Una de mis bandas favoritas, los Rolling Stones, tienen una frase muy célebre, de una de sus canciones, que dice “You can’t always get what you want”; traducida sería que uno no siempre puede tener lo que desea. No obstante, agrega que, si lo intentas, lo podrías lograr. Obviamente, la mayor parte de la gente se queda con la primera parte y no escucha la canción completa. A la Argentina le pasa lo mismo, está pendiente del corto plazo y no le importa el largo plazo. Es hora de que comencemos a transformar la realidad de nuestro país y a aplicar las reformas estructurales que necesitamos.
Existe un conocido teorema, el de Frish-Tinbergen, que dice que un gobernante que desea concretar N objetivos, debe poseer al menos N instrumentos de política económica para lograrlo. El problema es que, en general, el gobernante posee N-1 instrumentos para N objetivos.
Chile se encuentra en el puesto 19 de 178 países en el ranking de libertad económica elaborado por la Fundación Heritage; mientras que la Argentina en el puesto 148
Bueno, no es tan así. En realidad, el gobernante no tiene que hacer nada. El que tiene que hacer es el mercado y el gobernante sólo debe sentarse a contemplar los resultados de una no-gestión, completamente, eficiente.
Son N objetivos con un solo instrumento: la libertad. Es condición necesaria y suficiente liberar el mercado para lograr un crecimiento sostenido por varios lustros.
Vamos a un ejemplo comparativo bien sencillo. Comparemos grados de libertad y la situación socioeconómica de dos países: Chile y Argentina. Chile se encuentra en el puesto 19 de 178 países en el ranking de libertad económica elaborado por la Fundación Heritage; mientras que la Argentina en el puesto 148.
Los números son evidentes, Chile posee un PBI per cápita dos tercios mayor que el de la Argentina; un tercio de deuda de la Argentina; y, una inflación acumulada en los últimos 10 años inferior a la inflación que tenemos nosotros en un año. Dato mata relato.
Taiwán, hoy entre los 20 países más prósperos, en 1945 se independizó de Japón, desreguló el aparato estatal, bajó los impuestos y se abrió al mundo
Además, las condiciones sociales de Chile son muchísimo más prósperas que las de la Argentina. Por ejemplo, en Chile la esperanza de vida es 3 años mayor que en nuestro país; y, la tasa de mortalidad infantil es de 6 cada 1.000 bebés nacidos en Chile y de 8 para nuestro país.
Por otra parte, el poder adquisitivo de los salarios es en promedio 1,9 superior que el de la Argentina. Si comparamos los diez deciles de ingresos deflactado la canasta básica alimentaria, vemos que la situación se encrudece para nuestro país. El decil más bajo de Chile, cuyo ingreso promedio es de USD 175,40 puede comprar 3,04 unidades de la canasta de alimentos seleccionados, cuyo costo es de USD 57,21. Por su parte, el análogo argentino, con un ingreso promedio de USD 53,1 compra apenas 1 unidad de esta canasta cuyo costo es de USD 54,7. Es decir, en los estratos de ingresos más bajos, la diferencia se acentúa ya que en Chile es 3 veces superior el poder de compra de los salarios. Evidentemente, en países más libres, se vive mejor.
Uno podría preguntarse, entonces, qué políticas debería aplicar nuestro país para acercarnos al nivel de vida de nuestro país vecino. La respuesta es bastante sencilla: libertad.
Cualquier país que tomes ya sea Nueva Zelanda, Irlanda, Australia, los tigres asiáticos o nuestros países vecinos, para crecer tuvieron tres puntos en común: baja del gasto público, baja impositiva y apertura comercial.
Irlanda, entre los 12 países más ricos del mundo, en 1987 redujo el gasto público en un 10% y la deuda pública del 160% al 40% del PBI
Taiwán, hoy entre los 20 países más prósperos, en 1945 se independizó de Japón, desreguló el aparato estatal, bajó los impuestos y se abrió al mundo.
Entre 1959 y 1990, Singapur bajó los impuestos, se abrió al mundo y bajó el gasto público. Su PBI per cápita crece, en los próximos años, en un 10% promedio anual.
En 1966, Botswana se emancipó del Reino Unido. En 1971 el gobierno apoyó la inversión extranjera, la gestión pública se hace más eficiente y comenzó a crecer al 8% anual en los siguientes años. Además, la pobreza cayó a la mitad.
Nueva Zelanda, séptima en el índice de prosperidad actualmente, en 1984 aplicó reformas pro-mercado. El gobierno liberó la economía, desreguló, bajó impuestos y gasto público, privatizó y se abrió al mundo. Inmediatamente, comenzó a crecer al 5-6% anual, con tasas máximas del 10%.
Irlanda, entre los 12 países más ricos del mundo, en 1987 redujo el gasto público en un 10% y la deuda pública del 160% al 40% del PBI. Bajó impuestos y empezó a crecer al 10% anual.
Suecia, entre los 4 países más prósperos del mundo, redujo el gasto público, redujo su deuda pública del 80% al 30% del PBI, bajó la presión fiscal en 30%, se quedó con 200 mil empleados públicos menos y comenzó a crecer al 0,8-3,0% anual promedio. Además, los trabajadores del sector privado crecieron en 400 mil.
Experiencias en el mundo sobran en las cuales se evidencia que no hay recetas mágicas sino sólo políticas exitosas.
Comencemos a madurar como país, sin histéresis. Cada vez que hablamos de largo plazo o libertad y tomemos nota de os demás países.