Sí, de verdad. Ese libro de inicios de los setenta puso a discutir el mundo con piel erizada, en ocasiones con agresividad y brotes de violencia como argumento. Había tocado nervio y dolió. Desafió a la noble corriente del feminismo y su lucha con una idea central. En realidad la mujer explota al hombre, lo domestica con reflejos condicionados a lo Pávlov: a cada buen comportamiento (sic) un rato de vagina como premio. Se ha reeditado hace muy poco con modificaciones y reconocimientos de pasajes en el tiempo. Pocos. Contempla los avances en materia de igualdad y cambios de actitud, pero no muchos, no vayan a creer.
En gran medida no solo alcanzó entonces dos millones de ejemplares en meses sino también la etiqueta de libro maldito. Me Too y la unanimidad de suscripción veloz de la política al feminismo como bandera le aplica la cancelación. Amazon lo ha retirado por declararlo centro de controversia inconveniente. Se puede comprobar: no lo vende. Esther tiene 86 años, nació en Buenos Aires de una familia de alemanes cultos, severos y dedicados ala producción de campo. Se hizo médica en la UBA, psicóloga y socióloga -las dos últimas carreras con post grados en Alemania, donde resolvió radicarse- y recibió sus diplomas con el nombre de documento: Esther Marguereta Katzen. El Vilar fue - es- nom de guerre para la literatura cuando salió al mercado “El varón domado” en el 71 . Pronto se produjo un cara a cara entre ella y la líder feminista de Alemania entonces, Alice Swartzer. La discusión dio la vuelta a Europa y Vilar fue varias veces acusada de “fascista miserable“ durante el debate. Se defendió: “Los hombres son robustos, bien dispuestos, en general inteligentes ¿Por qué resultan manipulados y usados? Porque las mujeres se han especializado en el modo de dominar y sacar ventaja sobre ellos ¿Hace falta decir que el histórico panfleto- es su género”. Vilar lo admite: “Como el Manifiesto comunista o el ‘Jáccuse’ de Emile Zola en el caso del capitán Dreyfuss”- ¿No sería hoy publicable por escándalo o provocación?
Algunas cosas.
Esther ejerció como médica en una ciudad chica de Alemania mientras rumiaba su hipótesis sobre el hombre y la mujer. Pidió licencia de un año y salió del horno. Voló todo. Pero hay que agregar que para Vilar nunca fue una obra antifeminista sino alguien que se ha preocupado por mejorar la posibilidad de un cambio que –ni hablar- se reducía a una sociedad abierta y satisfecha de occidente, un punto. Ese mundo. El punto justo, eso sí: de lo contrario el despelote hubiera sido mucho menor. No lo fue, hasta la medida en que hasta ahora colea y se recuerda. Pasados cincuenta años, muchos conceptos se presentan como un puñado de ideas fuera de foco. Aunque no todos, quienes juzgan y repasan la aparición del libro en su momento. La igualdad de género y su definitiva implantación en la sociedad, fue una afirmación al dejar el cargo Angela Merkel en uno de sus serenos discursos y monólogos de comunicación pública. Ninguna posibilidad de vuelta atrás.
Hay que apuntar la dignidad de negarse a convertirlo en cine, a contratar giras en muchos países y fuera de toda duda lo que hoy sería una serie cantada. Dijo no, y admite no haberse enriquecido demasiado con el libro. Bancó parte de su casa incendiada al trasladar a Suiza -se encuentra en ella una extraña errancia que abarca España, Irlanda, breve temporada en Italia más el definitivo lugar para la escena final en el Reino Unido-pero con la inteligencia en forma. Si puedo participar un minuto, en lucha tan potente como cargada de justicia no se puede proscribir sino discutirse en libertad.
Y algunas otras.
Después de “El varón Domado” hizo “El hombre polígamo”, con más ruido y conflicto. Estudió y expuso también la personalidad de Albert Speer, el arquitecto de Hitler, quince años más joven que el dictador y con acceso que resultaba llamativo a la proximidad y se diría intimidad que levantó rumores. Speer, ministro de armamento además, no colgó en la horca pero fue condenado a 20 años. Vilar pinta un monstruo encantador que de ningún modo ignoraba el genocidio. Nada que ver en la línea que, no hace falta aclararlo, dio el campanazo con “El varón Domado”: pudo subir a otras miradas y otros temas. No se colgó del boom y la fama y marchó en otras direcciones.
Con todo, ha soltado contestaciones a preguntas de su marca: “No creo en la amistad entre hombre y mujer, excepto que uno por lo menos sea homosexual. Siempre hay algo”. Sigue leal a sí misma, parece. ¿Se casó alguna vez Esther Vilar? Sí, dos divorcios. De uno de ellos el hijo, Martín. “No me divorcié del hombre. Me divorcié del matrimonio”.
Dirías que la bomba que tiró en 1971 – el feminismo emergía de una lucha muy larga en la historia y entra como una de las grandes presencias al abrirse el siglo XXl-, no es ya cuestión de si tuvo razón o no. Al menos mientras escribo acerca de ella no puedo dejar de entender que se trata de una mente rompedora y frontal, un individuo que no admite el rebaño. Una heroína de la incorreción.
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