Las pibas y les referentes del feminismo

La sororidad y las mujeres que nos permitieron crecer desde un feminismo accesible que todas podíamos comprender y que nos abrieron los ojos para seguir con nuestra lucha

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Luciana Peker, Señorita Bimbo, Lali
Luciana Peker, Señorita Bimbo, Lali Esposito, Julieta Diaz, Tamara Tenenbaum y Malena Pichot

“Sorora, hermana, amiga, aliada. El término sororidad que deriva del latín sor y que se traduce como hermana, significa solidaridad entre mujeres y sugiere una ayuda mutua que genere cambios en en pos de un mundo más amable para todas” (Luciana Peker).

Los sets de filmación son grandes lugares para observar el funcionamiento del sistema; los roles de cada persona, el cupo laboral trans, la paridad de género, los tratos y jerarquías. También lo son los guiones. ¿Qué cuenta la historia? ¿Quién la cuenta? ¿Bajo qué mirada está contada? ¿Tiene perspectiva de género? Y, casi que por encima de todo, el grupo humano. ¿Quiénes contamos la película?

El cine, como la mayoría de las disciplinas artísticas, se hace en equipo. Históricamente, el concepto equipo siempre generó problemas. Especialmente en términos de división de géneros y tareas. Recién ahora se empieza a ver más y más mujeres ocupando otros espacios: producción, eléctrica, cámara, dirección, etc. Es muy alentador ver cómo, paso a paso, vamos ganando el territorio que, en realidad, siempre nos correspondió, pero que el sistema patriarcal quiso acaparar y no compartir.

Más allá de la experiencia panóptica que es estar en un set, también es una experiencia hermosa y enriquecedora. No hablo solo a un nivel laboral sino también de uno personal y humano, como lo es hacerse amigues.

Desde el primer Ni Una Menos que se han empezado a generar grupos de mujeres muy valiosos en los rodajes. Las mismas mujeres que antes competían entre sí o hablaban mal de la otra a sus espaldas, hoy se unen para protegerse y ser más fuertes. Y no es que seamos más, pero la sororidad nos ha dado una sensación tan poderosa de expansión y unión que es como si nos hubiéramos reproducido.

Es muy precioso trabajar con mujeres de un mismo grupo de pertenencia, como me pasó en El Fin del Amor, la nueva serie de KyS basada en el libro de Tamara Tenenbaum, dirigida por Leticia Dolera, Coca Novick y Daniel Barone. Un equipo técnico repleto de mujeres talentosas y lo mismo en el elenco.

Poder compartir esa experiencia tan psicomágica que es un set con mujeres de la misma edad, misma lucha, mismos intereses es un mimo al alma.

Entre charlas con Bren (Kreizerman), More (Fernandez), Vera (Spinetta), Lali (Espósito), Martu (Campos), Juli (Zapiola), Mariana (Genesio) y Cande (Vetrano) entendí que no estaba sola. Que ante cualquier adversidad tenía más de un hombro en donde apoyarme y contar mis miedos y angustias, porque no todo es color de rosas siempre ni en esta ni en ninguna profesión. Y sabernos unidas es el mejor escudo.

También me parece maravilloso cuando dos o más generaciones diferentes de mujeres se potencian y retroalimentan y eso me pasó al trabajar en la película que acabamos de terminar de rodar con la talentosísima Julieta Diaz.

El fin del amor, libro
El fin del amor, libro de Tamara Tenenbaum

Cuando leímos el guión por primera vez, nuestros personajes debían llevarse mal. El personaje de Julieta debía odiarme solo por ser una mujer joven a la cual no conocía. Recuerdo que una de las cosas que hablamos por primera vez fue cómo eso ya quedaba vintage, que no era condescendiente ni con el momento histórico ni con nuestra primera impresión al conocernos. ¿Por qué seguir fomentando la competencia y la mala vibra entre mujeres? Se lo comentamos al director y al guionista y ambos estuvieron de acuerdo en que estaba bueno poder mostrar los nuevos vínculos entre mujeres. Eso nos hizo manejarnos, no solo en escena sino también fuera de ella, con tal calidez que terminamos formando un vínculo genuino de amistad.

De nuevo… no estar solas y sabernos en unión nos ayudó a construir un caparazón en conjunto, en donde si una estaba mal la otra la animaba, si una tenía frío, la otra la tapaba, si una tenía hambre, la otra le ofrecía algo rico y así cada día de rodaje durante un mes.

Entre líneas de personajes y nuestras, nos descubrimos aprendiendo la una de la otra un montón. Un día, al terminar la jornada, nos pusimos a charlar y Juli me contó que le parecía hermoso ver a estas nuevas mujeres de las nuevas generaciones con toda esa libertad que las de su generación no habían podido lograr. Y yo le contesté que, para que nosotras supiéramos que podíamos luchar por nuestras libertades, y encima que podíamos conseguirlas, necesitábamos de las mujeres anteriores, que ellas eran nuestros referentes.

Que si no fuera por mujeres como Luciana Peker o Señorita Bimbo, hay un montón de cosas que no hubiéramos entendido. Si no fuera por Malena Pichot que se animó a nombrar y exponer que los riesgos que corríamos en la calle no era por ser personas sino por ser mujeres, seguiríamos pensando que nada tiene que ver con el patriarcado el hecho de que un taxista se haga la paja en el auto con una pasajera o los piropos sexistas o la cosificación en los canales de televisión.

El movimiento Ni Una Menos
El movimiento Ni Una Menos (AP)

Todas esas mujeres que formaban parte de nuestra vida cotidiana y que también nos permitieron crecer desde un feminismo accesible que todas podíamos comprender, nos abrieron los ojos para después seguir con nuestra lucha generacional.

Y es al día de hoy que pienso que mis grandes referentes del feminismo son las pibas, todas, en especial mis amigas. Con ellas aprendo, dudo, me y nos cuestiono, lloro, me enojo y grito, me alivio, expreso mis miedos (que son compartidos) y todo eso después va con el viento y se mezcla con la marea de les militantes, porque somos todes una misma materia, una misma lucha; la igualdad.

Cuando terminó la filmación sentí un gran vacío y en parte creo que, además de la sensación lógica de angustia que genera la conclusión de las cosas y los cierres de etapas, fue porque verdaderamente iba a extrañar a mi compañera. No solo a Juli sino a la fortaleza que me dio ella para actuar, cantar, esperar, charlar, estar en silencio, molesta o feliz.

Antes las mujeres estábamos cada una por su cuenta, solas; tratábamos de hacer alianza con quién podíamos y cómo podíamos. Y eso daba mucho miedo y vulnerabilidad porque desde esos dos conceptos fuimos educadas.

El tiempo pasó y con él vinieron los lentes del feminismo. Hoy sabemos que hay otras mujeres para nosotras, las vemos. Sentir que podemos contar con ellas siempre es la mismísima sororidad en carne y hueso y eso, para mí, es el mayor grado de empoderamiento.

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