El primer acto de corrupción de un funcionario es aceptar un cargo para el que no está preparado

El Gobierno comete el gran error de arruinar su presente reviviendo un pasado que ya no tiene futuro

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Alberto Fernández, junto a Julián
Alberto Fernández, junto a Julián Domínguez, Daniel Filmus, Juan Ross, Juan Manzur, Santiago Cafiero y Jaime Perzyck

“A confesión de parte, relevo de pruebas” es un axioma jurídico que significa que quien admite algo libera a la contraparte de tener que probarlo. A los propios dichos de la dueña del poder y de los votos, cuando señaló públicamente que hay funcionarios que no funcionan y que se deberían buscar otro trabajo, se suman las expresiones del heredero quien enfatizó recientemente: “Sr. Presidente, Sr. Gobernador: si tienen dudas, estamos dispuestos a ir para adelante, chiflen que acá estamos”. Máximo Kirchner ventiló las contradicciones de un gobierno que no termina de encontrar el rumbo en plena debacle electoral. Lo cierto es que de una manera u otra dentro del propio oficialismo no dejan de empujarse y chocarse entre ellos evidenciando la incapacidad de gobernar los destinos de la nación.

Dentro del absurdo oficialista Juan Grabois marcó algo que le sucede a una gran mayoría de los argentinos, su incomodidad con la riqueza ostensible de quienes lideran su espacio político (sin perjuicio de retractarse, tirón de orejas mediante, a las pocas horas, lo dicho, dicho está), constituyendo una clara señal de lo que está pasando puertas adentro de la coalición gobernante, donde la foto del cumpleaños de Olivos produjo un quiebre del cual será improbable que vuelvan. Hebe de Bonafini no se queda atrás con las duras críticas que reiteradamente formula a los integrantes de su propio espacio, al igual que el recordado vómito discursivo de Fernanda Vallejos que simboliza el desprecio de un sector considerable del oficialismo por quien ocupa hoy el sillón de Rivadavia. Se suma la recientemente conocida carta del 4 de este mes en la que Hugo Moyano da un ultimátum por escrito al Gobierno. De la misma se desprende la disconformidad del líder de Camioneros con el gobierno que apoyó para retornar al poder y la preocupación por la situación de la economía, entre los 15 puntos de sus reclamos.

En el conventillo oficialista la pelea es una realidad palpable, por más esfuerzos que se hagan para esconderla. Nos encontramos a tan solo 14 días de los comicios. Repasando los funcionarios que han pasado por el gobierno y algunos que siguen, es posible observar, como en una fractura expuesta, que una gran cantidad de ellos no se encontraban ni se encuentran capacitados para el cargo que aceptaron ocupar. Esa ineptitud causa muertes, inflación, pérdida de empleos, una economía devastada, y, lo más grave aún, una bomba de tiempo monetaria que está a punto de estallar. El dispendio del gasto fiscal más una emisión sin límites nos lleva a un camino de no retorno donde el único resultado posible es el fracaso. Arruinan el presente con doctrinas que naufragaron en el pasado y nos dejan sin futuro. Imperdonable.

Los funcionarios que no funcionan constituyen en esta etapa de la política nacional un problema grave que afecta, por su impacto a toda la sociedad. Con 691 días a cargo del Poder Ejecutivo nacional, el confeso violador de la cuarentena por el mismo impuesta a todo el pueblo argentino, ha dado sobradas muestras de su incapacidad para ejercer el cargo de Presidente de la Nación, aspecto que Guillermo Moreno se ha encargado en enfatizar públicamente. Las confusiones, las citas erradas, la permanente exposición pública sin sentido ni estrategia alguna, los discursos a los gritos, las mentiras, y por sobre todo la indudable torpeza para la toma de decisiones, son hechos que colocaron a nuestro mandatario en la desventurada situación actual, ejerciendo una presidencia testimonial, sin poder ni credibilidad alguna. Lo han dejado en un soliloquio, alejado del centro decisorio del poder. El mayor reproche que le podemos hacer a nuestro presidente es que aceptó un cargo para el cual no estaba preparado.

Santiago Cafiero junto al canciller
Santiago Cafiero junto al canciller de China

La designación de Santiago Cafiero como Canciller de la Nación propone un tremendo desafío por delante. De Jefe de Gabinete y mano ejecutora de Alberto Fernández a su nueva función, las diferencias son enormes. Es como jugar de arquero y pasar al ajedrez sin preparación previa alguna. Esta forma de ejercer la política, donde los cargos se asimilan a las figuritas con que se intercambian a los funcionarios es una pésima costumbre de nuestros dirigentes. No se nombra al más capacitado para el cargo en cuestión, se lo hace a consecuencia de las circunstancias, lugar y modo de la política. Lo anterior no implica un juicio de valor sobre el actual Canciller, si lo es sobre la forma en que llegó a ocupar ese cargo de una inmensa responsabilidad e importancia para la nación, y si lo aceptó sin estar debidamente capacitado para la función es, además un acto de imprudencia supina, tan grave como el que lo nombró.

