No es cierto que un político no pueda opinar sobre cuestiones internas de otro país. Por el contrario, el fenómeno de la integración regional -tomando el modelo europeo- impulsa la creación de “familias políticas” que se organizan y articulan desde los partidos políticos y los Parlamentos Regionales. Este proceso es virtuoso y fortalece la coordinación política, económica y cultural entre naciones que se construyeron guerreando entre sí y terminaron entendiendo que la paz es un instrumento mucho más positivo que la guerra.
Desde el abrazo de San Martín y O’Higgins en 1818, después de la batalla de Maipú, Argentina y Chile han desarrollado una relación que ha tenido claroscuros pero que, finalmente, ha encontrado el camino fecundo de la cooperación y la integración para beneficio recíproco de nuestros pueblos. Es propio del devenir democrático que la alternancia política e ideológica genere coincidencias y divergencias propias de estos procesos dinámicos, que siempre tienen que alejarse del dogmatismo para madurar en la convivencia y la convergencia creciente.
En las últimas horas, tuvo declaraciones que sorprendieron: ”Si uno toma como elemento de juicio las manifestaciones públicas, Kast ha exhibido su anti-argentinismo como una etiqueta más de las frases que pronuncia. Desde decirnos que hemos robado históricamente territorios, que tenemos que dejar de robar territorios a Chile, hasta todo tipo de expresión xenófobas contra los argentinos, que yo las tengo archivadas, registradas, leídas y estudiadas“, afirmó en diálogo con el periodista Reynaldo Sietecase en Radio Con Vos.
Un embajador argentino no puede ni debe condenar el resultado de un proceso electoral ejemplar -en curso- que solo merece nuestro más decidido aplauso por su impecable republicanismo democrático. Su opinión personal -la del embajador- debe guardarla para el momento en que deje de cumplir la tan importante y delicada tarea de representar a todos los argentinos en el exterior.
Por eso, el Gobierno debe facilitarle que pueda recuperar plenamente la libertad de expresarse desde la parcialidad política que desee, pero no como embajador argentino ante el Gobierno y el pueblo chileno. Cualquier otra actitud, sería convalidar sus desgraciadas e inoportunas opiniones.
Bye, bye, Rafael.
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