Elecciones presidenciales en Chile: hay lugar para la sorpresa

Electorados frustrados, desinterés y metodologías obsoletas para comunidades líquidas hacen más difícil la tarea de predecir comportamientos

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Los candidatos presidenciales chilenos: (i-d) por el Frente Amplio, Gabriel Boric; por el Partido Republicano, José Antonio Kast; por el Partido Demócrata Cristiano, Yasna Provoste; por Chile Vamos, Sebastián Sichel; por Unión Patriótica, Eduardo Artés; y por el Partido Progresista, Marco Enríquez-Ominami
Los candidatos presidenciales chilenos: (i-d) por el Frente Amplio, Gabriel Boric; por el Partido Republicano, José Antonio Kast; por el Partido Demócrata Cristiano, Yasna Provoste; por Chile Vamos, Sebastián Sichel; por Unión Patriótica, Eduardo Artés; y por el Partido Progresista, Marco Enríquez-Ominami

Por estas horas, la mayoría de las mediciones para la primera vuelta de las elecciones presidenciales del domingo en Chile solo aseguran que es la elección más incierta desde la restauración democrática. Si bien son siete los candidatos, el protagonismo exclusivo para pasar a segunda vuelta (para ganar en primera instancia se necesita el 50% de los votos) parecería ser de los dos representantes más extremos de la izquierda, el actual diputado del Frente Amplio Gabriel Boric, de Apruebo Dignidad, una alianza que incluye al Partido Comunista y supo capitalizar los descontentos de las revueltas sociales de 2019, y de la derecha de José Antonio Kast, del Partido Republicano y admirador de Jair Bolsonaro que muestra un aumento sostenido de su intención de voto desde hace varias semanas. No obstante, la sorpresa puede volver a ser noticia el domingo por la noche. A continuación, algunos elementos que abonan esta teoría.

Antecedentes

El más inmediato es el de las primarias, donde tanto Boric como Sebastián Sichel, el candidato liberal del presidente Piñera, pasaron a la elección general luego de haber vencido de manera sorpresiva a los números puestos para luchar por un lugar en La Moneda (el comunista Daniel Jadue y el conservador Joaquin Lavin). Hace solo unos meses sus propuestas eran alternativas, poco convincentes y sus candidaturas casi testimoniales. Hoy lideran los sondeos. Otro ejemplo es la elección a constituyentes de mayo pasado cuyos resultados nadie vio venir y empoderó a sectores independientes rupturistas del statu quo. Algo que subyacía en los votantes no pudo ser identificado por las consultoras. Electorados frustrados, desinterés y metodologías obsoletas para comunidades líquidas hacen más difícil la tarea de predecir comportamientos. La ley chilena sólo permite divulgar resultados de encuestas de opinión pública electorales, hasta 15 días antes a la elección. En procesos tan cerrados, se sabe que los últimos días son cruciales. Indetectables para gran parte de las encuestas, los sentimientos y las emociones juegan un rol fundamental en los procesos de toma de decisión. Según estudios, “cerca del 20% de los votantes decide el mismo día, camino a su centro de votación e incluso en la cola”.

Amplia dispersión del voto

Ninguno de los candidatos sobrepasa el 30% de intención de voto y más de 25% de los electores todavía está indeciso (cerca del 10% manifiesta que no irá a votar), un porcentaje demasiado alto para proyectar certezas y dar por tierra con las aspiraciones de al menos 2 de los 5 candidatos restantes. Algo similar ocurrió en abril pasado en la presidencial de Perú. Ningún candidato superaba el 20% de intención de voto y cinco tenían posibilidad de pasar a segunda vuelta. Absolutamente inesperado fue el pase a segunda vuelta de Pedro Castillo, que medía un 3,7%. En Chile, se encuentran exponentes moderados con amplia disposición al acuerdo como Sebastián Sichel, que generó un renovado optimismo por su gran desempeño en el último debate presidencial (pese a registrar un sostenido descenso en los últimos meses en las mediciones). Según un estudio privado, fue el que se mostró mejor preparado, logró comunicar mejor sus ideas y sintonizó con los problemas reales de los chilenos. Y la presidenta del Senado, Yasna Provoste, de la Democracia Cristiana (Ex Concertación). Hasta aquí los dos con más posibilidades de dar una sorpresa. Para muchos fuera de carrera. Completan el economista independiente Franco Parisi, que hizo toda su campaña por redes sociales desde los Estados Unidos (donde reside) y no estará en Chile el día de la elección; y el amigo del presidente argentino Alberto Fernández, Marco Enríquez-Ominami, autor intelectual de algunos de los mayores desaciertos de aquel en política internacional.

