Vivir con la billetera ajena, el fundamento de la ética peronista

Hasta la llegada del peronismo en la década del’40, la regla moral que sostenía el sistema económico y social de la Constitución Argentina era la misma que regía en el mundo anglosajón: “Cada uno es dueño del fruto de su trabajo”

Guardar
El presidente de Argentina, Alberto
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, habla a la gente que marchó hacia la Plaza de Mayo en el Día de la Militancia para manifestar su apoyo al Gobierno (REUTERS/Mariana Nedelcu)

Con total descaro, el “plan platita” buscó la compra de votos para dar vuelta la elección perdida en las PASO. A pesar de las desastrosas políticas del gobierno, tanto en las áreas de salud como en la economía; y a pesar de la Carta que envió Cristina inmediatamente después de la derrota de septiembre, y a pesar de los nombramientos de nuevos ministros que cayeron muy mal a gran parte de la población, efectivamente el Gobierno logró mejorar en 1.099.038 votos el domingo pasado. Así, logró reducir el margen de la derrota en la provincia de Buenos Aires y dar vuelta la elección en el Chaco y en Tierra del Fuego.

Tal vez, si indagamos en este tema, podremos encontrar la raíz de la decadencia argentina.

Hasta la llegada del peronismo en la década del’40, la regla moral que sostenía el sistema económico y social de la Constitución Argentina era la misma que regía en el mundo anglosajón: “Cada uno es dueño del fruto de su trabajo”. En esto consiste, sencillamente el derecho a la propiedad privada. Fundamentado en las reglas morales de las grandes religiones: “no robar”, “no matar”, “no codiciar los bienes ajenos ni la mujer de tu prójimo”.

Cuando Juan Domingo Perón llegó a la presidencia, en 1946, los salarios seguían estando entre los 10 más altos del mundo, el Banco Central estaba repleto de oro y la Argentina era acreedora de los países centrales

Estas ideas resultaron en un notable progreso para la humanidad del cual hemos hablado en previos artículos en los que se analizó cómo se fue gestando el cambio de esa regla moral.

Lo cierto es que hoy podemos ver con claridad los resultados de aplicar las nuevas normas morales. A pesar de la crisis del ’30 y de los cambios provocados por las guerras mundiales, cuando Juan Domingo Perón llegó a la presidencia, en 1946, los salarios seguían estando entre los 10 más altos del mundo, el Banco Central estaba repleto de oro y la Argentina era acreedora de los países centrales. Pero es en esta presidencia donde podemos encontrar la raíz de la decadencia argentina. Perón y Evita corrompieron al país desde sus cimientos grabando a fuego una nueva regla moral que sustituyó a la anterior: “La necesidad crea derechos”. De esta falacia surge la idea de la ”justicia social” como fundamento para cambiar las leyes según “el derecho de los necesitados”; Evita lo resumió con la frase “donde hay una necesidad, nace un derecho”.

Ahora bien, dado que las necesidades son infinitas y los recursos son limitados, el problema que se nos presenta es: ¿Quién paga la cuenta? Si premiamos a los necesitados, el país se transforma en un conjunto de personas que lloran sus necesidades y el Estado aparece como el Benefactor cubriendo dichas necesidades. Ya lo dijo el tango ”el que no llora no mama… y el que no afana es un gil”. Pero como el Estado no tiene recursos propios, se ve obligado a aplicar sucesivas oleadas de nuevos impuestos que han ido esquilmando a la población productiva.

75 años más tarde el sistema está totalmente acabado, tan fracasado que ya ni emparchado puede sobrevivir otra década

La nueva regla moral sirvió también para pergeñar un sistema perverso donde provincias enteras pasaron a vivir de la billetera ajena a través de la ley de Coparticipación Federal, y hasta se crearon nuevas provincias para facilitar su control. En los mapas adjuntos podemos ver claramente cómo las provincias más dependientes de los impuestos ajenos suelen ser aquellas en las que el peronismo triunfa con mayor facilidad aun cuando su gestión fue muy mala. El caso de Jujuy tal vez sea una excepción, pero lo cierto es que allí el gobierno radical mantiene políticas similares a las peronistas. Debemos reconocer que la nueva regla no solo fue y es aplicada por el peronismo, sino también por el radicalismo, y a decir verdad, tampoco fue alterada por “Cambiemos”.

El problema se agravó con la ley Bignone dictada durante el último gobierno militar, que aumentó a cinco el número mínimo de diputados que representan a cada provincia de escasa población. Ahora hay doce provincias con menos de 750.000 habitantes que están sobre-representadas. De este modo, se le facilitó al peronismo controlar al mismo tiempo la Cámara de Diputados y el Senado. Si a esto le sumamos las listas sábana que también son un medio para controlar desde las cúpulas a los diputados, y la falta de boleta-única, que evitaría una parte del fraude electoral; y no olvidemos agregar al conurbano mantenido por planes sociales, ya vamos teniendo un buen panorama de cómo se logra controlar un país con 110.000 punteros pagados con el dinero estatal. Aun cuando el resultado de las políticas implementadas causaba estragos, el peronismo siempre logró mantener el control del Senado. Esto fue así, hasta el domingo pasado.

El país está totalmente quebrado, la pobreza ha subido al 40% y es así que llegamos a las elecciones con 50% de inflación

75 años más tarde el sistema está totalmente acabado, tan fracasado que ya ni emparchado puede sobrevivir otra década. Poco más de 6 millones de personas que trabajan en el sector privado formal sostienen a 22 millones que reciben mensualmente cheques del Estado. El país está totalmente quebrado, la pobreza ha subido al 40% y es así que llegamos a las elecciones con 50% de inflación. Un número preocupante de empresarios exitosos y de jóvenes talentosos simplemente se van.

En este contexto, el reciente resultado electoral es impactante. Mirando los dos mapas, podemos ver que el peronismo perdió en todas las provincias que pagan sus cuentas. Pero en esta ocasión la paliza fue tan grande que también perdió algunas de las provincias dependientes y por primera vez desde 1983 perdió el control absoluto del Senado.

Es muy probable que una coalición opositora triunfe en 2023 y también es probable que tenga mayoría en ambas cámaras. Pero la duda es si en ese momento quien triunfe tendrá la convicción y el coraje para restablecer las reglas de juego de la Constitución de 1853. En ese sentido, da cierto optimismo el surgimiento de una tercera fuerza liderada por José Luis Espert, Javier Milei y Ricardo López Murphy, quienes en conjunto obtuvieron más de un millón de votos que son en su mayoría, votos jóvenes. Esta nueva fuerza, a mi modo de ver, es la que tiene el diagnóstico correcto. Sin ningún tapujo ataca a la moral de la Justicia Social y defiende los valores de la Libertad, y con la convicción que les da el conocimiento proponen el programa de reformas que requiere la Argentina.

El gran desafío para los próximos dos años es que esta fuerza minoritaria sea capaz de unirse, y luego de influir de manera decisiva en la dirección que tomará la coalición que triunfe en el 2023.

Hay un cáncer que tenemos que extirpar de la Argentina, es la creencia de que es lícito vivir de la billetera ajena.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar