Los argentinos desde hace décadas venimos transitando épocas muy difíciles rayanas en la peligrosidad extrema. Los discursos políticos resultan anacrónicos y fracasados por donde se los mire. Todos padecen la situación pero de modo especial los más vulnerables. De un corto tiempo a esta parte irrumpe en el escenario político Javier Milei con un discurso a contracorriente de lugares comunes y propone nada más y nada menos que la libertad con una profundidad no vista en los últimos largos tiempos en nuestro medio con lo que ha influido a mucha gente y corrido notablemente la parla de otros espacios políticos.
Milei reitera que ha venido “a despertar leones y no a guiar corderos”, que su presencia es transitoria y que lo relevante son las ideas y no las personas en cuyo contexto combate con vigor toda manifestación totalitaria y para contrarrestarlas formula propuestas que en esta nota periodística vamos a resumir a vuelo de pájaro algunas pocas al efecto de ilustrar las posiciones que representa su partido. Lo hacemos en forma de decálogo.
Primero, el ambientalismo. De un tiempo a esta parte los socialismos se han agazapado en el llamado ambientalismo como una manera más eficaz de liquidar la propiedad privada: en lugar de decretar su abolición al estilo marxista, la tragedia de los comunes se patrocina con mayor efectividad cuando se recurre a los llamados “derechos difusos” y la “subjetividad plural” a través de lo cual se abre camino para que cualquiera pueda demandar el uso considerado inadecuado de lo que al momento pertenece a otro.
El fundador y primer CEO de Weather Channel, John Coleman, el premio Nobel en física, Ivar Giaever y el ex presidente de Greenpeace de Canadá, Patrick Moore, sostienen que el denominado ambientalismo se basa en un fraude en el sentido de tergiversación de estadísticas. El aumento en la temperatura en el planeta Tierra se ha elevado medio grado en el transcurso del último siglo y fue antes de que aparecieran los gases que fueron inyectados por los humanos en la atmósfera (principalmente dióxido de carbono). También apuntan que en la época de los dinosaurios, en la Tierra el nivel de dióxido de carbono era entre cinco y diez veces superior al actual lo cual contribuyó a la riqueza de la vegetación, épocas en las que la Tierra era a veces más calurosa y húmeda y otras de enfriamiento y sequedad.
Respecto a la preocupación por la extinción de especies animales. Por ejemplo, es cierto que muchas especies marítimas están en vías de extinción debido a la antes mencionada tragedia de los comunes. Esto hoy no sucede con las vacas, aunque no siempre fue así: en la época de la colonia, en buena parte de América Latina el ganado vacuno se estaba extinguiendo debido a que cualquiera que encontrara un animal podía matarlo, engullirlo y dejar el resto en el campo para las aves de rapiña. Lo mismo ocurría con los búfalos en Estados Unidos. Esto cambió cuando comenzó a utilizarse el descubrimiento tecnológico de la época: la marca, primero, y el alambrado luego que clarificaron los derechos de propiedad. Lo mismo ocurrió con los elefantes en Zimbabwe, donde, a partir de asignar derechos de propiedad de la manada se dejó de ametrallarlos en busca de marfil.
En cuanto al temor por la desaparición del agua, el premio Nobel en economía Vernon L. Smith escribe: “El agua se ha convertido en un bien cuya cantidad y calidad es demasiado importante como para dejarla en manos de las autoridades políticas”. El planeta está compuesto por agua en sus dos terceras partes, aunque la mayoría es salada o está bloqueada por los hielos. Sin embargo, hay una precipitación anual sobre tierra firme de 113.000 kilómetros cúbicos, de la que se evaporan 72.000. Eso deja un neto de 41.000, capaz de cubrir holgadamente las necesidades de toda la población mundial. Sin embargo, se producen millones de muertes por agua contaminada y escasez. Tal como ocurre en Camboya, Ruanda y Haití, eso se debe a la politización de la recolección, el procesamiento y la distribución del agua. En esos países la precipitación es varias veces superior a la de Australia, donde no tienen lugar esas políticas y en consecuencia no ocurren esas tragedias.
