¿Es posible un acuerdo entre el Gobierno y la oposición? ¿Y cuál sería el acuerdo posible en ese caso? Responder a estos interrogantes es clave ante problemas urgentes como el de la negociación con el Fondo Monetario Internacional, en momentos en que el país vuelve a escuchar la cuenta regresiva hacia un default por la imposibilidad de cumplir con los próximos vencimientos de deuda.
El organismo ha pedido “un plan con amplio apoyo político” como condición. En este breve concepto hay dos cuestiones básicas. ¿Por qué no hay un plan, algo tan básico? Desde que asumió, el Gobierno ha evitado sincerar un plan. Por un lado, porque en realidad existen dos planes en tensión dentro de la propia coalición gobernante. Y por otro, porque postergaron sistemáticamente toda medida de ordenamiento de la economía contrarias al dogma populista en la encerrona de ser un populismo sin plata. Populismo sin plata, procrastina o como dice el politólogo Luis Tonelli, elige sobrevivir en vez de gobernar. El ajuste que se hizo fue el de la inflación que siempre tiene guante blanco porque se culpa a otro. Y el de los impuestos que en definitiva es ajuste privado.
El problema es la billetera. Ya no alcanza la plata para financiar la postergación de las soluciones. Los meses agónicos que vendrían, de seguir estirando una definición, pueden reportar al cristinismo el botín simbólico de no bajar banderas. Pero al país le sale carísimo. Ya se perdieron casi 8 mil millones de dólares por no cerrar un acuerdo en 2021 y cada día de incertidumbre tiene un alto precio: más riesgo país y tasas impagables. El país es un paria del crédito y de la confianza. Esos dos gemelos de la economía y de la vida. Y mejor ni imaginar un escenario sin acuerdo. El default de 2001 quedó como herida en el imaginario social.
¿Ante la situación límite, Cristina aceptará un acuerdo con el FMI? Esa es la pregunta del millón. Y la única realidad es que la Vicepresidenta ha decidido no responderla. El día del aniversario de la muerte de Néstor Kirchner publicó un video que exalta la idea de no permitirle injerencia al Fondo al recordar el pago cash al organismo realizado por el ex presidente. Eso no parece un indicio favorable. Más bien parece absoluta intransigencia. A la que se sumaron sus espadas mediáticas con Hebe de Bonafini a la cabeza profiriendo amenazas al Presidente en Plaza de Mayo en caso de acordar con el Fondo.
La extrema gravedad económica del momento, sin embargo, ha llevado a muchos a pensar de nuevo, que a Cristina Kirchner no le quedará otra que moderarse y que además como sólo le interesa seguir despejando su horizonte judicial preferirá no afectar al gobierno que ella misma llevó al poder. El dilema para Cristina, siempre proclive a radicalizarse, requerirá de un enorme ejercicio de la ambigüedad en caso de dejar hacer sin aparecer en la foto. O licuarse, en caso de que en la foto salgan dirigentes de todos los espacios. El problema es que ella misma alimentó a sus fieles con el elixir del fanatismo y esos fieles fanáticos son lo único que le queda habiendo perdido el voto de los sectores más moderados o medios que habían elegido al Frente de Todos en 2019.
¿Hay manera de satisfacer al Dios populista y al César de la necesidad, al mismo tiempo? Sólo ella lo sabe. Los que dicen que ya probó haberse moderado aunque fuera pour la galerie, cuando eligió a Alberto Fernandez, olvidan que no hizo más que obstruir cualquier atisbo de autonomía de su delegado. Es más, ni siquiera entra al despacho presidencial de la Casa Rosada desde que ella lo dejó. Cristina hizo que se moderó para recuperar el poder y demostró con creces que el poder sigue siendo de ella. Y ella del Fondo dijo lo que dijo y nada es amigable.
En este contexto, ¿qué es un acuerdo con la oposición? En campaña Maria Eugenia Vidal afirmó que no se puede acordar con quienes no están de acuerdo entre sí. La oposición sigue firme en mantener como ámbito de acuerdo el Congreso de la Nación a través del envío de leyes pero sin salir en ninguna foto que implique cogobierno. No sólo evitan que el oficialismo los haga pagar los costos sino caer en una trampa.
En este contexto aparece una tensión previa a la cuestión puntual del acuerdo con el Fondo. Y tiene que ver con el desacuerdo que el kirchnerismo demuestra todo el tiempo tener con el sistema republicano. A lo largo de lo que va del gobierno, no cesaron en intentar reformas judiciales y del Ministerio Público que atentan contra la división de poderes y en términos de negocios con la más mínima seguridad jurídica. La merma en el poder parlamentario que dejó la elección seguramente neutraliza muchos de esos intentos pero no las intenciones. ¿Se puede acordar con el gobierno en tanto parece en muchas cuestiones estar en desacuerdo con la propia Constitución? Derechos de propiedad, división de poderes, combate al delito y a eventuales acciones de terror en el sur, apoyo a dictaduras y falta de condena a violaciones de derechos humanos, son sólo algunos temas que ponen al borde de la institucionalidad al kirchnerismo. El consenso constitucional del 83 es lo que de no ser por el freno en las urnas parecían decididos a poner bajo asedio. Si se muestran refractarios a aceptar discursivamente el mismísimo resultado de las elecciones bajo qué garantías se puede avanzar a cualquier tipo de entendimiento. Se ha hablado mucho del surgimiento de fuerzas antisistema en esta elección y la realidad es que el propio kirchnerismo es la fuerza antisistema con mayor influencia en Argentina y que desde el poder busca modificarlo a veces pateando puertas. ¿Cómo llegar a un acuerdo si los acuerdos básicos se muestran vacilantes? Esa es la cuestión en la República Argentina.
* Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” (Radio Mitre)
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