No cualquiera se me acerca, yo lo sé
Dicen que hay que tener agallas pa’ comerme
Que hay tener el cuerpo para aguantarme.
Mafiosa, Nathy Peluso .
Hace unas semanas me pasó algo que creo es interesante, aunque sea super íntimo, traerlo a colación en estos escritos porque pienso que puede ayudarnos a seguir pensando los vínculos sexo afectivos.
Tuve un encuentro o cita, como queramos llamarlo, con un varón.
En un momento determinado, nos pusimos a charlar medio deep shit sobre por qué era tan difícil vincularse en los tiempos que corren y yo le pregunté específicamente: “¿Qué mierda le pasa a los hombres cuando se trata de una mujer?”. Y él, luego de algunas observaciones, me dijo algo así: “Vos sos intimidante”.
Arrancaré por subrayar la diferencia entre compartir un sentimiento personal de une misme y señalar al otre. Quiero decir… ¿No podría haber pasado que él se haya sentido intimidado por mí por razones que me exceden como mujer? Parece lo mismo, pero no lo es. Una cosa es lo que a él le hace sentir una situación y otra, muy diferente es lo que yo soy.
Claro que apenas me dijo eso lo primero que pensé fue: “Wow, qué feo, tal vez soy así y no me di cuenta”. Pero luego de pensarlo y charlarlo tanto con mis amigas como en terapia, me resultó esclarecedor pensar en qué situación él me lo había dicho… Fue en un momento en donde yo fui sincera y eso, para él, evidentemente fue atemorizante porque yo decidí, yo tomé el control. Le dio miedo que una mujer, en este caso yo, también tuviera una voz fuerte ahí, le dio miedo mi no miedo, mi fortaleza interna, mi seguridad.
“¿Acaso le tienen miedo a la mujere poderosa’?”, dice Nathy en su tema Mafiosa. Ahora yo me pregunto qué es ese poder al que le tienen miedo. Muchas veces la gente asocia a las mujeres poderosas y exitosas con mujeres malas. Creo que a esas mujeres, al menos a muchas de ellas, no les habrá quedado otra opción más que levantar la voz, ser firmes, contundentes, porque si no ninguno de sus empleados varones iba a tomarla en serio, a no sexualizarla, a hablar de su perseverancia en vez de su ojete. Mientras que al hombre poderoso y exitoso se lo admira, se lo venera y se lo respeta, a las mujeres exitosas las han llamado intimidantes, maltratadoras, víboras, por saber lo que querían y por pedirlo, por exponer la realidad y no hacerse las boludas, por ir de frente. Con esto no quiero decir que ninguna de todas esas mujeres maltrate, claro que hay muchas que lo hacen, como los hay muchos. Me refiero a cómo se ve el poder en los diferentes sexos.
Sin embargo, en la teoría, a muchos hombres les gusta la idea de salir con una mujer inteligente. El problema es que todavía existe, en una parte de ellos, inseguridad; sienten que su masculinidad entra en juego cuando están frente a una mujer brillante e inteligente. Con inteligente me refiero a alguien viva, capaz, empoderada… en otras palabras, una mujer con amor propio. ¿No es acaso ese poder el mismísimo amor propio? A muchos hombres no les es fácil vincularse con una mujer que siente amor propio porque creen que el hecho de que una mujer no piense al varón por encima de ella, los debilita.
Ahora bien… ese amor propio no nos absuelve de nada, al contrario, nos vuelve mucho más conscientes de nuestras acciones y de las que les demás ejercen sobre nosotres. Lo que pasa, y ahí creo que está lo que a estos tipos de varones les resulta tan intimidante, es que sabemos poner límites, sabemos decir hasta dónde sí y hasta dónde no y sobre todo… sabemos lo que valemos, que es mucho.
¿Por qué un varón podría pensar que es “menos” fuerte al lado de alguien fuerte? ¿No sería más bien todo lo contrario? Esa idea de que la fortaleza del otre debilita la mía es vintage y más lo es el hombre que piensa que la mujer empoderada es menos hot, menos cogible. El hecho de que se calienten menos cuando una mina es segura en la cama atrasa un montón. “Perá, dejá que fluya”, “uy, me re sacaste del flash”, “tranqui, ya va a llegar”, “¿estás ansiosa?”, “estaba en una y cortaste todo”, “me intimidás”, “me intimidaste”, “me intimidás”, “me intimidaste”, “me intimidás”, “me intimidaste”...
¡Basta! Basta del sexo dispar, del sexo donde solo puede hablar el macho, basta de asociar al saber técnico del sexo solo con el hombre. Los varones también pueden no saber, también pueden confundirse, también pueden estar nerviosos. Eso es lo que trato de transmitir; después de todo… todas las personas somos vulnerables y eso no nos hace débiles.
Todavía existe una masculinidad que se sustenta de la debilidad ajena; el macho que construye su poder poniendo a les demás por debajo de él y que le teme al poder de la mujer. En principio, lo que deberíamos dejar de hacer es construir vínculos basados en el poder sobre le otre. Que ya no importe quién está arriba y quién está abajo, ni quién es hombre ni quién es mujer o lo que queramos ser. Que el único poder sea el de elevarse mutuamente.
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