Desde la organización de nuestra nación hemos tenido dos períodos con diferente dominancia política: la nación conservadora-liberal hasta 1945 y la del empate hegemónico (tomando el concepto de Portantiero). Este empate se ha dado entre el republicanismo liberal (donde la hegemonía está dada por sus instituciones políticas en cuyo marco compiten varios partidos) y el populismo (donde la hegemonía está dada por un solo partido popular guiado por un líder discrecional).
Es importante señalar dos épocas desde 1945: la primera, en que el bando republicano-liberal ha recurrido a gobiernos de facto como manera de detener a la mayoría combativa del populismo y la segunda, que comienza en 1983, en que la defensa de las ideas republicanas liberales se da solo en las instituciones. En cuanto a la defensa de las ideas populistas se ha dado siempre tanto en las urnas (con mucho menos rigor que el republicanismo) como en las “calles” (su aspecto de facto), aunque suavizado luego de 1983.
El empate hegemónico, si bien es político, implica en el fondo un conflicto de identidad que nos paraliza en todo sentido, incluso en el económico
El empate hegemónico, si bien es político, implica en el fondo un conflicto de identidad que nos paraliza en todo sentido, incluso en el económico. Por ejemplo (si bien es cierto que es un momento especial) hoy estamos con el mismo PBI per cápita a valores constantes que en el tercer gobierno de Perón, hace unos 50 años.
Si comparamos algunas variables críticas de estos dos períodos veremos la abismal diferencia de inflación y la significativa diferencia en el crecimiento del PBI per cápita. Si en el período que inició en 1945 hubiésemos tenido el mismo crecimiento promedio que en el conservador-liberal, nuestro PBI per cápita del 2017 hubiese sido similar al actual de España.
Haciendo algunas correlaciones (que no implican necesariamente causalidad, pero que pueden servir como un indicador), podemos ver en la segunda tabla que en los períodos de mayor conflicto hegemónico (los tres gobiernos de Perón y la dictadura del Proceso) no hubo crecimiento. Esta idea se refuerza al observar que el mayor crecimiento se dio en épocas de menor conflicto hegemónico que permitieron capturar un escenario mundial favorable (el renacer de la posguerra, con la república custodiada de la Libertadora a Lanusse y el gran crecimiento chino durante los 2 primeros gobiernos de los Kirchner, en que no tuvieron casi oposición).
Por otro lado, cuando gobierna un partido que no entra en la lucha hegemónica (Alfonsín, De la Rúa y Macri) sino que hace como si estuviésemos en plena democracia republicana y liberal, los resultados son pésimos. Esto parece deberse a que el contrincante populista sigue en combate y el gobierno republicano (que no asume que el conflicto sigue) pierde el control de la situación.
Si bien es cierto que es un momento especial, hoy estamos con el mismo PBI per cápita a valores constantes que en el tercer gobierno de Perón, hace unos 50 años
Es relevante señalar que no estoy diciendo que el empate hegemónico es la única causa del resultado de estas variables (también influyen muchas otras, como lo acertado o no de las políticas económicas, el entorno mundial, los conflictos no esencialmente económicos, etc.), pero pareciera ser un factor de fondo que hace que el país no tenga una dirección hacia dónde ir. Como con dice el gato de Alicia, si uno no sabe a dónde va, todos los caminos dan lo mismo. Al final, esta parálisis produce una pérdida de sentido de la vida en la población ya que no hay sentido en el que se instale la sociedad.
No parece probable que ninguno de los dos contendientes desaparezca, por lo cual un acuerdo de gobernabilidad sería la única salida a este trágico empate. ¿Pero cómo hacer un acuerdo si uno quiere una democracia donde coexistan distintos partidos moderados y otro quiere una democracia con una hegemonía propia?
Mientras el populismo hable esencialmente de lucha popular y el republicanismo piense que el populismo debe desaparecer para que haya un diálogo constructivo con un hipotético opositor republicano, seguiremos paralizados como hasta ahora. Pareciera que aún perdura entre nosotros el conflicto político del frente occidental de la segunda guerra mundial entre los países con partidos hegemónicos del Eje y las democracias liberales de Occidente.
Como con dice el gato de Alicia, si uno no sabe a dónde va, todos los caminos dan lo mismo
Yendo a los principios, si bien se entiende que ambas posiciones representan distintas realidades sociales de la Argentina, yo prefiero claramente una democracia republicana y liberal. Algunas maneras para salir del empate hegemónico hacia la república, podrían ser las siguientes:
a) Las ideas populistas fueron moderándose a través del muy largo plazo, partiendo de Rosas, siguiendo por Perón y llegando a los Kirchner (como sus líderes discrecionales). Una hipótesis sería que en el largo plazo sigan moderándose y, sin dejar de representar los intereses directos de las clases más desfavorecidas, evolucionen hacia una social democracia. Esto puede tardar mucho tiempo.
b) Que algún partido o coalición desarrolle una social democracia con suficiente músculo en algún momento en que el populismo esté debilitado, tomando buena parte de su electorado de clase baja y lográndose así una mayoría representada por partidos que defiendan la democracia republicana.
c) Una renuncia social del populismo a ser un partido de “lucha” y una renuncia social del republicanismo a querer darle forma a la oposición.
d) Una combinación de las distintas alternativas.
El mensaje final es que más allá de que haya políticas adecuadas o no adecuadas y entornos mejores o peores, mientras haya un empate hegemónico habrá una parálisis política (o alternancia cortoplacista de regímenes) y no podremos tomar una dirección de largo plazo para crecer.
SEGUIR LEYENDO: