Feletti, los controles y una ilusión óptica: no suben los precios, se deprecia el peso

Podrán otorgándole poderes especiales de control a los militantes, pero mientras el gasto público siga creciendo y el BCRA imprima billetes a marcha forzada, el final de este nuevo intento regulatorio será igual al de anteriores ensayos fallidos

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Roberto Feletti, al mando de los acuerdos de precios
Roberto Feletti, al mando de los acuerdos de precios

A pesar de la evidencia histórica sobre el fracaso de los controles de precios que se puede encontrar en el famoso libro de Robert Schuettinger y Eamonn Butler: 4000 Años de controles de precios y salarios, cómo no combatir la inflación, el gobierno insiste en recurrir a esa fracasada herramienta por no querer reconocer que la causa de la inflación es la fenomenal expansión monetaria que viene llevando a cabo el BCRA para financiar el déficit fiscal.

En 2020 el BCRA emitió $2 billones para financiar el déficit fiscal. Fue el principal ingreso del tesoro para pagar los gastos. En segundo lugar, estuvo Aportes y Contribuciones Patronales con $1,5 billones, luego el IVA con $0,8 billones y en tercer lugar Ganancias con $0,48 billones. Es decir, en 2020 el impuesto inflacionario fue la principal fuente de financiamiento del tesoro.

Tomando hasta el mes de octubre de este año, el BCRA emitió $0,9 billones para financiar al tesoro

Tomando hasta el mes de octubre de este año, el BCRA emitió $0,9 billones para financiar al tesoro, ubicándose como el tercer impuesto más importante dentro de la recaudación tributaria del tesoro luego de Aportes y Contribuciones Patronales e IVA.

Es decir, hay una emisión monetaria fenomenal que lo que hace es que el peso pierda valor. No es que suben los precios, es que el gobierno deprecia el peso constantemente.

El libro de Robert Schuettinger y Eamonn Butler
El libro de Robert Schuettinger y Eamonn Butler

El primer problema a tener en cuenta no es que los malvados empresarios suben los precios por ambición como quieren mostrar los funcionarios públicos, presentándose ellos como los buenos que vienen a defender a la población de la ambición desmedida de los comerciantes. La realidad es que son ellos los que destruyen la moneda generando inflación y luego le quieren transferir la culpa a los comerciantes.

Pero volviendo un momento sobre el citado libro de la historia de los controles de precios, el ejemplo que más me impactó fue el de la Alemania nazi.

En 1946, Hermann Göering –responsable, entre otras cosas, de los planes económicos del nazismo– le dio una entrevista al corresponsal de guerra Henry Taylor. El nazi le dijo a Taylor (recordemos que en esos años Estados Unidos estaba bajo controles de precios dejado por la pésima administración económica de Rooselvet): “Ustedes en América están tomando una serie de medidas que a nosotros nos causaron problemas. Están intentando controlar los salarios y precios, es decir, el trabajo del pueblo. Si hacen eso, también deben controlar la vida del pueblo. Y ningún país puede hacerlo en forma parcial. Yo lo intenté y fracasé. Tampoco pueden hacerlo en forma total. También lo intenté y fracasé”.

Cuando se establece un precio máximo de un determinado bien o servicio, siempre se pone por debajo del precio de equilibrio de mercado

Es decir, el nazismo, con todo su aparato represivo y la brutalidad de su accionar, tampoco pudo controlar los precios.

Es inevitable que si se pone un precio máximo para controlar la inflación mientras el BCRA sigue emitiendo, el control de precios tenga que extenderse a toda la economía. Usando el ejemplo de Yo un lápiz, de Leonard Read, para los controles de precios veamos qué ocurre.

Supongamos que el gobierno les pone un precio máximo a los lápices. El fabricante de lápices va a decirle al burócrata: vea me aumentan los insumos como la madera, el grafito y la pintura del lápiz.

De manera que, de entrada, el burócrata tendrá que ir al fabricante de madera para controlarle los precios. El fabricante de madera le dirá que a él le sube el precio de las máquinas para cortar los árboles, el precio de los camiones que transportan la madera, el combustible con el que funcionan los camiones, los salarios que paga, etc. Así que el burócrata tendrá que ir al fabricante las sierras para cortar la madera para controlarle los precios. Este le dirá que le sube el costo del metal, la energía para fabricar, los sueldos de sus operarios, etc.

