La educación argentina: a la deriva o bajo el modelo de 1884

Las autoridades deben priorizar la instrucción formal e informal con un rol protagónico de la tecnología y articuladas con el mundo del trabajo. El potencial humano está, a pesar de la crisis que nos envuelve

Alumnos de sexto grado durante la prueba Aprender

Argentina 2021: los pobres resultados de los estudiantes argentinos en la última prueba que realizó la UNESCO dejan en evidencia una situación crítica. Hoy los niños y jóvenes argentinos están rindiendo por debajo del promedio regional en términos educativos. Sucesivas idas y vueltas durante las últimas décadas en las políticas educativas, interminables conflictos gremiales y la reciente desvinculación de millones de estudiantes de la escuela durante la pandemia, son solo algunos de los factores que han quedado expuestos en los recientes resultados.

Argentina 1884: con el antecedente del trabajo hecho por Domingo Faustino Sarmiento durante su presidencia (1868-1874), se promulga, ya con Julio Argentino Roca, la Ley 1.420 de educación común, gratuita y obligatoria. La misma se enfoca en formar a los argentinos en aspectos que necesita la joven nación, se multiplican las escuelas normales, nacionales, industriales y técnicas. En tan solo tres décadas la Argentina se convierte en una sociedad casi sin analfabetos y para principios de la década de 1930 llega a ser, por lejos, la de mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH) de América Latina. Por aquellos tiempos, los estudiosos le presagiaban al país un destino común con los Estados Unidos.

Es evidente que el mundo de hoy es muy distinto al de 1884, sin embargo, hay algunas lecciones que podemos aprender del éxito de la política educativa de fines del siglo XIX.

-Inspirados en el mundo, pero con mirada nacional: el modelo educativo argentino plasmado en la Ley 1.420 surgió de tomar experiencias exitosas de Estados Unidos y Europa, para luego aplicarla con las particularidades del caso argentino. Esto que parece una obviedad no volvió a repetirse en las reformas recientes.

-La conducción política: el Estado nacional se hizo responsable del proyecto y articuló con las gobernaciones y las intendencias la aplicación del modelo escolar, pero la aplicación y el financiamiento fue de entera responsabilidad de una conducción centralizada.

-Presupuesto acorde: el Estado nacional no escatimó en gastos para que el plan educativo tuviera éxito. Fue una prioridad absoluta, aun a costa de otros aspectos que se consideraban centrales.

-Política de Estado: la mirada de largo plazo y la continuidad del modelo en el tiempo son indispensables. Desde el momento en que se pensó el sistema educacional nacional, toda la dirigencia política asumió que tendría éxito en varias décadas, se planificó en consecuencia a eso y los distintos gobiernos que siguieron al de Julio Argentino Roca (1880-1886) respetaron los lineamientos generales del programa original.

-El papel de los docentes: ya lo había anticipado Sarmiento. Uno de los ejes centrales de todo el esquema radicaría en docentes formados, comprometidos, bien pagos, capacitados de manera constante y periódicamente evaluados.

-La adecuación del sistema educativo a un modelo de país: la única manera de tener un programa educacional exitoso de largo plazo es que se adapte a la realidad y potencialidad del país. La relación directa entre la educación y el trabajo es otro de los pilares centrales que afirmaron el modelo original.

En estos días la realidad global está determinada por el desarrollo tecnológico y la innovación. Los modelos educativos de aquellos países que más han avanzado están centrándose en ello, buscando potenciarse en los aspectos en los que resultan competitivos dentro del mercado global del conocimiento. La Argentina se está quedando atrás, sin un norte claro, sin un modelo de país consensuado por la dirigencia y asimilado por la sociedad, y se viene debatiendo entre reclamos salariales, paros y giros recurrentes. Con este panorama, es prácticamente imposible que los resultados de la educación sean positivos hoy y tengan efecto alguno en el futuro.

En la actualidad estamos como en los años previos a 1884. Necesitamos volver a pensar un modelo educativo a largo plazo que priorice la educación formal e informal centrada en la tecnología, articulada con el mundo del trabajo, pero capaz de imaginar universos nuevos.

El potencial humano está, aún a pesar de la crisis que nos envuelve: la Argentina es uno de los países latinoamericanos con mayor porcentaje de profesionales trabajando en empresas tecnológicas del mundo, con gente formada en universidades o autodidactas de la tecnología y con innumerables emprendimientos en TICs (tecnología de las comunicaciones e información). Somos un diamante en bruto para el desarrollo y aplicación de un modelo educacional centrado en la tecnología del conocimiento.

Depende de un acuerdo amplio pero concreto y urgente. Cada día cuenta, porque las herramientas que creemos hoy serán las que forjen a los argentinos del mañana.

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