Un mundo para caminar

Para el Rabí mi-Lublin, este mundo no es un lugar donde sentarse. Este es un lugar donde no podemos dejar de caminar. En un mundo quebrado e imperfecto, nadie más necesario que aquellos que se creen en paz

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Adán y Eva están apenas
Adán y Eva están apenas unas horas en el Edén y se van

Había caminado tanto. El viaje había sido tan duro. Miraba hacia atrás el recorrido y los recuerdos le llenaban los ojos de lágrimas. Lágrimas sin rótulo. Algunas de nostalgia, otras de tristeza y tantas de alegría. Los años de pronto dolían en su cuerpo, pero a la vez saboreaba una especie de paz dentro del alma.

El texto comienza diciendo: “Y se asentó Jacob” (Gén 37:1). Sentía que ya era tiempo de asentarse, de frenar. De dejar de andar. Había resuelto los conflictos con su hermano y con su familia. Tenía a todos sus hijos con él, en su casa. Había logrado crecer económicamente. Estaba de vuelta en su tierra. Se sentía completo. Total. Entero. ¿Qué más podía faltar? Ya no necesitaba seguir caminando. Había llegado el tiempo de sentarse.

El Rabí Jasídico Tzadok Hacohen de Lublin enseña que ese fue el error de Jacob. Pensar que porque su mundo estaba completo, entonces el mundo lo estaba. Creer que por haber luchado tanto por conseguir su propia plenitud, el trabajo estaba hecho. Para el Rabí mi-Lublin, este mundo no es un lugar donde sentarse. Este es un lugar donde no podemos dejar de caminar. En un mundo quebrado e imperfecto, nadie más necesario que aquellos que se creen en paz.

Es por eso que apenas un versículo después, se desata un nuevo drama en la familia. La envidia y los celos entre sus hijos, hacen que su hijo más amado, Iosef, sea vendido como esclavo a Egipto por sus hermanos. El drama de Iosef, será la semilla del Tikun. La potencia interior que llama a reparar el mundo.

El Rabino Joshua Liebman, escribió un libro que estuvo más de un año en la lista del New York Best Sellers, llamado: “Peace of Mind”. Allí explica que de todas las cualidades a alcanzar, la más importante es la Paz de Mente. En su libro propone un ideal de calma y aceptación, un estado de despreocupaciones y tranquilidad. Un estado espiritual y mental donde todo está en equilibrio, donde no debe haber insatisfacción, ni intranquilidad. Sólo Peace of Mind.

Sin embargo, la historia de Jacob se rebela a esta idea. Se para en contra del Peace of Mind.

Viene a cultivar la intranquilidad. A promover la insatisfacción. Es un llamamiento a no sentirnos totales, para abrir nuestra preocupación a todo lo que aún nos espera.

El crecimiento personal y el desarrollo común dependen íntimamente de sentirnos insatisfechos de quienes somos.

Aquí van dos ejemplos. Uno espiritual, otro científico.

Alguien le dijo al Rab Abraham J. Heschel, que no encontraba motivos para ir a la Sinagoga, o estudiar los textos sagrados: ”Yo soy un buen tipo, soy generoso, más allá de buen judío, soy una buena persona”. Heschel entonces le respondió: “En verdad, te envidio. Porque yo se que podría dar más de lo que doy, que debiera ser menos arrogante de lo que soy y que podría contestar a los que amo mejor de lo que lo hago”.

El segundo. El científico Robert Nozik les propuso a sus alumnos, una máquina que les daría la ilusión de vivir y sentir las sensaciones que más felicidad y tranquilidad les producen. Solamente debían sentarse en la silla, conectarse, y quedarse allí hasta que les llegue la muerte. Los miró y preguntó: “¿Quién se quiere sentar?”. Sólo el silencio levantó la mano en el aula. Nadie quiso. ¿Quién querría?.

Porque íntimamente no queremos eso. Queremos más que sensaciones y placeres. Queremos ver cómo los alcanzamos, cómo luchamos por ellos. No queremos sólo confort. Queremos el peligro y la libertad, lo bueno y lo malo, el error y el retorno, el dolor y el amor. Sabiduría y no sólo conocimiento, entendimiento y no sólo ciencia, fe y no sólo razón.

¿Para qué leer el diario cada mañana? Para qué volver a leer todos los dramas, las injusticias, la corrupción, la violencia, la discriminación, la falta de códigos y de valores, la crisis económica, el calentamiento global y la ausencia de liderazgos?

Porque tengo que hacerlo. Porque soy un ser humano. Porque soy un padre.

Porque no es tiempo de quedarse sentado. Porque esperan de nosotros que caminemos el mundo. No puedo quedarme ciego y sordo a lo que pasa en el mundo, con tal de alcanzar mi tranquilidad interior y mi propio estado de felicidad. Mi Paz de mente.

Todo está en el origen. Adán y Eva, en el Jardín del Edén, tienen perfecta felicidad, un sinfín e ilimitado futuro de tranquilidad, allí no deben preocuparse por nada. Sin embargo, están apenas unas horas en el Edén y se van. Tal como decía el célebre dramaturgo Moliére: “La felicidad ininterrumpida aburre: debe tener alternativas”.

Amigos queridos. Amigos todos.

Este no es un mundo para quedarnos sentados. Tenemos mucho que caminar.

Podemos creer a veces que el objetivo en la vida es estar en paz. Y en realidad, siempre es la lucha. Nuestro estado natural es la lucha.

Hay que luchar por la familia, por los hijos, por los padres.

Hay que luchar por la salud, hay que luchar por el trabajo.

Hay que luchar para defender un ideal, una identidad, un pueblo, una fe.

Si estás luchando, no quiere decir que estás mal. No.

Si estás luchando quiere decir que estás vivo.

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