Las reformas del día después

Tanto las primarias como la elección general se han constituido en una suerte de pausa para la gestión que ha decidido no ocuparse a pleno de los gigantescos problemas que enfrenta el país

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la falta de empleo y la suba de precios no parecen tener solución
la falta de empleo y la suba de precios no parecen tener solución

Lo electoral es la prioridad. Eso significa que la conquista desesperada de votos es el único objetivo de corto plazo lo que impide enfocarse en hacer lo que hay que hacer para salir de este perverso y eterno laberinto.

La mayoría de los ciudadanos están angustiados por lo que podría suceder después del 14 de noviembre, pero el futuro se empezará a dilucidar una vez que se haya superado definitivamente ese hito. Entienden que antes de esa fecha todo lo que pueda decirse tiene escaso valor. Cuando las urnas mandan, la política sólo recita discursos vacíos y hace demagogia.

Algunos creen que el resultado será la clave para saber como sigue esta telenovela. Imaginan que una derrota electoral generaría una reacción poderosa, aunque tampoco faltan quienes afirman que podrían acortarse las distancias y hasta revertirse en ciertas jurisdicciones.

Lo importante es que a este mandato presidencial le quedan poco más de dos años de período constitucional para seguir gobernando. Con mayorías parlamentarias o sin ellas, con tensiones internas o no, en cualquier escenario deben procurar sostenerse en el poder hasta entregar la posta.

La situación real es acuciante. El recurso de manipular las variables se ha agotado. La sociedad percibe su realidad sin apelar a intérpretes y el maquillaje ya no alcanza para amortiguar la pésima imagen gubernamental.

Son muchos los analistas que dicen que el oficialismo no modificará el rumbo y que seguirá postergando indefinidamente cualquier tipo de ajuste. Asumen que están en condiciones de mantener este esquema con este estilo ambiguo, zigzagueante y timorato al menos hasta 2023.

Sin embargo, otros sostienen que no le quedará otra alternativa que encarar reformas trascendentes. Tal vez no puedan implementar la totalidad de las imprescindibles, pero precisan hacer giros que permitan que el sistema renueve sus esperanzas en la dirección óptima.

No se esperan cambios hasta después de las elecciones
No se esperan cambios hasta después de las elecciones

La nómina de reformas necesarias son demasiadas e involucran tantas aristas que suena poco probable que esta conducción tan desgastada pueda tener la determinación y la fuerza política suficiente para abordarla.

Las múltiples asignaturas pendientes que se han ido acumulando merecen un cambio de raíz, pero quienes hoy lideran no están en capacidad de intentarlo. Por eso algunas de las transformaciones más urgentes seguramente aguardarán mejores vientos para emerger cuando sea posible.

En tren de hacer especulaciones quizás se pueda teorizar acerca de cuales tópicos serán los seleccionados y cuales otros dormirán hasta una mejor ocasión. Temas vitales como el educativo o el sanitario, el judicial o el previsional, el político o el electoral, la modernización del Estado o la restauración de la infraestructura tendrán que esperar mejores tiempos.

Pero se pueden identificar dos aspectos esenciales en los que el retraso eterno solo complicará al gobierno si no se ocupa de ellos a la brevedad. Son esos que las encuestas ponen en el centro de la escena y que hoy lastiman la vida cotidiana de todos lo habitantes de este bendito suelo.

Ambos han sido ninguneados por décadas, ocultados debajo de la alfombra deliberadamente y menospreciados con alevosía. No se han resuelto por incapacidad manifiesta, por falta de coraje político y también por las mezquindades propias de una clase dirigente comprobadamente mediocre.

Parece verificarse un acuerdo respecto de la premura por generar empleo genuino. Todos saben que la legislación vigente destruye puestos de trabajo. Lo admitan o no tienen plena conciencia que bajo estas reglas nadie ofrecerá oportunidades sustentables desde el sector privado.

Tendrán que inventar un neologismo para bautizarlo, pero la flexibilización laboral es la llave para que el mercado del trabajo encuentre su mejor versión pronto. Se llamará reformulación, adecuación o como se les ocurra, pero se debe desregular normas, quitar exigencias ridículas y reducir costos para promover la anhelada empleabilidad.

Existen proyectos en danza. Diferentes sectores hablan de esto y con nombres distintos propone cosas parecidas. Habrá que negociar y abrir esta puerta para que millones de argentinos tengan, nuevamente, la posibilidad de alimentar a sus familias con dignidad sin tener que humillarse ante la patética ayuda que intentaron los programas sociales sin éxito alguno.

La segunda cuestión es la de la inflación. Ese flagelo que castiga con tanta severidad a los más vulnerables, a los que no pueden actualizar sus ingresos y cuya capacidad de compra empeora a diario empobreciendo a todos sin piedad.

La inflación a quienes no pueden actualizar sus ingresos
La inflación a quienes no pueden actualizar sus ingresos

La solución de fondo no parece estar a la vuelta de la esquina. El déficit fiscal es persistente, la austeridad republicana no está en la agenda de la casta política y por lo tanto la emisión monetaria continuará. A pesar de ello, algún ardid habrá que plantear para mejorar las expectativas. Aun sin credibilidad, el gobierno necesita intentar detener esta catarata destructiva.

El menú de variantes operativas posibles es amplio e incluye un cambio de denominación de la moneda, planes de estabilización monetaria progresivos como los aplicados en alguna circunstancia, sin descartar de plano tener que apelar a una convertibilidad o a la cuestionable dolarización como proyectos más ambiciosos aunque de difícil concreción.

Lo interesante es qué en sendos asuntos, lo inflacionario y lo laboral, subyace un consenso no explicitado abiertamente pero latente. Casi todos los partidos estarían dispuestos a confluir para avanzar en este sentido.

En un par de años se decidirá, una vez más, acerca del porvenir, pero mientras tanto hay que sobrevivir y no es justo que la tragedia prosiga sin atenuantes. Por ahora estas son solo hipótesis. Después de la elección y con el diario del lunes se empezará a transitar otra historia. Ojalá algo de esto ocurra y no sea solo una nueva ilusión producto de la ansiedad por ver alguna luz al final del túnel.

(*) El autor es presidente de la Fundación Club de la Libertad

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