Conocido el resultado de las PASO, el gran error del Gobierno es arruinar el presente reviviendo un pasado que ya no tiene futuro. El “cristinismo” no deja de poner las culpas de todo los males de 2021 en el gobierno que concluyó el 10 de diciembre de 2019. El “ah, pero Macri” es una afirmación que olvida todos los problemas que Cristina dejó en 2015 tras su derrota electoral. La complicación real es la sumatoria de las impericias de todos los gobiernos, no el de uno u otro analizado aisladamente. Son problemas que recurrentemente ocupan y preocupan al pueblo argentino. La realidad es que desde 1945 a la fecha, Argentina se ha convertido en una exitosa fábrica de pobres, degradando año tras año todas las instituciones que conforman nuestra nación. El descrédito actual de la casta política es una reposición del “que se vayan todos” en tiempos de Fernando de la Rúa.

El ego de la casta dirigente (muy bien definido por Luis Gasulla en su libro “La Casta. La patria somos nosotros”) termina prevaleciendo sobre la mesura y las decisiones que deben ser tomadas para sanar una nación destruida por la mala praxis de la política. Son decisiones a largo plazo que se dejan de lado en pos de hacer todo lo que sea necesario para ganar una elección, y eso, precisamente constituye un acto de corrupción, de amoralidad y falta de ética de suma gravedad. Gobernar para ganar elecciones se ha convertido en una costumbre arraigada en la casta política. No fueron elegidos para eso, sino para solucionar los problemas del pueblo argentino. La emisión descontrolada de hoy resulta descomunal poniendo en riesgo el futuro cercano que nos deja a todos en un estado de incertidumbre tal que genera una innecesaria desorientación en la población, más la expectativa cierta de una implosión de la economía.

Juan Manzur, jefe de Gabinete
Juan Manzur, jefe de Gabinete

Lo que está sucediendo con el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, también nos coloca frente a funcionarios que aceptan postularse para cargos que exceden sus capacidades. El vínculo del Gobernador con la dueña de los votos es hoy un paradigma de las consecuencias de los funcionarios que no funcionan. La salida de Carlos Bianco -amigo personal del Gobernador- de la Jefatura de Gabinete y su reemplazo por Martín Insaurralde es un claro indicador de la “intervención” dispuesta por Cristina sobre la provincia que más le preocupa a la Presidenta de la Cámara de Senadores. Idéntica situación se repite con la Jefatura de Gabinete de la Nación, donde la salida de Santiago Cafiero para dar paso a la entrada de Juan “XIII” Manzur, deja intervenida a la Presidencia de la Nación, pasando nuestro primer mandatario a ocupar tareas más protocolares que operativas en la toma de las decisiones que realmente importan. Alberto Fernández es sólo un presidente testimonial.

Hay otros hechos ocasionados por los funcionarios que no funcionan que por su gravedad merecen ser recordados. Por caso, la excarcelación de una importante cantidad de presos en plena pandemia, más allá de ser una medida polémica en sí misma, nos muestra por dónde pasan los intereses de quienes nos gobiernan. A lo anterior se suman los pactos territoriales en los barrios populares con los “ex” punteros políticos hoy devenidos en operadores de los capos narco. También es un hecho tristemente penoso la mirada complaciente que tuvo y tiene el Gobierno respecto de la toma de tierras en distintos sectores del país. El problema con los mapuches que no son tales es otro hecho que por su gravedad debe ser destacado (el propio Sergio Berni marcó una posición muy diferente a la de su sector político).

La lista de temas de gravedad institucional es larga, bastan algunos ejemplos para poner blanco sobre negro en punto a la pérdida de rumbo de un gobierno que no tiene un plan de “país”, sino un proyecto para su propia “orga” y su perpetuación en el poder. Encubierto bajo el ropaje del populismo, vemos absorto cómo sus líderes -Grabois lo dijo muy claro- gozan de riquezas y viven una vida de lujo muy alejada del pueblo cuyos intereses dicen (solo eso) defender. Rememorando lo ya sucedido en los anteriores mandatos de la dueña del poder vamos igual de mal que antes pero más rápido. Hoy tenemos una coalición demasiado heterodoxa al frente del Gobierno que se caracteriza por agravar los problemas, siendo los cepos y el control de precios una clara demostración del empecinamiento por el fracaso.

Hablamos del primer acto de corrupción de un funcionario, dejamos para otro momento el segundo y quizás más grave acto de corrupción que es no renunciar a consecuencia de su incapacidad para ejercer el cargo en cuestión.

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