Cinco ejes para el desarrollo argentino

Son complementarios entre sí y en torno a ellos son necesarias discusiones plurales, alianzas y acciones concretas para traccionar el camino para los próximos 40 años

El segundo eje radica en reducir la pobreza. Hace más de 30 años que no se logra perforar el piso de ese índice: nunca fue menor al 25%

Hoy nos costaría encontrar a alguien que no crea que nos debemos una discusión sobre la estrategia de desarrollo para la Argentina. Pero, ¿cómo encararla? Desde CIPPEC proponemos hacerlo en el marco de Democracia 40, una propuesta de diálogo participativo, multiactoral, federal e intergeneracional. En esta iniciativa identificamos, de forma participativa, cinco ejes temáticos, complementarios entre sí, en torno a los cuales son necesarias discusiones plurales, alianzas y acciones concretas para traccionar el camino del desarrollo argentino para los próximos 40 años.

El primero es alcanzar la justicia educativa. Antes de la pandemia, solamente la mitad de los y las estudiantes terminaban el tramo educativo obligatorio. Incluso entre quienes terminaban la escuela secundaria, solo el 27% lo hacían a la edad esperada. Una vez atravesada la pandemia, se estima que casi 7 de cada 10 jóvenes no alcanzará el nivel mínimo de aprendizajes. Estamos hablando de saber leer, escribir, sumar y restar. Las posibilidades de terminar la educación obligatoria y acceder a los aprendizajes básicos están determinadas por las diferencias en el nivel de ingreso de las familias de origen y la zona de residencia. Esto vulnera claramente los derechos de los/as jóvenes en Argentina y su posibilidad de ejercer una vida plena. ¿Cómo logramos que todos los niños y niñas terminen la secundaria en tiempo y forma? Es decir, ¿cómo conseguimos que adquieran los saberes necesarios para sus trayectos vitales? ¿Y cómo dialogan esos aprendizajes con las demandas de un mercado de trabajo en constante transformación?

El segundo es la reducir la pobreza. Hace más de 30 años que no logramos perforar el piso de la tasa de pobreza: nunca fue menor al 25%. Actualmente, considerando los efectos de la crisis que se profundizó con la pandemia, más de 4 de cada 10 personas viven en hogares con ingresos inferiores al costo de una canasta básica de bienes y servicios. La proporción aumenta a casi 6 de cada 10 entre niños, niñas y adolescentes. La pobreza, que implica más vulneraciones que la falta de ingreso, se concentra en hogares monomarentales; aquellos donde las personas adultas están en el mercado de trabajo informal, y tanto en los conurbanos de las grandes ciudades como en las provincias del norte del país. ¿Cómo podemos generar las oportunidades para que los 19 millones de personas que hoy viven en pobreza puedan tener vidas dignas y trabajos que garanticen ingresos suficientes? ¿Cómo lo hacemos, además, en un contexto de envejecimiento poblacional?

El tercero es potenciar la matriz productiva. En los últimos 40 años, el PBI per cápita de Argentina creció un 10%, frente al 29% del conjunto de países que componen la región de América Latina y el Caribe. Las oportunidades de crecimiento económico dependen de que podamos generar divisas a partir de las exportaciones y también crear empleos de calidad. Sin embargo, las exportaciones per cápita de Argentina son casi la mitad de las de Uruguay y casi un tercio de las de Chile. A la vez, hace más de una década que Argentina no genera empleo formal. ¿Podemos volver a crecer de manera sostenida? ¿Cómo hacemos para generar puestos de trabajo y, al mismo tiempo, potenciar nuestra competitividad? Y también, ¿cómo podemos asegurarnos que esa matriz genere exportaciones y asegure el ingreso de divisas?

El cuarto es lograr una transición verde justa. El planeta se sigue calentando y, aunque Argentina no contribuye mucho a la crisis climática, sin dudas experimentamos sus consecuencias. Las estrategias para combatirla pueden representar una oportunidad para el entramado productivo y el desarrollo de nuestro país. ¿Qué tenemos que hacer para mitigar sus impactos? ¿Cómo hacemos para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger la biodiversidad de nuestro territorio? ¿Cómo garantizamos la adaptación frente a las consecuencias que no podemos evitar? ¿Qué implicancias tienen estas discusiones para la resiliencia y la equidad urbana?

El último eje es garantizar la estabilidad macroeconómica. En los últimos 40 años, la macroeconomía argentina tuvo un comportamiento volátil con frecuentes episodios recesivos. Estos coincidieron, frecuentemente, con desequilibrios comerciales: las divisas son una fuente de estabilidad macroeconómica y su insuficiencia genera problemas de orden fiscal. ¿Cómo hacemos para garantizar la estabilidad macroeconómica? ¿Es posible generar los acuerdos intertemporales e intersectoriales que son necesarios para esa discusión?

Las respuestas a estos interrogantes pueden únicamente ser construidas de manera colectiva, a través del diálogo concreto y constructivo. El aniversario de los 40 años de democracia nos abre una posibilidad para poder generar los espacios donde se puedan gestar las propuestas para un mejor futuro con desarrollo, inclusión y sostenibilidad en la Argentina. Ojalá lo sepamos aprovechar.

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