Cuando era muy chiquita, sentía una mezcla de alegría y curiosidad, ante la promesa de que, cartita mediante, llegarían los juguetes al pie del arbolito.
Y también una pizca de envidia hacia mis vecinos. Ellos celebraban la Nochebuena, con los abuelos, tíos y primos. Nosotros no. Solo mis padres y mi hermanito. No teníamos familia. Nuestros parientes estaban en Italia.
Con el correr de los años nuestra pequeña familia creció. Mi hermano y yo nos casamos y se agregaron las familias políticas, por fin podíamos poner una enorme mesa navideña. Ya no me sentía sola. Tenía, como todo el mundo, parientes para abrazar y brindar.
Esa emoción se truncó cuando cinco individuos una tarde soleada de invierno asaltaron la casa de mis padres. Mi padre falleció por la golpiza que le dieron. Lo mataron. De pronto toda esa vida de sacrificio se deshilachó. Mis hijos, que habían crecido al calor del cariño de abuelos y tíos, decidieron dejar el país. La inseguridad los aterraba. Primero se fue el mayor, con su esposa. Unos años después lo siguió el segundo. De esa enorme familia que mi esposo y yo habíamos construido no quedó nadie.
Esta noche compartiré los abrazos y buenos deseos a través del Zoom.
Una vez más, como cuando era una niña, sentiré el vacío de la mesa familiar. La ausencia de los seres queridos que decidieron dejar el país por el miedo a que algún delincuente les arrebate a sus hijos. O que un día, en una “entradera”, les arrebaten lo más precioso que el ser humano posee: la vida misma.
Desde la Asociación Civil Usina de Justicia en la que estoy desde hace siete años, trabajamos denodadamente para que no haya más sillas vacías en los hogares de mi querido país. Silla vacías que dejaron las víctimas de la inseguridad, y las que dejaron aquellos que se van en búsqueda de un lugar seguro y próspero.
Sin Justicia Justa es difícil crecer, trabajar, confiar y desarrollarse.
Esta Navidad luego de ver a mis dos hijos y sus familias y mandarles besos y abrazos a través del ciberespacio, abrazaré a mi esposo y pediré un solo deseo: recuperar la seguridad perdida y la Justicia Justa.
Y para los familiares de las víctimas mi sincero abrazo fraternal.
Ojalá el año 2022 sea más bondadoso en cuanto a estadísticas macabras que nos enluta a todos. Ese es mi más fervoroso deseo.
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