¿Es sostenible la recuperación económica?

Aún con una probada recuperación del consumo, lo sustancial es que se diseñe, aplique y sostenga con un alto grado de consenso social y político una política económica consistente que transforme la economía. Y se lo precisa ya, no dentro de unos años

Foto REUTERS/Iván Alvarado

Si bien corrió bastante tinta sobre si el aumento del producto interno bruto (PIB) de este año se trata de una recuperación, el rebote de un gato muerto o un verdadero crecimiento, lo relevante es cuanto de él se podrá sostener en 2022 y si es el primer paso de un proceso de largo plazo.

Debido al grado de incertidumbre que atraviesa la economía mundial y la de nuestro país, para elaborar los escenarios de los próximos años se requiere, no sólo de conocimientos técnicos, sino mucha imaginación combinada con una dosis no menor de audacia.

De todas formas, hay información que permiten delinear algunos de los contornos relevantes de corto plazo. El Índice de Consumo Privado de la Universidad del Salvador (USAL) indica que esta variable superó los niveles previos a la pandemia. Algo semejante ocurre con su Índice de Inversión Privada. De ello se desprende que no es un desatino afirmar que el PIB de este año cierre con un aumento del orden del 9 o 10%.

La capacidad de la Argentina para hacer frente a malas noticias de la economía global es extremadamente baja

Ahora bien, a pesar de esta muy buena noticia nos encontramos con otra información que enciende una luz de alerta. La capacidad de la Argentina para hacer frente a malas noticias de la economía global es extremadamente baja. Según el Índice de Resiliencia Externa de la misma universidad, el país no está en condiciones de evitar una crisis en caso de un estancamiento económico de sus socios comerciales o una caída de los precios de las commodities, eventos que no pueden dejar de considerarse como posibles.

La fragilidad y urgencias del país son tales, que, a menos que la dirigencia esté decidida a transformarnos en un inimaginable país fallido, tendremos que aceptar enfoques, medidas, reformas, y modernizaciones a los que algunos grupos sociales y políticos son refractarios. No importan demasiado los pataleos, discursos altisonantes y declaraciones explosivas. Lo sustancial es que se diseñe, aplique y sostenga con un alto grado de consenso social y político una política económica consistente que dé vuelta la economía como una media. Y se lo precisa ya, no dentro de unos años.

En ese sentido, el gradualismo, la procrastinación, las mezclas indigeribles de propuestas mal pensadas y peor implementadas, los inmerecidos privilegios, llegaron a su término. La pobreza, la desigualdad, los problemas de empleo están asociados estrictamente al grave desorden económico y social, y la falta de incentivos para invertir, exportar y trabajar.

Según el Índice de Condiciones Internacionales de la USAL, el país nunca vivió contextos globales tan favorables para su crecimiento y desarrollo como el de los últimos quince años

Todo esto es el final de un largo camino recorrido por propia decisión. Hay que subrayarlo porque no pocos primeros mandatarios han insistido en lo mal que estaba el mundo cuando ellos presidieron y lo bien que estaba cuando le tocó gobernar a la oposición. La debilidad de este tipo de argumento es notable.

El Índice de Condiciones Internacionales de la USAL, por caso, señala que nunca el país vivió contextos globales tan favorables para su crecimiento y desarrollo como el de los últimos quince años. Es más, éste muestra una tendencia consistentemente positiva desde 1991 con sólo algunas caídas puntuales, como las de 1995, 1998, 2009 y 2020.

En síntesis, los indicadores sugieren que han sido nuestras decisiones económicas a lo largo de las últimas décadas la razón de lo mal que estamos y de lo peor que nos puede ir si no se toma el toro por las astas. Por ello, ni la continuidad de la recuperación actual hacia 2022 ni el crecimiento y el desarrollo a largo plazo están asegurados.

Salir adelante implicará desafíos no triviales y poner todos los medios para reconstruir la confianza perdida, algo imprescindible en estos casos. Se requerirán también realizar esfuerzos compartidos y lograr soluciones con compromiso, desde el presidente hasta el último empleado, empresario y desocupado. En caso contrario, es bastante probable que desemboquemos en situaciones críticas aún no experimentadas, o en una penosa mediocridad que no sería más que la expresión de una decadencia entusiastamente autogenerada.

El autor es Director del Instituto de Investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad del Salvador (USAL)

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