Rafael Bielsa no se equivocó. Sólo ejecutó una declaración coherente con la política exterior del gobierno: no importa la diplomacia, importa la ideología. A las autocracias y a las dictaduras amigas se les perdonan las violaciones a los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad. El principio de no injerencia que se aduce para encubrirlos se esfuma por completo cuando el gobierno del país es de otra ideología o, como en este caso, cuando el candidato que sacó más votos no coincide con el dogma kirchnerista. Lo que hizo Rafael Bielsa al criticar por anti argentino al candidato de derecha Jose Antonio Kast -que puede ser presidente en Chile -, es lo mismo que hizo cuando tomó partido en la defensa del líder de la RAM Jones Huala acusado por un ataque incendiario en el vecino país. Bielsa no actúa como Embajador de Argentina sino como Embajador de una facción.
Como cuando Carlos Raimundi, embajador ante la OEA deja al país como cómplice de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, absteniéndose de cualquier condena.
Bielsa y Raimundi no actúan como embajadores de un país democrático que se precie de tal. Más bien sólo ejecutan con precisión los dictados del país donde la figura más influyente es una señora que se abraza a los Castro, que si pudiera le entregaría el país a China, que negoció a los muertos de la AMIA en un pacto con el país de los acusados por el atentado y que no dudó en bloquear vacunas con tal de priorizar las de Vladimir Putin, que encima no llegaron. Que la cancillería haya aclarado que Bielsa habla a título personal hasta sonó raro. “La Argentina no opina en medio de un proceso electoral y vamos a seguir trabajando con el gobierno que resulte electo”, dijo el Ministerio de Relaciones Exteriores que comanda Santiago Cafiero. Veremos cuánto dura la mesura. Del otro lado de la cordillera, hasta el contrincante de Katz estuvo de acuerdo con la cancillería trasandina, que habló directamente de “intromisión inaceptable”.
El punto, sin embargo, ni siquiera es analizar la praxis de un embajador que en vez de cultivar relaciones con un país vecino las desmantela. Porque si el candidato vituperado por Bielsa gana, claramente el camino diplomático empezó mal. Algunos opinan que lo que hizo Bielsa es causal de remoción. No se enteraron de lo de Raimundi, mínimo. Podría pensarse que al contrario, lo que hizo el embajador Bielsa es para el cuadro de honor del Instituto Patria.
Las relaciones exteriores hablan del país que las ejecuta. La intolerancia ante la decisión de la voluntad popular ha tenido escenas locales con la negación de la derrota opositora. Y sobre todo manifiesta inquietantes reflejos antidemocráticos. ¿Acaso los países que Argentina defiende de lo indefendible son aquellos a los que le gustaría parecerse? Esa es la otra pregunta que se impone cuando el país se alía a regímenes autocráticos o dictatoriales. Lamentablemente, en sí misma, la acción parece esconder una respuesta.
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