La doble indemnización es un castigo para los empleados

Ese esquema incentiva a los individuos a no cambiar, a no aprender, a hacer la plancha. Los paraliza: el cambio es difícil y riesgoso. l problema es que el cambio no es opcional

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"La realidad sigue avanzando a tasas crecientes y solo estaremos forzando un salto mucho mayor en el futuro. Mucho más riesgoso. Mucho más difícil", asegura el autor del texto
"La realidad sigue avanzando a tasas crecientes y solo estaremos forzando un salto mucho mayor en el futuro. Mucho más riesgoso. Mucho más difícil", asegura el autor del texto

“Si estamos a cinco centímetros del abismo, ¿cómo vas a hablar del largo plazo?”, dirá el estimado lector en cada párrafo. “Estamos a cinco centímetros del abismo justamente porque nunca hablamos del largo plazo”, le contestaría si pudiera.

La doble indemnización redujo, en su implementación en 2002, la cantidad de despidos. Era obvio, claro. Y seguramente tuvo un impacto similar entre 2019 y 2021. También está claro que el malvado empresario contratará menos personas, si el costo del error es mayor, o que aumentará sus precios o reducirá otros gastos por si llega a tener que despedir a alguien. Adicionalmente, retrasará las inversiones de capital para hacer más eficiente la producción, perdiendo frente a la competencia externa o requiriendo protecciones.

Sin embargo, para los empleados, esto que parece genial tiene consecuencias tan malas como el concepto de un empleo de por vida.

La doble indemnización redujo, en su implementación en 2002, la cantidad de despidos. Era obvio, claro. Y seguramente tuvo un impacto similar entre 2019 y 2021

Que el mundo estaba cambiando hasta 2019 era algo que nadie podía cuestionar. Solo Marcelo Tinelli parecía creer que todos seguiríamos viéndolo en TV y algunas pocas empresas pensaban que si dejaban la máquina de fax en la oficina un día volverían a recibir pedidos por allí. Pero la tecnología siempre triunfa. Y la pandemia aceleró todos esos cambios. Forzó a ese restaurante a hacer envíos, al banco que disfrutaba de sus clientes cautivos haciendo fila a cambiar procesos, incluso al Estado a acelerar su lenta modernización. En paralelo, la tecnología siguió avanzando, desafiando reglas que creíamos inflexibles: conceptos como “moneda”, “frontera” y “por tiempo indeterminado” están, hoy, en duda.

En 2019, en una de mis pocas apariciones en TV, le dije -tal vez a los gritos- a Néstor Pitrola que tendría que cambiar el nombre de su partido: “En el futuro no habrá obreros”. Cada humano podrá trabajar menos y haremos tareas cada vez más diferenciadas. ¿Por qué? Porque toda tarea repetitiva puede automatizarse. Y así será.

¿Qué tiene que ver la doble indemnización o los trabajos de por vida con un partido creado para un mundo que ya no existe?

El mundo cambia cada vez más rápido y no va a parar porque no queramos, nos cueste o nos moleste

La única forma de lidiar con el cambio tecnológico es con humildad y aprendizaje constante. Saber que no sabemos y querer saber es clave. El mundo cambia cada vez más rápido y no va a parar porque no queramos, nos cueste o nos moleste.

Ahora, imagine el lector a un joven brillante que ingresó en una empresa con la mejor actitud de aprendizaje y de repente le dicen: “No te van a echar nunca. Además, la empresa no va a cambiar procesos porque es carísimo”.

La doble indemnización incentiva a los individuos a no cambiar, a no aprender, a hacer la plancha. Los paraliza: el cambio es difícil y riesgoso. El problema es que el cambio no es opcional: simplemente se está retrasando. La realidad sigue avanzando a tasas crecientes y solo estaremos forzando un salto mucho mayor en el futuro. Mucho más riesgoso. Mucho más difícil. Un salto que muchos no podrán dar. Otros, en cambio, se sienten empoderados y, frente a esta realidad, prefieren no hacer la plancha.

La doble indemnización reduce los despidos hoy, pero genera desempleo en el futuro. Podemos pensar en ello o, simplemente, esperar a estar a cinco centímetros de ese abismo para ocuparnos

Cuando me preguntan cómo evitar achancharse, siempre sugiero considerar el empleo tradicional como una beca: alguien nos paga para hacer algunas tareas y dedicarnos, el resto del tiempo, a aprender, a estudiar, a mejorar. ¿Qué cosas? El malvado empresario diría “lo que sirva a la empresa” o alguna metáfora más poética como “automatizar para que no nos automaticen”. En realidad, sugiero primero pensar en el futuro: ¿cómo luce el año 2025? ¿Qué diferencias habrá con el día de hoy? ¿Qué cosas me apasionan, cuáles me harán más feliz, qué puedo disfrutar de estos cambios? Allí, y en el poder del interés compuesto, está la respuesta. Al fin y al cabo, el mundo cambió y miles de jóvenes ganan más dinero jugando con la computadora o haciendo videítos que el que ganaban sus padres.

La doble indemnización reduce los despidos hoy, pero genera desempleo en el futuro. Podemos pensar en ello o, simplemente, esperar a estar a cinco centímetros de ese abismo para ocuparnos. Y cuando estemos a cinco centímetros del abismo, será el momento de cambiar el ángulo de la cámara, hacer un paneo general y cambiar la historia.

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