Dueña y señora, Cristina Kichner reapareció ayer en escena. Cuando nadie lo esperaba emergió de su convalecencia tras la intervención quirúrgica y el sofocón de las PASO para reinar en el acto de Merlo.
Sin emitir sonido alguno marcó con sus insoslayable centralidad el cierre del Frente de Todos. Santa Patrona del conurbano bonaerense, su sola imagen sobre el escenario, encendió fervores del núcleo duro y plasmó la pretendida estampita de la unidad. Todos los oradores le rindieron a su pleitesía. Todos se le subordinan de hecho y de palabra.
Fría y distante con los suyos, no hubo besos, ni abrazos ni señal de afecto alguno. Se solazo, no obstante, en el calor que le prodigaron los “pibes para la liberación” que la arroparon con las encendidas consignas del cancionero K durante todo el encuentro.
No hizo falta que hablara. Con su generosa gestualidad, bastó y sobró. CFK convalidó lo que todos aseguran, que la relación entre Alberto Fernández y su genitora política está absolutamente quebrada y que los débiles hilos que sostienen el vínculo están atravesados por el mutuo resquemor y la desconfianza. No los une el amor, tampoco parece alcanzar el espanto.
Ni el “todos te amamos” que le prodigó Victoria Tolosa Paz, ni la declarada felicidad que de arranque declaró el Presidente lograron correrla de su eje. “Estamos todos muy contentos de verte bien”, le dijo. Para con los suyos, el corazón helado.
La presencia de la lideresa K cortó de cuajo las expectativas de los que, desde adentro mismo del oficialismo, especularon en los últimos días con una ruptura del Presidente con su Vice.
“Somos hijos de Perón y Evita, somos continuidad de Néstor y también la continuidad Cristina”, dijo Fernández, quien en todo momento intentó contentar a su Jefa, endulzar los oídos, reforzando la idea de la unidad con la que se pretende llegar al domingo.
La matriz discursiva de los oradores fue coincidente. Con diferencias de estilo, excitada Victoria, muy agresivo Axel, cargadisimo Alberto, pero calcada. Todos dijeron más o menos lo mismo.
El cuento resultó corto, sencillo, fácil de entender. Hubo cuatro años de pandemia política -Axel Kicillof habló directamente de “peste macrista”- y después vino el fatídico coronavirus.
La culpa es del virus, tanto en su cepa Cambiemos como en la variante Delta. Seis años corridos de desgracia y calamidad. El Gobierno todavía no pudo arrancar. Así de simple. El lunes empieza una nueva etapa. Algo así como borrón y cuenta nueva. Quedan dos años para ponerse en camino a “la vida que queremos”.
Este jueves quedó claro que Alberto Fernández no parece dispuesto a cortar el enredado cordón umbilical que lo une a la placenta K. Los que especularon con un Jefe de Estado saldrá a hacerse cargo efectivo del gobierno, reordenando el esquema de poder, prescindiendo de la presión del Instituto Patria, tendrán que tomar asiento.
Lo que se dijo en la tarde, está en línea con los argumentos que la vocera Gabriela Cerrutti desplegó en su conferencia de prensa matutina: “Esperamos que el lunes siga siendo un país normal y hacer, en los próximos dos años, lo que no pudimos hacer en los pasados dos años de pandemia (...) el Gobierno es uno solo y no tiene alas más o menos irracionales (entiéndase halcones y palomas) y lleva a cabo políticas en conjunto”.
Cerrutti, más cercana al catecismo CFK que a las jaculatorias de Alberto Fernández, parece estar aplicando una cura en salud. Anuncia por anticipado: unidad y sensatez.
A los que temen, una reacción desmesurada desde las entrañas mismas del oficialismo frente a un resultado electoral catastrófico, sale a decirles que todos los referentes del oficialismo gozan de equilibrio psíquico y racionalidad. Una aclaración que en cualquier país normal sonaría un tanto extravagante. Nadie la está tomando en serio
A los que están inquietos a la espera de una eventual toma de distancia del Ejecutivo de los mandatos que le baja el kirchnerismo, también les aplica un paño frío. No se hagan ilusiones parece aclarar. Aquí nadie va a sacar los pies del plato. Quien quiera oir que oiga.
Nada es porque sí. En el círculo rojo hay mucha preocupación en torno a lo que pueda ocurrir el lunes 15. Se habla de reuniones en las que referentes del peronismo y empresarios del más alto nivel que trabajan para acompañar y contener al Ejecutivo en el caso de que la situación política se descontrole y la cosa se vaya de madre.
Se teme un escenario parecido al que se planteó con la carta de CFK en la semana posterior a las PASO. Un cimbronazo que tuvo al Gobierno en vilo y al Presidente debilitado y pataleando en el aire. No hay margen para más arrebatos, ni para incontinencia emocional alguna, aseguran.
