trabajan con niños y jóvenes con derechos vulnerados.

La escuela tiene que ser un lugar previsible para los más chicos, debe estar organizada de tal manera que encuentren en ella, no sólo la alfabetización tan mentada, sino también el vínculo fundante para que los procesos de enseñanza y aprendizaje vayan juntos por una mejor educación y una verdadera integración social.

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