La espiral del silencio

Una característica cultural de los chilenos es ser reacios a decir públicamente lo que piensan si no es bien recibido o si puede hacerlos quedar señalados a los ojos del resto. El “Cahuin” (comentarios por lo bajo, diferentes a lo que se dice en público) es generador de interpretaciones distorsionadas de una misma realidad. No es mala fe, sino temor a herir o a incomodar. Pocos se atreven a contradecir las encuestas y sus tendencias, aunque en el cuarto oscuro se manifiesten de manera diferente.

El voto voluntario

El voto obligatorio estuvo vigente hasta el 2012 y fue reemplazado por la ley de inscripción automática y voto voluntario lo que constituye otro elemento relevante para tener en cuenta. Por acción (mayor participación) u omisión (alta abstención, algo que se viene repitiendo en las últimas elecciones – en junio de 2020 se registró la abstención más alta en la historia chilena solo el 19,6% de los votantes- y que ha llevado a debatir en el congreso el regreso del voto obligatorio), la posibilidad de determinar la cantidad votantes que concurrirá a las urnas es difusa e impide hacer estimaciones que descarten de plano las posibilidades de candidatos. La capacidad de movilización de votantes también incidirá de manera determinante el resultado final.

El centro

Independientemente de la polarización evidente (común en varios países de la región y el mundo), para la segunda vuelta electoral los candidatos necesariamente deberán ir en busca del centro por el alto nivel de rechazo que generan sus propuestas extremas. La búsqueda de apoyos indefectiblemente deberá contener una estrategia que modere sus posturas. Las propuestas sobre el orden interno, el posicionamiento internacional, el control adecuado de la inmigración y estabilidad económica deberán encontrar un punto de equilibrio para permear en sectores medios y bajos que escapan a los extremos. Temas como el aborto y las consideraciones sobre la dictadura de Pinochet movilizan a estos electores. El voto joven (las redes sociales) y de las mujeres (muy empoderadas luego de las revueltas de 2019) también serán determinantes. La articulación de las posturas complejas aparece como el mayor desafío de la campaña.

Posibles escenarios

El panorama es incierto y está abierto. Todo puede pasar con escenarios múltiples. Si se diera el probable triunfo de Boric y Kast, será decisiva la postura para la segunda vuelta de la DC de Provoste (ya anticipó su rechazo a cualquier alianza con el P. Comunista) y el P. Socialista, como así también la de Sichel, quien mantiene diferencias con Kast por su crítica al gobierno de Piñera, y tiene el apoyo de una organizada estructura evangélica que no concuerdan con las posturas extremas de la derecha. Provoste y/o Sichel podrían acceder al ballotage para enfrentar a Boric o Kast o, eventualmente, enfrentarse mutuamente. Y hasta cabría la posibilidad de que terminen llegando a segunda vuelta dos fuerzas de izquierda, lo que generaría severas dificultades en los conservadores de derecha donde probablemente deban decantarse por la moderación centrista de Provoste para no ceder el poder al Comunismo.

En cualquier caso, quien eventualmente resulte vencedor enfrentará un problema serio de gobernabilidad. Con alianzas endebles (si bien existe una larga tradición de alianzas en Chile), la naturaleza de las mismas será estructuralmente compleja para hacer frente a la dura realidad económica pre y post pandémica, a las demandas sociales y al terrorismo secesionista pseudo-mapuche que azota el sur del país. Asimismo, el Congreso que les espera (se renovará también los 155 diputados y 27 de los 50 senadores) será sin mayorías propias, hostil y más volátil y la nueva Constitución que eventualmente se apruebe en 2022 (requiere de un plebiscito de salida de voto obligatorio para ser aprobada) sea o no de carácter refundacional y marque un novedoso y complejo nuevo modelo institucional o se diluya en cambios menores con sabor a poco. Lo que pueda salir de ese experimento es aún una gran incógnita. Como la elección de este domingo.

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