La declamada negación de la derrota electoral ensayada por el oficialismo llevó el análisis político postelectoral al territorio de la psiquiatría. La pretensión de interpretar el escenario solo con parámetros propios de la ciencia médica y la psicología puede resultar insuficiente. Tampoco por el lado de las técnicas propias de la autoayuda alcanza para comprender lo que está pasando.
El oficialismo se “autopercibe” ganador de las elecciones e instala en un clima triunfal. La estrategia puede que sume para restañar los egos mal heridos y afrontar la debilitada posición en la que quedaron, pero resulta insuficiente para comprender dónde estamos parados.
“Somos lo que pensamos”, reza un concepto muy de moda en los tiempos que corren tan afectos al voluntarismo y la autopercepción. Insisten en pensarse vencedores y pretenden hacérnoslo creer.
El denodado empeño por encajar la cruda realidad en el estrecho envase del relato corre por otro carril. Está mucho más allá del duelo o la catarsis de los derrotados en las urnas.
Una cosa es no registrar la realidad, negarla, desconocerla y otra muy distinta es intentar manipularla.
El palco del bunker frentetodista del pasado domingo ofreció una excéntrica postal en la cual la negación abrió paso a la lisa y llana manipulación.
La convocatoria al festejo por la derrota que lanzó entre eufórico y arrebatado el Presidente sepultó en un segundo la versión zen que el Jefe de Estado imprimió al lisérgico mensaje grabado en Olivos.
La narrativa del oficialismo, el “relato”, o como se quiera llamarlo, es un elemento constitutivo del poder que el kirchnerismo ha sabido acumular en las últimas décadas. Sostenerlo es un imperativo central para la propia subsistencia.
El “ellos ganan perdiendo y nosotros perdimos ganando” con el que Victoria Tolosa Paz celebró la derrota es mucho más que una estrategia para salvar la piel emocional del oficialismo.
El “perdimos pero ganamos” a reiteración consolida la creencia de que efectivamente el gobierno sale legitimado y fortalecido del derrape electoral. Miente, miente que algo quedará, parece ser la estrategia.
La manera en que se procesaron y presentaron los demoledores resultados electorales apuntan sobre todo a reestructurar el relato, en reacomodar la propia versión de la historia.
Al escribir un discurso que retenga la épica de los propios simplificando la complejidad del momento, el oficialismo ofrece un tentempié para el consumo rápido de los que prefieren refugiarse en la zona de confort que siempre supone disponer de una ideología.
El delirante festejo de la plaza que este miércoles movió multitudes a Plaza de Mayo no fue precisamente una celebración del triunfo electoral.
Organizada con mucha anterioridad por sectores del peronismo que resisten el avance del kirchnerismo sobre las estructuras del poder, la movida, estuvo pensada y armada para ofrecer sostén y contención a Alberto Fernández ante una eventual radicalización del cristicamporismo o, incluso, frente a una retirada estratégica de las huestes del Instituto Patria.
Convocada por el sindicalismo reunido en la CGT unificada, organizaciones sociales que responden al Ejecutivo, intendentes de grandes partidos del Gran Buenos Aires refractarios al avance del kirchnerismo y gobernadores reclutados por el hiperactivo jefe de gabinete Juan Manzur, la juntada terminó encuadrada en una suerte de auto celebración de la derrota. No era esa la idea.
Todo un sector del peronismo no kirchnerista territorial le viene pidiendo a Alberto Fernández que haga cargo efectivo de los atributos que le son propios como Presidente de la Nación y ordene el poder. Concretamente lo están conminando a tomar distancia de CFK y ganar independencia a la hora de decidir políticas públicas.
Preparados para enfrentar una “catástrofe electoral” en todos los frentes, la remontada en el conurbano sumó una cuota de desconcierto pero también disparó un inevitable pase de facturas.
Sensible al apriete, conmovido por la movilización, el Jefe de Estado entró al vestidor del poder y se puso lo primero que encontró.
Lo más disruptivo de su mensaje en Plaza de Mayo fue la reivindicación de las PASO en orden a definir las candidaturas del 2023. Una idea que confronta muy fuerte con la impronta K de echar mano al uso recurrente y exclusivo del dedo para definir fórmulas, listas y candidaturas.
La prematura habilitación de las primarias abiertas, algo de lo que el oficialismo renegó en las elecciones de medio término, va en sentido inverso de las condiciones que lo llevaron al poder por obra y gracia de la fórmula que en absoluta soledad diseñó CFK. Le juega en contra en lo personal para una reelección pero abre paso a muchos de los que ya sueñan con el sillón de Rivadavia. El Jefe de Gabinete y Gobernador de Tucumán en uso de licencia, a quien muchos conocen como “Juan 23″ o del inefable Jorge “Coqui” Capitanich.