Con la creciente carga impositiva que rige en Argentina, la delirante legislación laboral, las regulaciones absurdas que impone el gobierno y la industria del juicio laboral, ninguna tasa de rentabilidad puede cubrir el riesgo de la falta de previsibilidad en las reglas de juego

Si el burócrata controla los precios de un producto, inevitablemente tendrá que ir hacia atrás en la cadena de producción a controlar los precios de los insumos, bienes de capital y salarios para producir un simple lápiz de grafito. Es decir, controlar una interminable cadena de bienes y servicios que intervienen en la fabricación de un simple lápiz de grafito.

Imaginemos esta tarea interminable en un simple lápiz de grafito llevado a una cantidad enorme de bienes y servicios que quiere controlar el burócrata. Es imposible llevarlo a la práctica porque, encima, cuando termina de analizar las planillas de costos de un sector, por efecto de la emisión monetaria, los insumos de los mismos productos que está contralando ya aumentaron por efecto de la emisión.

La emisión monetaria va más rápido que la planilla Excel del burócrata de turno.

El otro tema a considerar es que cuando se establece un precio máximo de un determinado bien o servicio, siempre se pone por debajo del precio de equilibrio de mercado. Si el merado opera a un precio de $100, no tiene sentido poner un precio máximo en $100 o $110, solo tiene sentido poner un precio máximo por debajo de 100 pesos.

El gráfico 1 es el clásico para explicar los primeros palotes de economía, las curvas de oferta y demanda. ¿Qué muestra? Que el mercado opera en equilibrio al precio P1 y la cantidad C1. Viene el burócrata y establece el precio máximo en P2, con lo cual la cantidad demandada aumenta a C3 para aprovechar los precios artificialmente bajos. Y la cantidad ofrecida se contrae a C2 porque deja de ser negocio. La diferencia entre C2 y C3 es lo que se ve en el supermercado cuando ponen precios máximos: góndolas con faltantes, porque la demanda aumenta y la oferta se contrae.

¿Por qué se contrae la oferta? Porque el burócrata manda a la quiebra a algunos productores generando escasez.

Tomemos el ejemplo del cuadro 1. Antes de los controles de precios el mercado operaba a 100, como no todos los productores tienen los mismos costos, están los más eficientes, en el ejemplo el caso A y el menos eficiente C que a pesar de tener costos mayores que sus competidores igual puede estar en el mercado porque sus costos están por debajo del precio del mercado.

Viene el gobierno y decide que el precio máximo es de 90 pesos. A y B, ganando menos, pueden mantenerse en el mercado porque sus costos de están por debajo del precio máximo, pero C queda afuera y tiene que cerrar generando desocupación o empezar a trabajar en el mercado negro, algo que es muy común bajo controles de precios.

Finalmente, viene el típico discurso populista de decir que las empresas tienen que ganar un poco menos o que tienen ganancias exorbitantes y por eso los controles de precios.

¿Qué es una ganancia exorbitante? ¿Acaso es lo mismo asumir el riesgo de hundir una inversión en Argentina donde nadie sabe cuáles son las reglas de juego que van a imperar mañana que hundir una inversión en Holanda donde las reglas de juego son estables?

Feletti tiene una ilusión óptica que lo lleva a cometer un grosero error de política económica: no es que suben los precios, es que se deprecia el peso

Con la creciente carga impositiva que rige en Argentina, la delirante legislación laboral, las regulaciones absurdas que impone el gobierno y la industria del juicio laboral, ninguna tasa de rentabilidad puede cubrir el riesgo de la falta de previsibilidad en las reglas de juego.

Resumiendo, podrán establecer todo el estado policial que quieran otorgándole poderes especiales a los militantes de La Cámpora o los mal llamados Movimientos Sociales que, en realidad, son movimientos políticos, para “controlar” los precios, pero mientras el gasto público siga creciendo y el BCRA imprima billetes a marcha forzada, el final de este nuevo intento regulatorio, que va en contra de todo principio económico, no será diferente al de la Alemania nazi, a la inflación cero de Gelbard que terminó en el rodrigazo, a Grinspum en la época de Alfonsín, o a la tregua de precios y salarios de Martínez de Hoz y tantos otros ensayos al respecto.

El secretario de Comercio Interior Roberto Feletti tiene una ilusión óptica que lo lleva a cometer un grosero error de política económica: no es que suben los precios, es que se deprecia el peso.

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