Se sabe de sondeos entre economistas en orden a ocupar el Ministerio en cuestión si los malos presagios en torno a la continuidad de Martín Guzmán se confirman.
Hablan, incluso, de un tentador plan de viajes por el mundo para el Presidente. Un operativo para descomprimir manteniéndolo lejos y entretenido.
Los que maceran estas afiebradas fantasías, dibujan un plan hacia 2023, en el que imaginan al Peronismo Federal haciéndose cargo de la propuesta a nivel nacional y encapsulando a todo lo K en territorio bonaerense. Ya se sabe: soñar es gratis.
Hasta aquí, la realidad parece correr por otros carriles. La atropellada campaña del oficialismo terminó provincializada. Fue una estrategia que bajó desde el búnker K. Pragmatismo electoral.
En ese escenario debe interpretarse la ausencia del Jefe de Gabinete Juan Manzur, quien regresó a su Provincia a defender lo suyo en el terruño.
Tucumán fue una de las pocas provincias en las que el FdeT venció a Juntos por el Cambio en las primarias. Ahora, abrazado a su contendiente en las primarias, Osvaldo Jaldo, Manzur toma distancia. Imposible pasar por alto la presencia en esa escena de Juanchi Zabaleta, ministro de Desarrollo Social de la Nación, alguien de quien pueden esperarse novedades.
La directiva fue clara y explícita: que cada uno se haga cargo de su distrito. Si tienen que tomar distancia del Gobierno Nacional, si tienen que despegar para protegerse que lo hagan sin pudor. El Ministro del Interior, habilitó a los gobernadores e intendentes a retener los votos territoriales a como dé lugar.
Wado de Pedro construye un camino propio. Mientras algunos sostienen que tiene una personalidad compleja, otros aseguran que dispone de un discurso tan sensato como moderado y que se quedó con el resorte del diálogo. Entre arrebato y arrebató el administrador el acuerdo y la conversación.
Este jueves, por caso, cobijó con su compañía al incombustible Fernando Espinoza. El eterno intendente apareció en el acto de Merlo sentado junto al Ministro mientras la sede de su intendencia permanecía artillada en previsión de desmanes. En La Matanza no se ha dejado ver.
Nadie espera un repunte en las urnas en el total nacional, en el que la oposición se despegó por diez puntos. Los más optimistas ven un recorte de la diferencia entre la provincia de Buenos Aires, sin descartar, en el mejor de los casos, un empate técnico.
Mientras el frentetodismo ancla sus expectativas en quienes no se presentaron a votar, solo en Provincia perdieron 2 millones y medio de votos en relación a 2019, la oposición trabaja promocionando el “voto ‘útil”, ese que no solo permitiría arrebatarle el quórum propio al oficialismo en el Senado sino que podría acercar a los Cambiemitas a ser primera minoría en la Cámara Baja.
“Meta a Sandra Pitta en Diputados y saque de la banca a Carlos Heller”, es una de las consignas más movilizadoras en los dominios de CABA.
La última semana de la carrera preelectoral estuvo dominada por muy intensas sensaciones y sentimientos.
A la incertidumbre por el recalentamiento de todas las variables económicas. Inflación galopando con un interanual acumulado por encima del 50%, dólar en todos sus varietales fuera de control se le sumó una seguidilla de muertes violentas.
El asesinato de Roberto Sabo, un trabajador y padre de familia, vecino de La Matanza puso en agenda un tema maldito: la inseguridad.
Una suerte de pueblada en las calles y las pantallas que expuso de manera desgarradora, la impotencia ante el avance de la delincuencia, el dolor frente a lo irreparable, y el miedo a la marginalidad social descontrolada.
Al crimen del kiosquero le siguieron la fatal represalia narco sobre un dirigente barrial y el asesinato de un chico de 17 años que a la salida del colegio trabajaba en una panader’ia para arrimar unos pesos a la casa.
A la congoja de la mayoría y contradiciendo cualquier concepto de empatía y pudor por el dolor ajeno, la portavoz gubernamental le contrapuso lo que ella calificó como “un profundo asco” por la supuesta utilización de la tragedia con fines electorales. Lo de Gabriela Cerrutti lejos de ayudar sono revulsivo.
Casi tan desaforado como la apelación del Presidente para que “de una vez y para siempre Córdoba sea parte de la Argentina” , tras calificar a la provincia mediterránea “territorio hostil” Otro invalorable aporte a la campana de la oposición.
El comienzo de la veda electoral puede que ayude. En boca cerrada no entran moscas. Antoni Gutiérrez-Rubí puede ahora relajar. Al menos por unas horas no debería sufrir sobresaltos.
Este domingo vamos a votar. Tenemos la oportunidad de empezar a delinear en las urnas el país que queremos. El lunes será otro día. Imposible predecir hoy, quién, cómo y desde dónde se definirá el rumbo que tomará la Argentina.
SEGUIR LEYENDO: