Lo que les ocurre a estos personajes quizás sea una expresión del saldo postpandémico de nuestro país. Todas historias de vida colapsadas y devastadas, cuyos balances resultan negativos o deficitarios. La deuda que acumulan con sus acreedores no es otra cosa que la enorme deuda que tienen con ellos mismos. Esto me recuerda al título de una gran película del cine argentino: “La deuda interna”.
Los juegos por los que atraviesan ponen a prueba la capacidad de supervivencia. Son animalitos extraviados, sin futuro, atormentados y abatidos por esos enormes pasivos que pesan sobre sus almas y los condenan a participar de un juego perverso y miserable en el que están dispuestos a todo, inclusive a traicionarse unos a los otros para sobrevivir o resignarse y sacrificar sus propias vidas para liberarse de ese peso existencial.
Todo esto ocurre mientras un grupo reducido de poder les roba la esperanza financiando una puesta en escena para divertirse a costa del sufrimiento de estos otros. Cegados por el deseo de sobrevivir, ninguno de los participantes se pregunta cómo recuperar la dignidad y buscar otra salida que abra otro horizonte.
¿Tendremos nosotros como argentinos el coraje alguna vez de frenar estos juegos y crear otros que valgan la pena ser vividos? ¿Podrá la Argentina salir alguna vez de esta encrucijada de dolor, confrontación y lucha que le permita construir un consenso que le devuelva dignidad? Quizás esta producción nos obligue a repensar los juegos que jugamos a diario como sociedad.
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