En otras palabras, con el argumento de cuidar la propiedad del planeta Tierra se liquida la institución de la propiedad vía las antedichas figuras lo cual daña gravemente al planeta.
Segundo, la banca central cuya política solo puede encaminarse en una de tres direcciones: expansión, contracción o dejar inalterada la base monetaria. Cualquiera de estos caminos distorsionan los precios relativos, los cuales son los únicos indicadores para operar en el mercado por lo que se estimula el derroche que indefectiblemente repercute negativamente en los salarios e ingresos en términos reales. Por ello es que resulta indispensable la liquidación del Banco Central y el curso forzoso permitiendo que la gente revele su preferencia en cuanto al activo monetario tal como, entre otros, ha sugerido una y otra vez el premio Nobel en economía Friedrich Hayek, como pionero de la nutrida bibliografía hoy disponible.
Tercero, contar con una legislación en materia laboral compatible con una sociedad libre que no trabe la contratación de trabajo, la abrogación de la personería gremial con todos los abusos que de ello se desprende en desmedro de los genuinos trabajadores y la liberación de una patética y sistemática estafa monumental incrustada por un sistema nefasto de inseguridad antisocial jubilatorio.
Cuarto, en relación con el llamado aborto en concordancia con lo consignado por genetistas de renombre internacional y con lo expresado por la Academia Nacional de Medicina de nuestro país: “El niño por nacer, científica y biológicamente es un ser humano cuya existencia comienza al momento de su concepción”. A veces se ha mantenido que “la madre es dueña de su cuerpo” lo cual es absolutamente cierto pero no es dueña del cuerpo de otro. Es cierto que está en potencia de muchas cosas igual que todo ser humano independientemente de su edad por lo que constituye una arbitrariedad superlativa inventar un momento de la gestación para proceder a la liquidación de esa vida humana como si se produjera una mágica mutación en la especie, lo cual, dicho sea de paso, es una lógica tan arbitraria que puede conducir a la justificación del infanticidio. Un embrión humano contiene la totalidad de la información genética: ADN o ácido desoxirribonucleico. En el momento de la fusión de los gametos masculino y femenino -que aportan respectivamente 23 cromosomas cada uno- se forma una nueva célula compuesta por 46 cromosomas que contiene la totalidad de las características del ser humano.
Solo en base a un inadmisible acto de fe en la magia más rudimentaria puede sostenerse que diez minutos después del nacimiento estamos frente a un ser humano pero no diez minutos antes. Como si antes del alumbramiento se tratara de un vegetal o un mineral que cambia súbitamente de naturaleza. Quienes mantienen que en el seno materno no se trataría de un humano del mismo modo que una semilla no es un árbol, confunden aspectos cruciales. La semilla pertenece en acto a la especie vegetal y está en potencia de ser árbol, del mismo modo que el feto pertenece en acto a la especie humana en potencia de ser adulto.
Quinto, la distinción entre empresarios que para mejorar su situación patrimonial deben ofrecer bienes y servicios que atiendan las necesidades de su prójimo respecto de los prebendarios que aliados al poder de turno explotan miserablemente a los demás a través de privilegios de distinta índole.
Sexto, la insistencia en preservar la democracia al estilo de los Giovanni Sartori de nuestra época y evitar que se convierta en cleptocracia cuando se desconoce su aspecto medular, cual es el respeto por los derechos de todos en lugar de otorgar prelación al mero recuento de votos tal como ocurre en territorios como el venezolano (que además encajan fraudes groseros).
Séptimo, la trascendencia de la integración al mundo vía el comercio exterior libre de trabas. Octavo, la reducción de cargas tributarias para ubicarlas en un nivel para atender con prontitud la seguridad y la Justicia. Noveno, revisar todo el organigrama gubernamental al efecto de reducir el gasto público en aquellas faenas que exceden a la misión específica de una sociedad abierta del modo en que también han insistido otros premios Nobel en economía como Milton Friedman, George Stigler y Gary Becker. En esta línea argumental, facilitar la implementación del genuino federalismo y la consiguiente descentralización del poder en todos los niveles.
Y décimo, apuntar a la no renovación de deuda externa sobre la base, por un lado, que implica comprometer patrimonios de futuras generaciones que no han participado en la elección del gobierno que contrajo la deuda y por otro para embretar al monopolio de la fuerza a financiarse exclusivamente con recursos presentes una vez eliminada la denominada autoridad monetaria y cerrado el camino del antedicho endeudamiento externo, lo cual ha sido expuesto en primer lugar por el premio Nobel en economía James M. Buchanan.
Ya sabemos que los liberales no somos una manada y que detestamos el pensamiento único, son esperables disidencias de matices en varias direcciones, desacuerdos que tenemos con nosotros mismos cuando repasamos un texto anterior y nos damos cuenta que podríamos haber mejorado la marca, puesto que como decía Borges “no hay tal cosa como un texto perfecto”, lo cual es aplicable para todos los órdenes de la vida. Hay algunos comentarios que provienen de quienes parece no se percatan en que país vivimos ni que está ocurriendo. Pero en el caso de Milei resultan inauditas algunas de las críticas echadas a correr en primer lugar naturalmente por todo el espectro estatista que discrepa radicalmente con la libertad, pero también por envidiosos que buscan pantallas y “la quinta pata al gato” para disfrazar su mala fe y celos crecientes en medio de inventos mentirosos, también por los que no pueden despegarse de “lo políticamente correcto” ni de las telarañas mentales del statu quo y por aquellos que al provenir de tradiciones de pensamiento muy alejadas del liberalismo aunque en tránsito hacia la libertad se alarman y estiman que las propuestas de marras se tornan en una píldora demasiado grande para digerir.
Sin embargo, si las ideas tan sólidas expuestas por Milei se llevaran a la práctica nuestro país volvería a ser ejemplo del mundo civilizado tal como ocurrió cuando los preceptos alberdianos se aplicaron desde la Constitución liberal de 1853 que permitió que los salarios del peón rural y del obrero de la incipiente industria fueran muy superiores a los de Alemania, Francia, Italia y España. Fue la razón por la que la población se duplicara cada diez años y que tuviéramos indicadores equivalentes a los de Estados Unidos. Luego vino la revolución del 30 primero y luego a partir del golpe militar del 43 que sin solución de continuidad hasta nuestros días se vienen aplicando medidas estatistas en grados diversos y, por tanto, con sucesivas crisis que empujan a bajar escalones en todos los rubros y ámbitos posibles que hacen a la calidad de vida, juntamente con una degradación creciente de las instituciones republicanas.
Javier Milei en su previa incursión en los ámbitos académicos ha mostrado gran pericia y conocimiento en las materias de su incumbencia, con especial referencia a los extraordinarios aportes de la Escuela Austríaca liderados por pensadores de la talla de Carl Menger en el origen y continuados por Ludwig von Mises, Israel Kirzner y Murray Rothbard lo cual aquel personaje moderno de la política argentina ha transmitido con gran eficiencia a generaciones jóvenes para que cada uno sepa valorar su independencia y autonomía individual. Estos rasgos han sido destacados por la prensa mundial, como por ejemplo por The Economist de Londres, La Gaceta de Madrid, Le Monde de París y El País de Montevideo que también subrayan el carácter eminentemente moral de ese emprendimiento.
Por último y para cerrar este breve apunte, es pertinente destacar que una cosa es el necesario tendido de puentes electorales con espacios afines para evitar caer en las garras del chavismo local y otra bien distinta es la conducta de un liberal en el Congreso que debe poner de manifiesto su independencia de criterio y no proceder al voto en bloque convirtiendo al Parlamento en una escribanía donde todos proceden como monos en una jaula, lo cual no quita la oposición conjunta a sugerencias del estatismo vernáculo. Esta independencia fue uno de los rasgos que enfatizaron con admiración de los legisladores argentinos los representantes de la Academia Francesa cuando nos visitaron con motivo de la celebración del Centenario en 1910.
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