En relación al anunciado proyecto de producción y exportación de hidrógeno verde en Río Negro, cuyas “condiciones” aún no han sido detalladas por los inversores, cabe reflexionar sobre las “condiciones” nacionales para aceptar tal inversión, dado que lo que aportamos (el viento patagónico) tiene un importante valor estratégico, que no habría que desaprovechar, para generar más desarrollo.
El futuro se dirige hacia una sociedad del conocimiento; quienes dominen las tecnologías modernas dominarán al mundo. Pero la disputa por el poder geopolítico actual se sigue sosteniendo por los factores de poder tradicionales: RRNN, RRHH, RR energéticos, ubicación geopolítica, y otros. Rusia es fuerte porque dispone de un gran arsenal de armas atómicas y maneja enormes reservas de gas natural. China tiene una gran población y en consecuencia dispone de una poderosa economía porque controla su mercado interno y ahora también dispone de tecnologías modernas. EEUU es la suma de todo. El campo de conflicto entre los más poderosos se ha ampliado al ciberespacio (big data, software comunicacional) y al espacio exterior, con satélites de comunicaciones para las grandes plataformas informáticas (GPS, Google, y sus equivalentes chinos). Pero muchos otros países se destacan por poseer algunos de los factores de poder tradicionales, aunque todos continúan tratando de aumentar su conocimiento, de base tecnológica.
El Gral Qiao Liang, en su libro “Guerra Irrestricta”, explica que en los conflictos modernos no hay reglas y nada está prohibido; la competencia es en todos los terrenos, incluyendo todos los recursos, tanto del hard-power como del soft-power. Mientras China progresaba tecnológicamente, se seguía fortaleciendo con la producción industrial y daba empleo a toda su población, estrategia exitosa frente a la ralentización de EEUU. Implica que sigue siendo válida la competencia por los RRNN y energéticos que alimentan la economía real, pero que, además, son imprescindibles para los productos que surgen de las nuevas tecnologías. Las actuales turbulencias dan prueba de ello.
También hay que destacar que ciertos recursos se vuelven estratégicos y útiles para generar poder propio, sólo en determinados momentos históricos, por circunstancias muy diversas, pero siempre relacionadas a conflictos geopolíticos. La creación de la OPEP en 1973, desestabilizando la economía internacional de forma extraordinaria, fue un caso ejemplar. Los granos (maíz, trigo) argentinos que alimentaron a los europeos, fueron nuestras claves geopolíticas durante la II GM y el período posterior hasta los 50. El canal de Suez (Egipto) lo fue para el transporte de petróleo de Oeste a Este.
Actualmente se está volviendo a categorizar recursos que en el pasado no merecían demasiada atención o que podían considerarse como inagotables, siendo el agua un caso paradigmático. El Litio, las Tierras Raras, y los lugares que poseen capacidad para generar energía solar y eólica, lo son para la competencia ambiental. Un recurso natural obtiene valor estratégico cuando es relativamente escaso o solo está disponible en pocos lugares; además debe ser clave para el funcionamiento del modo de producción imperante; su manejo contribuye al poder de competencia de los actores geopolíticos; y debe ser percibido no solo por su uso actual sino por su proyección a futuro. Su correcta negociación, en tiempo y forma, permitiría obtener rentas extraordinarias, que deberían aplicarse a financiar desarrollos tecnológicos propios. No aprovecharlo es suicida. Además, hay que considerar de no tirar esos beneficios “extras” para pagar gastos corrientes u ordinarios, sino que deberían ser usados sólo para pavimentar el camino al desarrollo. Los países del Golfo están aplicando sus ganancias petroleras a desarrollar Inteligencia Artificial propia.
El agua ha comenzado a tener un valor, que cotiza en bolsa. Es un recurso económico, que tiene un precio de mercado fluctuante, no siendo un commodity. Además de su uso para la producción de alimentos se lo necesita en grandes cantidades para producir shale gas, para extraer minerales (litio), o en las centrales térmicas. El valor del agua de los ríos se manifiesta en la energía generada por las represas hidroeléctricas. Ni hablar de los problemas geopolíticos que generan las represas río arriba y rio abajo (China, India, Irak, Siria, Turquía, Egipto, entre otros)
Las tierras cultivables y la producción de biocombustibles es también otro punto de conflicto, que pone en disputa la seguridad alimentaria y la producción de combustibles “verdes”. Hay países como China, Arabia Saudita, Qatar o EAU que están invirtiendo en el mercado de la tierra aptas para la agricultura en África y América Latina, trayendo enormes problemas sociales, de desarraigo de pequeños agricultores, conflictos migratorios, devastación del ambiente, pérdida de agua, y el empobrecimiento y la inestabilidad política de las naciones que venden sus tierras.