Párrafo aparte para el gobernador chaqueño quien llamó a “regular los medios de comunicación porque la gente empieza a pensar lo que los medios le proponen” al explicar que “construyen mapas mentales”. El hombre que rompe diarios de papel en cámara ahora va por todo. Un argumento que ya aburre pero que es extremadamente peligroso para la salud de la democracia.
La iniciativa de abrir la competencia presidencial a todes, no parece haber caído especialmente bien en la agrupación que conduce Máximo Kirchner. Fastidio y llamado al silencio.
La desaparición con vida de Cristina Fernández de Kirchner, puede que haya facilitado el empoderamiento discursivo de Alberto Fernández quien fiel a un estilo incluyó parrafadas en las que se contradice a sí mismo.
Lejos del “modo Dylan” con el que animó la sobremesa de hace unos pocos días con un grupo de empresarios en el quincho de Olivos, este miércoles la emprendió contra los ‘formadores de precios” a los que hace responsables de manera directa por la estampida inflacionaria.
Entronizado como único orador, encarnó en un mismo y único acto a los dos Albertos apostando, ya no en orden a romper o despegarse de todo lo K, sino enfocado en contentar a los unos y a los otros.
El desafío de unir al peronismo, que parece estar inspirado en estas horas a Alberto Fernández, es aún mucho más temerario y audaz que el de unir a los argentinos en este exasperante clima de grieta.
La arremetida no alcanzó para que La Cámpora se dispusiera a ocupar un sitio de visibilidad en la Plaza. Los pibes para la liberación la siguieron precavidos y de lejos. A mitad de camino entre el Obelisco y la Rosada. Ni tan cerca que queme ni tan lejos que hiele.
Se trata de una “noticia en desarrollo”... Aunque la vocera gubernamental asegura que todo está consensuado, muchos, escaladores, temen que el cartero llama dos veces.
El asunto de la reelección de los intendentes es otra cuestión ríspida que puede inscribirse en el marco de las compensaciones transversales.
“Acá no sobra nadie, somos todos necesarios”, redondeo Alberto. En ese contexto alentó la reelección de los intendentes que querían revalidar títulos. Axel Kicillof también acompaña la iniciativa de buscarle la vuelta interpretativa a la ley provincial 18.836 sancionada en 2016 que puso fin a las reelecciones indefinidas. Un homenaje a quienes fueron agentes activos de la remontada.
En Cambiemos/Juntos también se cuecen habas. Las declaraciones de Patricia Bullrich quien dijo que tenían una expectativa mayor puesta en CABA y que esperaban no menos de 50 puntos en CABA con la fórmula que encabeza Vidal dejaron a la intemperie los ruidos internos de la coalición opositora.
Fiel al estilo budista que anima a Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal se limitó a decir que lo suyo fue un triunfo contundente y que va a privilegiar la unidad por encima de todo.
Nada de pasar factura por el protagonismo que se atribuyó Mauricio Macri en la campana, ni mucho menos a las mieles que derramó sobre Javier Milei, el candidato que se llevó los puntos que le impidieron a la ex Gobernadora orillar los 50.
De Macri y Milei sí se ocupó Fernández quien tras soberana ninguneada los dejó afuera de cualquier mesa de acuerdo. Una intromisión en la interna Cambiemos que en nada favorece al “amigo” Horacio.
Es probable que aun sin haberlo leído algunos nuestros dirigentes están haciendo pie en los principios que despliega Nassim Nicholas Taleb despliega en su libro “Antifrágil, las cosas que se benefician del desorden”
Para el premonitorio autor de “El Cisne Negro”, un sistema antifrágil se compone por una gran cantidad de piezas frágiles. En eso consiste su fortaleza.
Promotor de la estrategia de la barra de pesas”, el autor libanés llama a evitar el centro en favor de los extremos. Ser hiper conservadores e hiper agresivos al mismo tiempo permitiría mantener el equilibrio.
“Cuanto más viejo más duradero”, es otra de las premisas que reivindica Taleb. El efecto Lindy: un elemento no perecedero será más estable cuanto mayor sea su tiempo de vida ya transcurrido. Una premisa que le viene a los intendente como anillo al dedo.
Los reacomodamientos internos en ambas coaliciones distraen de los problemas de fondo que enfrenta el país. La agenda de la gente sigue en segundo plano pero es importante tener en cuenta que tarde o temprano se impone la ley de la gravedad y dato mata relato.
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