1- Sobre el arte de la arenga
El gobierno de La Doctora -que preside Alberto Fernández, El Poeta Impopular- es, en efecto, un lamento borincano. En el mejor de los casos, es, a lo sumo, un error. Los motivos para votarlo no existen. Aluden al territorio de la melancolía. “La Argentina no merece su pasado”, decía el pensador Ezequiel Gallo. “Este peronismo tampoco lo merece”.
Herido y humillado en el ensayo de las PASO de septiembre, el peronismo de pronto se moviliza artificialmente para dar vuelta la historia en noviembre. O tratar de reducir la diferencia, durante la elección legislativa real. “Hicimos un gobierno deplorable. Para olvidarlo. Con el pretexto de la pandemia, los tuvimos encerrados más de un año”. “No pudimos haberlo hecho peor. Pero estos tipos de la oposición no pueden llevarnos puestos”. “Si nos vuelven a ganar históricamente no servimos ni para ser peronistas”.
Los malheridos se apasionan con el arte de la arenga.
Probablemente con el orgullo no alcance, pero el eterno retorno del peronismo clásico moviliza hasta a exponentes del Frepasito Tardío.
Con la sucesión de goles en contra, con el congelamiento de precios, los despelotes sociales de Olivos, y hasta con el caos inmobiliario de los mapuches, los peronistas igual deciden ir para adelante. Las contradicciones de la coalición Todos, en todo caso, se discutirán después. Como el asunto de los liderazgos ausentes. Lo que se les impone ahora es reducir la brecha. De tan caídos, acercarse lo más posible es una manera de ganar. Descuentan, en la arenga, el mejoramiento mecánico en la sustancial provincia inviable. Buenos Aires.
Los minigobernadores peronistas se saben mirados, controlados. Se cargan la campaña al hombro y el tradicional reparto de boletas cortadas deja de ser la travesura tradicional. Decenas de miles de remises se van a dedicar el domingo 14 solo al empeñoso traslado de los votantes. “Aunque te voten en contra”. “Aunque un turrito te facture 50 autos y te ponga 30″.
El Premier Juan Manzur, El Menemcito, es portador del plazo fijo de probable renovación. Se encargó de comprometer personalmente, para la tarea titánica de dar vuelta la historia, hasta a los dirigentes sindicales que fueron poderosos y se sintieron postergados. Ninguneados por la mezquindad de los transitorios sectores decisivos del peronismo que se mostraron inexplicablemente ingratos. No les convidaron siquiera una medialuna dulce para mojarla. Los dejaron simplemente afuera.
Con la soberbia del inculto que cree simplemente que dejaron de ser la columna vertebral para convertirse en una prótesis de plástico involuntaria. Los “camperas” remitían, en plena modernidad, al pasado. Muestras gratis del peronismo que se prefería ocultar. En efecto, se registra el eterno retorno del peronismo clásico. La columna vertebral se encuentra reforzada, hasta la complejidad, por las organizaciones sociales. El fenómeno pasa inadvertido para los analistas perimetrales que ni se dieron cuenta que se peronizaron las huestes relativamente juveniles de la organización más compacta.
La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, al comando de Máximo, En el Nombre del Hijo. Con “pogo incluido”, La Cámpora encaró el canto coral de la marchita. Habrá tiempo para ponerse en desacuerdo. Ahora se impone la recuperación. “Hacer lo imposible para ganarle a los que nos metieron el clavo de 44 mil millones de dólares”.
Con el “hambre del pueblo no se paga”. Gritan y saltan los categóricos. Claro que no. Los acreedores no quieren “cobrar con el hambre del pueblo”. Prefieren dólares.
2.- Radicales como plato principal
Al gobierno de La Doctora que preside Alberto se le vino, de pronto, inexorablemente, la noche. Las huestes de Pepín Rodríguez Simón se recuperan. Crece el optimismo del pelado Dietrich y Nicolás Dujovne, El Youtuber, mira otra vez con lícitas ambiciones el horizonte político. El comando estratégico de Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, en competencia anunciada con Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, se multiplica con la señora María Eugenia, La Chica de Flores de Girondo.
Siempre alerta y pendiente. Como María Eugenia les advirtiera: “Somos tres, muchachos, no dos”.
En el ensayo de orquesta de septiembre, Juntos venció a Todos con paliza. La coalición, en menos de dos años, pasó del “escarnio al poder”, diría el pensador Rosendo Fraga. Acontece que Juntos se encuentra más fortalecido que cuando se creó en 2019. Conserva los tres líderes citados en la primera línea de la Mutual PRO. Y conserva el invalorable insumo de la transparencia que proporciona la señora Carrió, La Derrotada Exitosa, que suele desvelarse por la “salud de la república”. Y contiene aún a los radicales que dejaron de ser la guarnición del menú, para proponerse como el plato principal. El de resistencia.
La proyección radical derivó en un fenómeno inducido por la irrupción de Facundo Manes, Cisura de Rolando.
Aunque el “peronista originario” Diego Santilli, El Bermellón, militante de número en la Mutual, lo haya superado en el ensayo PASO, igualmente Manes se eleva como plato principal para 2023. Ahora Santilli y Manes participan de la misma lista. Debe aceptarse que la fusión le quita cierto suspenso a la elección real. Reconocido como gran enjaulador de halcones, Larreta fracasa -hasta el cierre del despacho- en el empeño de enjaular también a Manes. Acaso para eclipsarlo y sumarlo a la cuenta abierta del larretismo.
Pero Manes se le escapa a Larreta y no puede alcanzarlo ni siquiera para conciliar una fotografía. Ocurre que Manes, por haber agrandado a los radicales, se agranda aún más.
Mientras tanto, el perplejo Larreta parece preguntarse: “¿A quién c… le ganó este muchacho?”. Para responderse solo: “No le ganó a nadie”. Aunque con discreción, los radicales que gobiernan se formulan la misma pregunta que Larreta. Pero se reconocen repentinamente vigorizados por la neurológica aparición del “negrito rápido de Salto”. Acontece que dos o tres caudillos del partido centenario pretenden también lanzarse a la presidencia o por lo menos secundar a Larreta.
Circunstancia que habilita a Manes a formularse otra pregunta: “¿Cuál será el radical que me va a traicionar?”.
Abundan además los radicales que aspiran a disertar en los cuantiosos actos preparados para que Manes se homenajeé a si mismo. En homenaje a la épica radical que despunta como en los mejores tiempos de Alfonsín. Pero se trata de actos para que hable, exclusivamente, Manes, precedido por Maximiliano Abad, titular del radicalismo de Buenos Aires.
3.- La guerra ganada por la inflación
En el interior de Juntos, tanto Manes como Larreta comparten con inquietud el adversario que los puede desplazar. Es Mauricio, el Celebrity que se prepara, con linimento y masajes, para jugar el segundo tiempo. Calcula su lanzamiento mediático en la puerta de la fiscalía de Dolores. El Celebrity vive atribulado por el fracaso de su presidencia, pero enriquecido por los efectos sinceros de la autocrítica. Expresada, hasta ahora, solo en reuniones confidenciales.
“Les juro que yo creí que sabía de economía, por eso no quise entregar la Economía a ningún Cavallo. Acepto que me equivoqué”.
Hay quien confirma que algo semejante el Celebrity se lo dijo al mismo Mingo Cavallo. Pero por el perfil de la coalición Juntos nunca un Cavallo podía haber integrado el Tercer Gobierno Radical. Menos un Cuarto. Porque los radicales ya tuvieron una extraña experiencia con Cavallo durante el Segundo Gobierno Radical que presidió De la Rúa, El Traicionable.
Tampoco Cavallo nunca podía haberse entendido con los aportadores del insumo de la transparencia de la Coalición Cívica. Por asociarse con ellos, El Celebrity estaba destinado a convocar, a lo sumo, a Adolfo Prat Gay, El Amalito. Y no podía tener cerca nada que oliera a menemismo, cuando curiosamente Menem era el presidente que el Ángel más había admirado.
Por el triunfo imponente de la inflación ingobernable, Cavallo se sorprende con consultas desesperadas. Proceden de aquellos que lo negaron. Los que tienen la oportunidad de insistir con el fracaso o de evitarlo. “¿Cómo se puede combatir a la inflación y ganarle?”. La desorientación es general y los liberales clásicos del recetario televisivo sirven para lucirse en canales del cable.
No van a acertar ni con cepos generosos ni con congelamientos ideológicos de precios. Consta que Cavallo, en el plano personal, no tiene interés intelectual ni voluntad física para las batallas del primer plano que lo condujeron, en el país ingrato, hacia la ruina.
Hasta quedar con los bienes inhibidos, los achaques corporales y -lo peor- los ahorros consumidos. Pero lo buscan con frecuencia para consultarlo. Para colmo gratis. De garrón. Deporte nacional. Sugiere sin embargo que algunos profesionales, no necesariamente discípulos, se encuentran en condiciones de conducir la guerra contra la inflación. “Pero necesitan del apoyo político que yo tuve. Y que hoy nadie puede brindar”.
Si lo apuran, Cavallo suelta algún nombre. El de un clásico de origen armenio que sabe de lo que habla y puede llevar adelante sus ideas con éxito.
U otro, Horacio, colaborador principal que conoce el tema de memoria.
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