Los recursos energéticos son estratégicos por excelencia. Lo han sido el carbón, el petróleo, el gas y el uranio. Varias guerras se hicieron en su nombre. El desarrollo del fracking tuvo su origen en evitar la dependencia que tenía EEUU de sus importaciones de Medio Oriente o de Venezuela. Hoy EEUU es un neto exportador de energía. Actualmente están en juego los problemas ambientales, donde las tecnologías alternativas libres de carbono, están teniendo un peso creciente. Empiezan a tener mucha importancia las energías solares y eólicas, siendo el hidrógeno un modo de su acumulación, al igual que las baterías de litio. También vuelve a tener renovada vigencia la energía nuclear, considerada nuevamente energía “verde” por la Unión Europea, pese a la oposición de Alemania. Acá deberíamos volver a reactivar nuestras centrales de baja potencia, pues tenemos un brillante futuro gracias a un desarrollo tecnológico propio.
Cuando exportamos commodities (granos), una parte del beneficio va para la Nación vía las retenciones, pero otra parte va como renta para el propietario del campo sembrado. En realidad, la producción del grano necesitó la tierra, pero también fue indispensable, el uso de una enorme cantidad de agua para su producción, generalmente de lluvia. Así que podría asimilarse, que las retenciones (sin discutir su real valor) son una especie de renta pagada por la utilización de un bien común (el agua), de propiedad nacional. El agua de los ríos es un bien tangible que produce electricidad, cuyo uso, también paga una renta importante a la Nación. El agua, que es un bien común de la Nación, que utilizan las mineras (litio y otras) también debieran pagar una renta, que no puede nunca compensarse con las extremadamente bajas regalías mineras que cobran las provincias. (minería sin desarrollo)
Considerando que estamos hablando de recursos realmente estratégicos para el mundo, todos deberían pagar una renta por ser un bien común nacional, que podría expresarse en participación accionaria estatal. Bolivia y Chile han considerado al litio como estratégico. Eso les ha permitido, con o sin propiedad estatal, negociaciones con inversores globales, donde el estado participa del negocio y de allí obtienen una renta importante. Algo similar realizó Evo Morales con el gas boliviano, donde el estado participa con una renta destacada. Hay que distinguirlo de las regalías mineras, sólo adecuadas para inversiones mineras no estratégicas. Estos temas no pueden quedar en manos de cada provincia o de cada municipio, que no tienen poder de negociación frente a esas enormes corporaciones.
Siendo el Hidrógeno Verde un negocio estratégico para el mundo, de gran potencial exportador, es necesario debatir que renta extraordinaria le debería quedar a la Argentina (para destinarlo sólo al desarrollo tecnológico), que participa del negocio proveyendo un bien común (el viento patagónico). Debemos aprovechar las actuales condiciones estratégicas de un producto con escasas locaciones para ser producido. Además, deberíamos pedir, como lo ha hecho China, la caja negra tecnológica de los dispositivos usados para su producción, para aprender a fabricarlos y a innovar sobre esta tecnología. No alcanza con ser proveedores de los mástiles eólicos, a producir en la estatizada empresa Pescarmona.
Para salir de la tradicional política extractiva, parte de la energía eléctrica producida debería ser utilizada para el desarrollo patagónico, en particular, como lo ha hecho Israel, para ampliar la frontera agrícola, mediante el riego artificial (electricidad), experiencia que debería poder ser extrapolada a nuestra Patagonia Austral, transformando un desierto en tierras cultivables, generando cadenas de valor de distintos productos, particularmente frutihortícolas y agrícolas. Además, permitiría la radicación de población, a favor de la descentralización de las grandes urbes, mediante incentivos personales para su traslado. La Patagonia chilena, ya ha iniciado varios emprendimientos agrícolas y ganaderos en zonas de características muy extremas. Esto incrementaría su valor como espacio vacío o semivacío, aspecto siempre estudiado geopolíticamente, por su intrínseca debilidad estratégica.
Resolver problemas propios o buscar el interés nacional es un camino alternativo a la política tradicional, consistente en descartar la mentalidad colonizada, que está más atenta a la agenda y a las necesidades del mundo desarrollado, que de la agenda y los principios que el país necesita para desarrollarse.
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