“La Justicia es un poder independiente”. Esta simple frase, que incorporamos desde muy chicos y que es constitutiva de nuestra democracia, pilar de la estructura de nuestro país, parece de fácil comprensión y entendimiento. Sin embargo, hoy quedó en el olvido de quienes gobiernan. Asistimos, desde que asumió la presidencia Alberto Fernández, a un constante ataque y avance sobre el Poder Judicial, y al mismo tiempo, a una cooptación notable de jueces que parecen tomar decisiones marcadas al ritmo de las necesidades del oficialismo.
Cuando los jueces son parciales la Justicia queda de lado y empieza el camino de su utilización política. En el transcurso de los últimos días asistimos a dos decisiones judiciales cuestionables, que tienen en común un hilo de conducta que deja al descubierto la intromisión de la política en la Justicia.
En primer lugar, el Tribunal Oral Federal 5 (TOF 5) sobreseyó a la vicepresidenta Cristina Kirchner, a sus hijos Máximo y Florencia y a otros trece imputados por lavado de dinero en las causas Hotesur y Los Sauces. Es decir, sin llegar a la etapa de Juicio, la familia Kirchner quedó sobreseída en una de las causas de corrupción más importantes de los últimos tiempos. Unos días después, el juez Martín Bava -cuestionado, con antecedentes de denuncias por el delito de falsedad ideológica y con conflictos laborales con los empleados del juzgado 1 de Azul- procesó a Mauricio Macri por presunto espionaje, demostrando claramente parcialidad en su accionar, montando un circo mediático que incluyó una citación fallida que debió ser suspendida por la ausencia del relevamiento de secreto de Estado, algo elemental que necesitaba el ex presidente para poder participar de la indagatoria. Aquel error grosero y bochornoso del juez fue el principio de un accionar marcado por la parcialidad y la cercanía con el poder de turno.
Este entramado judicial es el claro resultado de una línea de acción que ya se había instaurado con el kirchnerismo que, por un lado, se sirve de la Justicia para perseguir a los opositores y, por otro, funciona como escoba para barrer las causas de corrupción que recaen sobre la actual Vicepresidenta.
Lejos de la independencia de poderes que aprendimos en la escuela primaria, hoy vemos cómo el Gobierno es “exitoso” en una sola cosa: avanzar con su agenda judicial de impunidad y persecución. Esa combinación funciona, ese plan -que no tiene que ver con recuperar al país, ni generar trabajo, ni planificar una salida de la pandemia- se ejecuta a la perfección.
Cuando empezó este gobierno anunció una reforma judicial que encendió todas las alarmas; todo lo dicho en los párrafos anteriores confirma sus verdaderas intenciones.
Si queremos un país serio, mejor para todos, el camino a seguir no tiene que ver con más políticos metiendo sus narices en el Poder Judicial, es justo el contrario, se trata de generar los mecanismos para garantizar la independencia de la Justicia.
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