Esta semana que culmina será recordada como un esperanzador punto de inflexión en el renacer institucional de Argentina. Es la semana en la que se empieza a palpar, en los hechos, un positivo cambio de época. Dos acontecimientos casi simultáneos, el rechazo en Diputados del Presupuesto 2022 y el fallo de la Corte Suprema sobre el Consejo de la Magistratura pusieron claros límites a las ambiciones hegemónicas del gobierno.
El aplastante triunfo de la oposición en las elecciones de noviembre, derivado en la recuperación del equilibrio legislativo, tuvo su primera y enorme consecuencia práctica. El Congreso por primera vez en décadas, dejó de ser una escribanía del kirchnerismo.
Así, resultó previsible el rechazo del Presupuesto 2022 presentado por el ministro Guzmán, un verdadero monumento a la sarasa, con estimados faltos de credibilidad en cuestiones fundamentales como el tipo de cambio y tasa de inflación, y muchas otras deficiencias, para nada ingenuas.
Era claro que tal armado encubría la intención “gatopardista” de no tocar intereses ni privilegios establecidos en el Estado, de modo que el ajuste inexorable que impone la realidad de una acuciante falta de recursos, lo paguen los mismos de siempre, es decir los sectores de la producción y los trabajadores.
Tal arquitectura deficiente de la llamada Ley del Leyes, se diseñó para que fuera aprobada a ojos cerrados, como en los viejos tiempos y no sucedió. Esta vez la trampa de eximir al Estado y a la política de todo sacrificio para cargarlo en la sociedad productiva, no funcionó.
Ocurre que hoy en día en la oposición hay muchos especialistas capaces de rebatir punto por punto, línea por línea, sin transar, propuestas injustas y disparatadas que hunden al país un poco más cada día. No es que no hubiera especialistas en el pasado, quizás en menor cantidad, pero sí los hubo. Sin embargo, los desbalances eran tales que poco podían hacer para modificar una realidad avasallante.
Pero quizás lo más importante más allá de lo épico de la jornada, es que la oposición va comprendiendo finalmente el mensaje de la sociedad. Y ese mensaje es que el triunfo en las urnas ya no es un cheque en blanco para ningún político. Por fortuna el control ciudadano se está instalando como práctica virtuosa en Argentina.
La ciudadanía está más alerta que nunca y de mil y una maneras ha indicado qué es lo que espera a partir de ahora de la política y de los políticos.
En consecuencia, hay en la oposición cada vez mayor mirada estratégica y menor voluntad de trenzarse en negociaciones más allá de lo razonable, para luego salir burlada, como ha ocurrido tantas veces en el pasado. Basta recordar como ejemplo la lamentable quita de coparticipación a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a pesar del acompañamiento al oficialismo y la fuerte disposición conciliadora del jefe de gobierno Larreta durante los tiempos de pandemia.
Cabe reflexionar, entonces, que la verdadera señal de cambio de época, es el mayor anhelo en la sociedad de vivir la política como protagonista y no como simple espectadora de la “rosca” que termina perjudicando a los ciudadanos en aras de mantener privilegios.
Otra brisa de esperanza en esta semana fue el fallo de la Corte Suprema declarando inconstitucional la reforma del Consejo de la Magistratura que impulsó en 2006 Cristina Fernández de Kirchner, en aquel momento, senadora nacional. Esta decisión del Máximo Tribunal es un duro golpe a los anhelos de la Vicepresidente, sus familiares y otros involucrados en causa de corrupción ya que debilita los intentos de lograr una Justicia afín que abone el camino de impunidad.
Haciendo memoria, la citada reforma redujo los miembros originales del Consejo de 19 a 13, dando una ventaja extraordinaria a la política de turno en el nombramiento y destitución de los jueces. La Corte indicó que la actual composición del Consejo no observa el equilibrio prescripto por la Constitución de 1994, que le dio origen, lo cual se ha palpado, en la práctica, a través de sus efectos y consecuencias adversas.
Todavía en el Poder Judicial, la institución más desprestigiada del país, según los sondeos de opinión, queda mucho por hacer para lograr justicia de calidad para el enorme entramado de corrupción que ha puesto a la Argentina de rodillas, y desde ya, y en términos más amplios, en materia penal en general. Algunos fallos recientes han sido de una sorprendente impudicia por parte de los magistrados actuantes, tales como los irregulares sobreseimientos previos al juicio oral en la causa Hotesur - Los Sauces o el desenlace absurdo del caso de Oil Combustibles que declara culpable ex titular de la AFIP, pero no a los que se apoderaron de los fondos pertenecientes al erario público, reteniendo para sí el gravamen a los combustibles. Por suerte hay fiscales probos que apelarán ambos casos.
Ahora el gobierno analiza un proyecto para reformar la Corte Suprema. No es para menos, las evidencias han mostrado que le resulta difícil dominar al organismo, y así es como debe ser por el expreso mandato constitucional. Ese proyecto, en bien de la República no debe prosperar y ahí la oposición tendrá nuevamente un rol protagónico.
De aquí en más, y seguramente por los próximos dos años, cuanto menos, continuará la lucha día a día, desde lo institucional y desde lo cultural, para poner límites claros a más intentos populistas y autoritarios de un gobierno históricamente acostumbrado a una oposición debilitada, cuando no complaciente.
Con el cambio de época, corren nuevos aires en Argentina, aires de esperanza de instituciones más sanas que son, sin lugar a dudas, la base de un desarrollo viable y sostenible para nuestro país.
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